[…] Salí del comedor, y nada más cruzar la puerta el silencio me acarició la cara. Fue una sensación casi física, que llenaba todo mi cuerpo con una paz que no esperaba. Un cosquilleo leve cubría cada poro de mi cuerpo, como si me hubiera quedado en pelotas y cubierto con una tela de seda. […]
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