Jokin, de 15 años, acaba de descubrir a su novia besándose con un chico más alto y guapo que él. No ha sido capaz de moverse, y se dirige a su casa bloqueado, en un estado de entumecimiento general.
Jokin, de 15 años, acaba de enfrentar una ruptura amorosa muy dolorosa. Acaba de descubir que su novia le ha dejado por otro chico más alto y guapo que él. Además, se ha enterado de la peor forma posible: les ha pillado besándose en un rincón, a la salida del instituto. No ha sido capaz de enfrentar la situación, y ha seguido andando hacia su casa frío, bloqueado, con visión de túnel, sumido en un estado de entumecimiento general.
Cuando ha llegado a su casa, se ha metido en la cama y ha roto a llorar durante varias horas. Está desolado, pero confía en que, a través del llanto, su sufrimiento puede aliviarse.
Mientras llora, se acomoda en la cama. Se envuelve en las sábanas, tratando de estar lo más a gusto posible. Acurrucarse hecho un ovillo le hace sentirse seguro y recogido, cuidado, a pesar del desengaño, la decepción, y el sentimiento de traición.
Cuando llegan su madre y su padre, se encuentra algo más aliviado. Pero, cuando pasan por la puerta de su cuarto, rompe intensamente a llorar. Confía en que ella y él harán lo posible para acompañar su estado de ánimo, sin imponerle los suyos, dándole el justo valor. Así que se deja cuidar: a pesar de que tiene el estómago cerrado, acepta un plato de sopa que su madre le ofrece, sabiendo que ese calor dentro le puede reconfortar.
En el proceso, va recibiendo caricias y cuidados que le reafirman lo que ya estaba inscrito en el código de su cuerpo: que lo que ha pasado, por muy doloroso que haya sido, no habla sobre quién es él. Que no es menos válido por sentirse rechazado, y que ella tampoco es menos digna por haber cometido un error. A fin de cuentas, si a él le duele, es también porque ella supo tratarle bien.
Pensar así le conecta más si cabe con la tristeza, que sale a bocanadas, como un vómito que no puede controlar. A veces, se mete en su cuarto a llorar, y sus padres respetan su espacio. «¿Necesitas que entremos?», preguntan, transmitiendo respeto por la respuesta que él les vaya a dar. Otras veces sale, buscando su apoyo, y se rompe con ellos, permitiendo que sus palabras y sus caricias entren bien dentro, tocando y cuidando de su herida, confiando en que así no sólo se alivia, sino que también puede sanar.
Jokin, al día siguiente, es capaz de enfrentar con cierta entereza la situación. Habla con su chica, y le dice lo que ha visto y que quiere dejar la relación. De nuevo, llora, sumido de nuevo en el mismo sentimiento de rechazo, soledad y decepción, pero se mantiene respetuoso y confiado en que ha tomado la mejor decisión. Cuando ella le ve así, rompe también a llorar, haciéndole sentir que, por encima de excusas y explicaciones, que ella nunca quiso causarle tanto dolor. Pero también le cuenta que ese chico le gusta de verdad, y apuesta por permanecer con él.
Terminan con un abrazo. Con mucha tristeza, pero en paz.
Jokin recordará el suceso como algo doloroso que YA PASÓ. Que le enseñó que, a pesar del sufrimiento, él es capaz de mantener la postura cuidándose y cuidando, incluso, de quien le dañó.
Quizás te haya parecido un relato de ficción, pero no lo es. Hay muchos Jokins entre nuestras y nuestros adolescentes. Chicas y chicos que se duelen, pero cuyo dolor no les lleva a hacer daño, sino a reafirmarse en su voluntad de hacer las cosas bien y cuidar. Lo que igual pasa es que el maltrato hace mucho ruido, y que nuestro cerebro adultista está programado para detectar el peligro, con un software orientado más a la protección, que a la búsqueda de la verdad.
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com