[…] Su hijo, de 4 años, había pegado un manotazo a su abuela. Y, cuando le habían dicho que pidiera perdón, se había negado reiteradamente diciendo que no, que no lo sentía en absoluto. […]
Seguir leyendo «Te arranco la cabeza «
[…] Su hijo, de 4 años, había pegado un manotazo a su abuela. Y, cuando le habían dicho que pidiera perdón, se había negado reiteradamente diciendo que no, que no lo sentía en absoluto. […]
Seguir leyendo «Te arranco la cabeza «[…] Cuando trabajo con las personas adultas que cuidan de estas niñas o niños, sean educadoras o educadores, docentes o familiares, parto de la premisa de que la coherencia es muchas veces imposible. Máxime cuando estas niñas y niños son especialmente sensibles no sólo a lo que se hace, sino a los estados de ánimo presentes en las personas que tienen el deber de cuidarlos. Y en eso sí que nadie, repito, nadie, tiene control alguno. […]
Seguir leyendo «Visión de la mente, confianza epistémica y… ¿dibujo técnico? «[…] Respetarse y quererse a uno mismo es como navegar con una barca pequeña en medio de una tempestad. Hay que agarrar con fuerza el timón, si no nos vamos a pique; pero ese timón no lo sostenemos nosotros, sino las personas que nos protegen y en quienes hemos depositado nuestra confianza. […]
Seguir leyendo «Genealogía de la vergüenza «[…] Y ahora, cada vez que puede disfrutar de algo, véase un logro, una relación amable o la paz interior, hay un resorte que se activa dentro de ella que activa su respuesta de lucha porque ella no se debe puede relajar, porque relajarse es perderse a sí misma y todo lo que es. Dado que, en ausencia de la lucha que le ayudó a sobrevivir, ella vuelve a ser esa niña pequeña invisible, a la que nadie supo ver. […]
Seguir leyendo «No soy bien «[…] Todo eso para descubrir que lo que me había estado jodiendo vivo todo este tiempo no eran “los nervios”, “el estrés” o “la ansiedad”, sino la profunda vergüenza asociada a tantos eventos de mi vida que me habían configurado para sentir que nunca, haga lo que haga, voy a ser suficiente, porque el mal estaba hecho y eso no se podía resolver. […]
Seguir leyendo «Cabalgando la ansiedad «[…] Según me han contado, iba toda contenta con el paraguas que le había comprado su Amama, rosa, justo el que a ella le gustaba; y, de repente, una ráfaga de viento huracanado se lo arrebató de las manos, llevándoselo a través de la plaza a toda pastilla. […]
Seguir leyendo «Un paraguas volando «[…] Personas que están llenando el alma de la infancia con caricias que les recuerdan, todos los días, que son valiosos, importantes, incluso en su dolor, y que merecen su tiempo y, por lo tanto, la pena. […]
Seguir leyendo «Profes de abracitos: la reparación de las cadenas de trauma «[…] No sabéis el esfuerzo, el maldito esfuerzo, que conlleva revelar este tipo de maltrato. […]
Seguir leyendo «Un par de ideas sobre acoso escolar «Cuando hay una narrativa dominante caracterizada por el dolor, es frecuente que las familias obtengan un equilibrio precario en el que se prioriza la idea de que todos deben soportar el mismo sufrimiento. ¿Cómo intervenir?
Seguir leyendo «La justicia distributiva del dolor»[…] La tomé en brazos y la llevé al lavabo. Por el camino, ella pataleaba haciendo el tontorrón, en ese estado en el que uno no sabe si las niñas o niños juegan o nos toman el pelo y que, seguramente, no signifique ninguna de las dos cosas. […]
Seguir leyendo «A mala leche con los dientes: una secuencia de interacción «
Debe estar conectado para enviar un comentario.