Concebir el confinamiento como un acto de responsabilidad, lo hace más llevadero.
Imprimió la imagen de un anciano desconocido. La colocó en un marco, y la puso en un lugar destacado del salón.
Luego, reunió a sus 3 hijos, y les dijo:
«No le conocéis de nada. Y él tampoco os conoce a vosotros. Pero ahora, estáis unidos por el aire.
El aire que respiramos se diluye en el viento, y llega a todas partes. Y puede ser un aliento de vida, o de muerte, depende de lo que hagamos.
Lo que para nosotros es un simple catarro, para él puede significar el final de su vida. No sólo miedo y dolor, sino perder todos los placeres: una comida con sus nietos, un baño en la playa, un paseo por el monte o dormir de la mano de su esposa. Para siempre.
No nos quedamos en casa porque nadie nos lo imponga, sino para CUIDAR y PROTEGER a personas como él.
Estar aquí metidos es muy duro. Hay momentos de mucha tensión y mucho malestar. A veces nos desbordamos, y a veces, nos desesperamos.
Pero estamos aguantando. No por nosotros, sino por él, para que pueda disfrutar de toda su vida, sin que ninguna enfermedad se adelante.
Queremos salir. Y podemos salir. Nos pueden reñir o multar pero, en realidad, nadie nos lo impide.
Si nos quedamos en casa es porque somos responsables. Porque no necesitamos conocer a las personas para cuidar de ellas. Porque queremos, cuando esto acabe, tener la certeza de que hicimos lo posible para proteger a las personas más vulnerables.
Y eso es lo que nos convierte en pequeños héroes. Sufrir, aguantar, y saber que estamos priorizando a las demás personas, sobre nosotros mismos.
Llegará el día en el que paseéis por la calle crucéis la mirada con alguien que se le parezca. Quizás entonces sintáis un destello en el corazón: es el agradecimiento que él no puede daros, porque no sabe que es gracias a vuestro esfuerzo que sigue sano e incluso vivo.
Enhorabuena por vuestro esfuerzo.»
Podemos vivir el confinamiento como una imposición externa, o como un acto de responsabilidad hacia terceros.
En el primer caso, es muy probable que nos situemos en la rabia, que proyectemos nuestro malestar, estemos ansiosos esperando noticias, y que estemos en lucha contra el mundo y contra nosotras y nosotros mismos.
En el segundo de los casos, es más probable que asumamos el control de nuestra realidad y nos demos permiso para cuidar con cariño todo lo que sentimos.
Hay relatos que marcan la diferencia.
Y tú, ¿qué historia te cuentas?
Referencias: NARDONE, G. (2015). Ayudar a los padres a ayudar a los hijos: problemas y soluciones para el ciclo de la vida. Barcelona: Herder NARDONE, G. (2009). Psicosoluciones. Barcelona: Herder SIEGUEL, D. (2012). El cerebro del niño. Barcelona: Alba Editorial VAN DER KOLK. B, (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria: Barcelona WHITE, M. y EPSON, D. (1990). Medios Narrativos para fines terapéuticos. México: Paidós
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com