Dibujos desanimados | una historia de reparación

Lo importante es lo que pasa en la relación.

—Ponemos dibujos —me pidió. 

—No, Amara, no vamos a poner dibujos —le respondí—. Hoy has visto muchos. 

—Dibujos —exigió, y rompió a llorar. 

Algo me llamó la atención en su llanto. No era el llanto típico de una rabieta, sino que me resonaba un dolor mucho más profundo. 

—Amara, dice Aita que ya has visto muchos dibujos hoy —me siguió mi pareja, apoyando mi discurso, aunque creo que ella había percibido también algo especial. 

—Espera un poco, Ama —le dije, mirando a la niña para llamar su atención—. Creo que Amara tiene razón. 

Mi hija me clavó la mirada. 

—¿Sabes lo que pasa, Ama? —solté, mientras me dirigía a la pequeña—. Que, antes, cuando has llegado, le he prometido a Amara que dejábamos un momento de ver los dibujos para saludarte, y que luego íbamos a volver. 

Se hizo un silencio. 

—Creo que te has enfadado mucho —dije a la niña— porque yo te había prometido una cosa que no iba a cumplir. Es eso, ¿verdad?

Asintió. 

—Claro, y te has enfadado por eso. Es normal. Da mucha rabia —señalé—. Si quieres, podemos hacer una cosa. Vemos un poco más de dibujos y cuando suene el reloj los apagamos. ¿Te parece?

—Síííí. 

¿Por qué os cuento esto?

Porque creo que es representativo de varias ideas importantes. 

La primera, es que las niñas y niños pequeños, tienen sentimientos mucho más complejos de lo que estamos acostumbrados a pensar. En este caso, por ejemplo, una niña de dos años y medio estaba sintiendo lo que las personas adultas entendemos como traición, esto es, romper un compromiso ulilateralmente sin tener en cuenta como le iba a afectar. Y eso duele, mucho. De ahí que su respuesta señale mucho más dolor que una simple rabieta: porque no se le estaba negando lo que quería, sino que sentía una profunda —sí, profunda— decepción. 

La segunda, es que la atención de los adultos se va, irremediablemente, al exterior. Tenemos que hacernos cargo del trabajo, de las facturas, de la cena, y de tantas otras cosas, mientras nos perdemos lo que ocurre en el contexto interpersonal. Por eso, algunos mayores se ríen de los motivos por los que lloran sus hijos. No entienden del impacto profundo que tienen en ellos los matices sutiles —y no tan sutiles— de la relación. 

La tercera, por si alguien lo estaba pensando, que me importa tres pepinos reconocer mi error. No tengo ningún miedo de que mi hija se me suba a la chepa por recular y aceptar una demanda que tiene todo el sentido para ella y para mí, porque ENTRE NOSOTROS lo importante es estar a gusto, respetándonos, cuidándonos, comunicándonos y, por tanto, colaborando para sentirnos mejor.


En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

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Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

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