[…] No es extraño que, explorando con curiosidad y compasión —palabrejas que tanto uso— las sensaciones del cuerpo, uno lleve a estas personas a conectar con las sensaciones asociadas a ese dolor crónico, no para evitarlo, reducirlo o curarlo, sino para escuchar qué están pidiendo o el mensaje codificado en esa parte del cuerpo. Y ¡hostia! el dolor crónico que la medicina nunca, jamás, ha logrado doblegar, suele desaparecer como por arte de magia. ¡Puf! […]
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