¡Alerta! Exploración inhibida en la primera infancia 

Tal y como se advirtió, se empiezan a observar niñas y niños entre 0 y 3 años con las conductas de exploración permanentemente inhibidas, lo cual, puede ser un indicador de la existencia de un estrés tóxico que puede alterar todo el desarrollo.  

Una compañera orientadora —cuyo trabajo sigo muy de cerca— ha dado la voz de alarma al observar que empieza a haber muchas niñas y muchos niños de 2 a 3 años, con las CONDUCTAS DE EXPLORACIÓN INHIBIDAS. Según explica, se trata de pequeñas y pequeños que no exploran, a pesar de estar en compañía de un adulto de referencia, es decir, su profesora o alguien de su familia.  

Alguien que no tenga conocimiento sobre la infancia podría pensar que qué más da, que necesitan su tiempo, que ya se acostumbrarán, que es cosa de tiempo y que no pasa nada. Pero a nada que se sepa algo sobre comportamiento infantil, es como para dar a gritos una señal de alarma.  

A ver si me explico.  

Cuando un niño o una niña no explora —o explora de manera estereotipada, superficial, sin curiosidad por el entorno— es un indicador de que su sistema nervioso está AFECTADO por el estrés, la inseguridad o el miedo; y/o que no encuentra en su persona de referencia (base segura) el PERMISO o la CALMA necesaria para correr las aventuras que posibilitan el desarrollo y el aprendizaje en la infancia.  

No pasa nada porque una niña o un niño no pueda explorar un día. Es lo más normal del mundo. Pero las cosas se complican si no sale de ese estado: modo apego encendido, modo exploración apagado; o, e cago en mi vida, lo que es peor, mucho peor, modo bajón, REFLEJO DE MUERTE y ninguno de esos dos sistemas activos. Apagón generalizado.  

El problema, el verdadero problema, es el CORTISOL que se acumula en su cuerpo, y que difícilmente puede metabolizarse si no siente que el contexto (espacial y relacional) es seguro. El cortisol, es decir, la hormona del estrés, es tóxico en determinadas cantidades, sobre todo, si permanece mucho tiempo en el cuerpo. Del mismo modo que vemos clara la necesidad de preservar a las niñas y niños de la cafeína, del alcohol, de la farlopa y otras drogas, deberíamos preservarles de ese exceso de ESTRÉS TÓXICO, porque también tiene la capacidad de dañar y alterar la estructura y bioquímica de su cerebro. Y en edades tan tempranas, entra en juego el efecto mariposa, o lo que es lo mismo, la constatación de que pequeños cambios en el inicio de la vida, pueden provocar graves alteraciones en el futuro, debido a que una alteración del rumbo temprano.  

Debemos ser muy conscientes del impacto que tienen estas alteraciones en la conducta de exploración en edades tempranas, porque, aunque existe la PLASTICIDAD CEREBRAL —esa capacidad que tiene el cerebro para modelar sus conexiones e ir cubriendo necesidades—, ésta siempre es limitada. Es decir, que un daño severo en una edad muy temprana es difícil, e incluso imposible de reparar, con los medios con los que cuenta el sistema nervioso, o con las técnicas que actualmente disponemos. Además, como bien sabemos las y los que nos dedicamos a esto, hay PERIODOS CRÍTICOS en el desarrollo, en los que, si no se da una estimulación adecuada, pasa el tren y nos jodemos.  

Imagino que todavía no hay grandes estudios sobre esto; pero difícilmente se me negará que, de manera directa o indirecta, esto se relaciona con las restricciones, el miedo y las alteraciones como consecuencia de la mala gestión que, como sociedad en su conjunto, hemos hecho de la PANDEMIA.  

Muchas y muchos veníamos avisando. Hay quien lo hacía a voz en grito, y otros, como yo, más por lo bajito, aceptando la urgencia de las medidas sanitarias, porque había mucha gente que lo estaba pasando mal o muriendo. Pero, lo que estaba claro, meridianamente claro, es que los movimientos que ha habido durante dos años, iban a perjudicar a la infancia, especialmente a la nacida en fechas cercanas a la emergencia de la enfermedad y el caos consecuente.  

Estamos hablando de niñas y niños pequeños que han visto escasos rostros humanos durante su vida, porque la peña, extraños y familiares, iba con la cara tapada. Este hecho, aparentemente baladí, priva a la infancia de una de las fuentes de ESTIMULACIÓN y de SEGURIDAD claves: la cara de las personas. El cerebro de la infancia —bueno, y de las personas adultas, que en esto no somos tan diferentes— chequea de manera preconsciente constantemente las señales de seguridad, inseguridad, peligro o amenaza que hay en el entorno, con la idea de preparar a tiempo todo el organismo para responder a las circunstancias.  

¿Está todo bien? 

¿Puedo relajarme? 

¿Se me viene alguna encima? 

Las niñas y niños, especialmente los más pequeños, chequean contantemente el rostro humano. Es la ÚNICA FUENTE FIABLE de información para saber si se pueden relajar y explorar el mundo. Y, en el momento en que perciben la preocupación o el miedo en la gente, vuelven a los brazos o la cercanía de sus figuras de referencia para recibir protección y consuelo. Es este ciclo que va y viene, lo que va permitiendo que las niñas y niños desarrollen esa SENSACIÓN SENTIDA DE SEGURIDAD que les puede acompañar toda una vida o, por el contrario, esa ACTIVACIÓN O DESACTIVACIÓN PERMANENTE DEL CUERPO, como si siempre estuvieran ante algún peligro. Y es esta, justo esta sensación de inseguridad sentida, lo que está en la base no sólo de muchos trastornos del desarrollo, sino también del fracaso escolar crónico, diferentes tipos de afectaciones mentales, e incluso muchos problemas físicos que afectan al sistema cardiovascular, nervioso, endocrino, etc.  

La movida, amigas y amigos, para este proceso es clave la primera infancia, a saber, entre los 0 y 3 años, justo el intervalo más afectado por la pandemia y por las locuras que hemos hecho para protegernos de ella.  

Creo que toda revisar las cosas, porque estamos en otro momento. Gran parte de la población está vacunada, y no podemos seguir maltratando, sí MAL-TRA-TAN-DO, a la infancia y condenando su futuro para respetar unos protocolos escolares que, todos lo sabemos, están hechos para que los adultos se laven las manos.  

¿Qué es esto de que las profesoras de infantil tengan que llevar mascarilla, cuando la mayoría están vacunadas, en una clase donde las niñas y niños comparten sus mocos? 

¿Qué es esto de que, en muchos centros escolares, no se permitan periodos de adaptación en los que pueda hacerse una transición armoniosa entre las figuras de apego primario (habitualmente las madres y los padres) y secundario (las profesoras y los profesores)? 

¿Qué es esto de que, en los propios centros que lo permiten, las niñas y los niños tengan que hacer la adaptación con sus madres o padres con mascarilla? ¿Cómo pueden sentir seguridad con eso? 

Creo que toca ser conscientes de que las niñas y niños entre 0 y 3 años, aunque no puedan expresarlo con palabras, son quienes PEOR lo han pasado. Han tenido que enfrentarse a un encierro que iba en contra de su necesidad más primaria de movimiento, acompañadas por madres y padres que no podían hacerles caso, porque se imponía por encima de cualquier cosa la necesidad del teletrabajo, una suerte de esclavitud a tiempo completo pero en casa; nos han visto agobiados, a veces, aterrorizados, intuyendo que hay un enemigo invisible en el aire, con la cara tapada, sin poderles decir, en su código ni en su lenguaje, que estén tranquilos, que estamos el terreno seguro; algunas y algunas, incluso, todavía tienen duelos pendientes, congelados; y ahora, para más inri, tienen que acudir a una escuela donde no hay personas sino FIGURAS SIN CARA.  

Coño, vale ya, ¿no? 

¿O qué queremos? 

Luego hablaremos de una generación perdida, yo que sé, por la música de mierda que escuchan o los videojuegos, cuando en realidad les hemos privado, a caraperro, del BUEN TRATO que NECESITABAN porque para nosotras y nosotros, las personas adultas, era más importante cumplir con lo que pone en los papeles y que nadie nos encasquete el muerto. Y nos quedaremos tan tranquilos, porque tenemos la empatía de un cacho de mierda hacia la infancia.  

Pues nada, que ya lo he dicho.  

A mí sí. Me preocupan MUCHO las niñas y niños que no exploran. Me preocupa que se agarren a la pierna de su madre y de su padre, pero mucho más, que se queden apagados, en una esquina, sin jugar, con la mirada puesta en el vacío. Urge intervenir con ellos y con sus familias para restaurar ese CÍRCULO DE SEGURIDAD que les va a acompañar toda una vida. Y ahí tiene que intervenir toda la comunidad escolar, y no responsabilizar más si cabe a las familias, porque lo que se necesita, en estos casos, no es sólo buena voluntad, sino un apoyo experto. Porque no vale con saber cómo hacer, sino que es necesaria mucha formación sobre la regulación de los afectos.  

Me cago en la leche. Ni soy médico ni epidemiólogo. No puedo valorar nada con criterios sanitarios. No tengo ni idea de los riesgos. Pero sí trabajo con infancia vulnerada y sé, de primera mano, el impacto que tiene todo esto: arrollador. Estoy seguro de pocas cosas, pero una de ellas es, sin duda, de que toca reabrir el debate: hasta qué punto vamos a seguir MALTRATANDO a la infancia y comprometiendo su salud física y mental, por una enfermedad que, para ellas y ellos, no suele ser un riesgo, estando casi toda la sociedad vacunada.  

Que no pasa nada por hablar. Pero esto ya me lo conozco: la infancia siempre en la parte final de la cola, porque no tiene derechos políticos ni poder económico. Recibiendo palos como burros.  

Hala y que os den.  

¿Nos ponemos las pilas? 

¿Hablamos? 


* Si lo necesitáis, podéis HACER USO LIBRE de este texto. 


Os dejo cositas para leer de gente que sabe más, y utiliza un lenguaje más culto:  

BARUDY, J. (1998). El dolor invisible de la infancia: una lectura ecosistémica del maltrato familiar. Barcelona: Paidós Ibérica 

BOWLBY, J. (1989). Una base segura: aplicaciones clínicas de la teoría del apego. Barcelona: Paidós Ibérica 

BENITO MORAGA, R. (2020). La regulación emocional. Bases neurobiológicas y desarrollo en la infancia y adolescencia. Madrid: El Hilo Ediciones. 

BERASTEGI, A. y PITILLAS, C. (2018). Primera alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos. Barcelona: Gedisa 

DANA, D. (2019). La teoría polivagal el terapia. Cómo unirse al ritmo de la regulación. Barcelona: Eleftheria 

GERHARDT. S. (2016). El amor maternal: la importancia del afecto en el cerebro y las emociones del bebé. Barcelona: Eleftheria 

GONZÁLEZ, A. (2017). No soy yo. Entendiendo el trauma complejo, el apego, y la disociación: una guía para pacientes y profesionales. Editado por Amazon 

LEVINE, P. A. y KLINE, M. (2017) Tus hijos a prueba de traumas. Una guía parental para infundir confianza, alegría y resiliencia. Barcelona: Eleftheria 


Gorka Saitua | educacion-familiar.com 

2 comentarios en “¡Alerta! Exploración inhibida en la primera infancia 

  1. Pingback: Alerta! Exploraçom ihibida na primeira infância polo uso de mascarilhas x Gorka Saitua | COMOCHOCONTO

  2. Pingback: Hablemos sobre las mascarillas en las escuelas - Crianza en Verde

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