Esperando a Calma

Representar la calma para que le sea más fácil llegar (2 años). 

—Creo que es buen momento para hablar con Enfado —le dije, cuando vi que se calmaba un poco.

Era tarde, por la noche, y se había desbordado. Creo que estaba cansada pero inquieta, y no lograba dormir. Nos había pedido salir de la habitación e ir a jugar, pero se lo habíamos negado.

Estaba claro que estaba enfadada. Lloraba, gritaba y pataleaba. Y, cuando le ofrecíamos los brazos para consolarla, los rechazaba con un manotazo.

Ahora, sin embargo, había soltado bastante tensión, y parece que volvía a poder atender a mis palabras.

—¿Te acuerdas de Enfado?

Me miró con el ceño fruncido.

—¿De qué color tiene la cara enfado?

—Roja —contestó, con su lengua de trapo.

—Sí. Ahora tú tienes la cara igual. Roja. Muy roja.

Ya tenía su atención, aunque todavía estaba mosqueada.

—Enfado está muy bien, porque da fuerza. Pero, ahora, no nos deja descansar. ¿Te gustaría que venga Calma?

—Es verde —respondió.

—Sí.

—Está dormidito —siguió.

—Eso es.

—Vale, ¿te ayudo?

—Ti.

—¿Qué le decimos a Enfado para que se marche? —le dije, repitiendo un juego que hemos hecho muchas veces con muñecos.

—Te entiendo —dijo, acordándose de las palabras clave.

—Bien. Yo creo que enfado ya se está marchando. Tipi, tipi —dije, haciendo como si caminara mi mano.

—¿Quieres que venga Calma?

—”Tí”.

—Pues habrá que llamarle. ¿Tocamos la puerta?

Se levantó, fue hacia allí y golpeó con los nudillos.

—Llámala, que igual no se ha enterado.

—¡Caaaalmaaaaaa! —dijo, con voz musical.

—Vale. Yo creo que va a llegar pronto. Pero seguro que llega entes con un abracito. ¿Subimos a la mecedora?

Le tranquiliza un montón que le haga cosquillas en la espalda, mientras nos mecemos abrazados.

—”Ti.”

Trepó por mis piernas y se agarró como un Koala. Me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, y me relajé de inmediato.

—Uy. Qué gustito —se me escapó con un suspiro.

Ella, posó su mejilla en mi hombro.

—¡Caaaaaalmaaaaa! —repitió, más bajito.

—Vamos a esperar juntos a calma. Irás sintiendo como llega, porque querrás cerrar los ojitos.

—Está dormidito.

—Sí, a veces tarda un poco. Ya sabes cómo es, como está tan a gusto, se duerme por el camino.

—No te duermas —dijo, volviéndose hacia el frente.

—Eso es —pedí yo también a Calma—. No te duermas, que nos gustaría mucho que llegues prontito.

Calma, verde y con los ojitos cerrados, ya estaba en mí.


En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Gorka Saitua

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

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