Integración vertical y procesos de atención

[…] Vamos a simular el diálogo que no podemos tener: 

¿Cómo estás?

Mal, ¿es que no lo ves? —probablemente respondiera ella. 

¿Qué necesitas para encontrarte mejor?

Mecagoentuputavida, lo que estoy haciendo: llorar. Déjame en paz. […]

No creo que sea un error, pero se puede hacer mejor. 

Nuestra hija, como todos las niñas y niños, tiene sus momentos de desborde por la frustración. Con dos años y medio, su cerebro está inmaduro y no puede contener la emoción. 

Siempre hemos sido conscientes de la importancia de estos momentos para que ella se “sienta sentida” y para que desarrolle una suficiente autorregulación emocional, por eso, lejos de ignorarla, tratamos de estar lo más cerca posible de ella cuando se siente fatal. 

Una de las cosas que hacíamos cuando lloraba —por frustración—, era esperar a esos momentos en los que pasa la ola del dolor, y dejarle caer alguna pregunta del tipo «¿Cómo estás?» o «¿Qué necesitas para estar mejor?», con el previsible resultado de que su córtex prefrontal —pequeñito— se activaba, pensaba un poco, y su cuerpo parecía sentirse un poco mejor. Además, le estábamos transmitiendo la idea de que, incluso en los peores momentos, puede hacer algo con su mente y que, si busca, puede encontrar la clave para encontrarse mejor. Y, claro, nosotros poniéndonos medallas, pensando que estábamos haciendo guapamente lo mejor. 

Caca de la vaca. 

Lo dicho. No creo que esté mal. Para los niños y niñas es muy importante que su córtex orbitofrontal (la parte más consciente y racional) pueda activarse mientras su cerebro reptiliano grita de dolor. Eso permite la integración vertical, que no es otra cosa que el desarrollo de las conexiones neuronales que conectan la parte inferior del cerebro con la parte superior, es decir, las estructuras básicas sobre las que se construye la autorregulación emocional

Como diría Daniel J. Siegel —creo—, un autor que os recomiendo de corazón, tanto por la calidad de su contenido como por lo didáctico de su exposición, «las neuronas que se conectan a la vez permanecen unidas»

Sin embargo, mirad lo que pasa si simulamos el diálogo que no podemos tener. 

—¿Cómo estás?

—Mal, ¿es que no lo ves? —probablemente respondiera ella. 

—¿Qué necesitas para encontrarte mejor?

—Mecagoentuputavida, lo que estoy haciendo: llorar. Déjame en paz. 

¿Se ve?

Pues es justo lo que nos transmite muchas veces, a través del lenguaje no verbal. 

Ni estábamos cerca, ni ayudándole a estar mejor. 

Y es que todas las niñas y niños tienen una válvula natural para eliminar la tensión: el llanto. Y es justo el recurso que deben utilizar. 

Cuando los adultos, con nuestras intervenciones “mágicas”, entramos a ayudar, a menudo provocamos que su atenciónse dirija a un punto donde no debe estar: las posibles “soluciones” a un malestar que nosotros toleramos mal. Pero lo que necesitan, casi siempre, es estar presentes en ese dolor para que pueda expresarse y para que se pueda aliviar. 

A fin de cuentas, las niñas y los niños pequeños también son personas, por lo que podemos utilizar nuestra propia experiencia para acercarnos a la suya con curiosidad. 

A ti, ¿qué te viene bien cuando estás mal?

Seguro que no te ayuda decirte a ti mismo: vamos a distraernos o buscar una solución. Porque, aunque poner la atención fuera sirva para apaciguar levemente ese dolor, todo tu sistema permanecerá en tensión, sobreactivado, hiperigilante e hipersensible a los estímulos que le recuerden la emoción que no se pudo transitar.

Lo que de verdad puede ayudarte es estar presente en lo desagradable de esa emoción. Mirarla, escucharla, dejarla fluir, hasta que el sistema recobre naturalmente el alivio que necesita. 

Para favorecer esa integración vertical, que tanta falta le hace, hay otros momentos. Es mejor hacerlo no tanto en el pico de intensidad, sino un poquito después, cuando la emoción siga presente pero aliviada, porque se le ha permitido su natural devenir. 

Después del abrazo que reafirma nuestra conexión. 

—Qué mal lo he pasado —podría decir ella. 

—Ya, lo has pasado súper mal. Menudo mal rato. 

—Es que me apetecía mucho ese juguete. 

—Lo sé. Es que era muy bonito. 

—Y lo sigo queriendo —podía añadir, haciendo pucheritos. 

—Ya sabes que ahora no puede ser pero, si quieres, puedo ayudarte a elegir qué puede ayudarte a sentirte mejor. 

—Quiero estar un rato en brazos y llorar contigo.

—Qué buena idea, no sé cómo no había caído. Es lo mejor. 

Quédate con esto: que la atención, si es posible, se sitúe dentro o en lo que pasa en vuestra relación. 

¿Qué te parece?

Y tú, ¿cómo lo ves?


Referencias: 

SIEGEL, D. (2012). El cerebro del niño. Barcelona: Alba Editorial

SIEGEL, D. (2012). El cerebro del niño: Libro de Ejercicios. Barcelona: Alba Editorial

SIEGEL, D. (2014). Tormenta cerebral. Barcelona: Alba Editorial

SIEGEL, D. y HARTZELL, M. (2012). Ser padres conscientes. Barcelona: La Llave

SIEGEL, D. y PAINE BRYSON, T. (2012). La disciplina sin lágrimas. Una guía imprescindible para orientar y alimentar el desarrollo mental de tu hijo. Barcelona: SA Ediciones B

* Todos de lectura fácil. Para todos los públicos. 

Os juro que no me llevo comisión 😜


En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

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Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

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