Un acto de valentía | regulación del miedo

[…] … nos quedamos solos y las ovejas nos rodearon. Su actitud era tranquila y curiosa, pero eran muchas. Le desbordó el miedo, agarrándose a mi pierna. […]

Estoy haciendo una cosita que me está molando protones. He grabado en audio los cuentos que he escrito para Amara y, a veces, los escuchamos juntos. 

Me gusta mucho leerle o inventarle historias, pero esto tiene otro punto. 

Por ejemplo, hace un par de días escuchamos 4 o 5 veces seguidas el cuento de “Amara y el dinosaurio”. Mientras lo oíamos, imaginábamos que éramos los protagonistas del cuento, enfrentándonos al peligro. Pasábamos miedo, y nos escondíamos en nuestro “arbusto”, es decir, las sábanas de nuestra cama. Cuando el dinosaurio se acercaba para comernos, yo simulaba estar paralizado de miedo, y ella sacaba todo su valor para salir fuera y gritar: 

—¡No nos comas! ¡Que no somos una lechuga!

Luego nos abrazábamos para quitarnos el miedo. 

El jueves lo disfruté un montón, pero no le di mayor importancia. Sólo eran chorradillas divertidas. 

Pero, ayer, fuimos a ver a un amigo que tiene una pequeña granja con gallinas, gatos y ovejas. La idea era que Amara pudiera ver de cerca a los animales y, si era posible, abrazar a un corderito. 

No hace falta que os diga que fue una experiencia súper bonita. Se hizo amiga de un gato y flipó al ver beber a las ovejas y alimentarse de su comedero. Y por qué no decirlo, pisando la caca de los animales, porque ahí, con sus botitas amarillas, sí se podía. Además, nos regaló unos huevos excelentes, sacados directamente del gallinero. 

Pero, entre todas estas cosas, hubo un momento en el que Amara se agobió mucho. Fue cuando nos quedamos solos y las ovejas nos rodearon. Su actitud era tranquila y curiosa, pero eran muchas. Le desbordó el miedo, agarrándose a mi pierna. Me agaché y le dije que no había peligro, que eran muy majas y sólo querían conocernos, pero ella seguía bloqueada. 

De repente, una oveja se le acercó de frente. Estaba a menos de un metro de ella. Amara hizo fuerza y se separó de mis brazos, dando un paso firme hacia ella. 

—¡No me comas! ¡Que no soy una lechuga! —gritó, asertiva. 

La oveja giró, y se fue con el rebaño.

Me recorrió un escalofrío por la médula espinal, y se me pusieron los pelos de punta. Un poco después, pude entender qué había pasado.

Creo que ha escrito otra historia. Pero esta vez ella sola. Y ahora es verdadera. 


Puedes escuchar el audiocuento aquí 👇🏼


Quiero hacer una pequeña reflexión. 

Probablemente, hayas leído el texto y pienses que Amara ha sido capaz de enfrentar el miedo porque ha “practicado” durante el juego. Y, sin duda, tienes mucha razón en eso. Pero, para mí, la clave está en el abrazo de después, que le permite aliviar tensiones después del peligro. Eso es lo que le permite, en gran medida, disfrutar de la sensación de seguridad: «lo paso muy mal, pero sé que luego se resuelve». 

Y a ti, ¿qué te sugiere el texto?


En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

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Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

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