El columpio que no para | el autocuidado como clave del acompañamiento

Una de las claves para acompañar a nuestras hijas e hijos en los malos momentos es dedicar unos segundos a cuidar lo que nosotros mismos llevamos dentro. 

Estábamos jugando a tope de pagüer. Correteaba y se reía como una loca.  

—Vueltas en el “guau” —me pidió.  

El “guau” es un columpio que hemos colgado del techo de casa y que a ella le encanta. Últimamente, lo estamos utilizando de manera poco ortodoxa, haciéndolo girar muy rápido, en vez de balancearnos.  

—Venga, sube —le dije yo, que también estaba de subidón guapo.  

La coloque en la silla y empecé a enroscar las cuerdas que lo sostienen. Cuando llegué al punto máximo de tensión, conté “un dos tres” y la solté, dándole —además— un pequeño impulso. 

Empezó a girar a toda velocidad.  

Vi como le cambiaba la cara.  

Miedo.  

Paré el columpio, y ella me miró haciendo haciendo pucheros.  

Sentí una pedrada fría en el pecho.  

«A ver, subnormal. Ya la has vuelta a liar parda. ¿No lo ves? Le has hecho daño.» 

Luego, una leve sensación de irrealidad, y desapareció la visión periférica. Me costaba más de lo normal moverme y quise apartarme de la escena y encerrarme en un cuarto oscuro. 

—¿Te ha dado miedo? —le pregunté. 

—”Tí” —respondió con el labio inferior gordito.  

—Quieres salir, ¿verdad? —le pregunté— ¿Vamos juntos a la mecedora? 

La mecedora es el lugar donde vamos cuando ella necesita pasar tiempo en brazos. Tenerla mucho tiempo encima me provoca dolor de espalda, y allí podemos estar a gusto los dos, ella abrazada, y yo sin prisa por descargarla, disfrutando del movimiento.  

—”Ti”. 

Nos acurrucamos a mecernos despacito. 

En mi cabeza, la misma letanía: 

«Le has hecho daño.» 

«Inútil.» 

«No vas a aprender nunca.» 

Me di cuenta que por ese camino no conseguiría acompañarla como es debido. Sólo iban a empeorar las cosas. 

«A ver, recuerda. Te estás hablando de una forma que te hace daño, y sabes cómo evitarlo. De hecho, hiciste un “pacto de no agresión” contigo mismo. Aunque a veces lo parezca, no te mereces ese maltrato.» 

Mi actitud cambió de repente. Noté como mi cuerpo se relajaba, y deseé abrazarla con más fuerza. Fue como si su cuerpo se hundiera en mi pecho, hasta tocar esa piedra fría que tenía dentro.  

Suspiré de alivio.  

—Puedes llorar si quieres —le dije, sabiendo que ahora podía acompañarla en cualquier camino.  

Ella respondió aferrándose con más fuerza a mi cuello.  

Le puse la mano en la espalda, acariciándola despacio.  

Estuvimos así un ratito, en silencio. Meciéndonos y a gustito.  

Hasta que ella se incorporó un poco, miró alrededor, y se acomodó en mi pierna, buscando mi mirada. 

—¿Te sigue doliendo aquí? —le dije, colocando tres dedos en la parte alta de su barriga.  

Asintió.  

—Es el miedo —seguí—. Todavía queda un poco.  

Le di un masajito ahí, presionando con los dedos.  

—Es normal que sientas miedo —le expliqué—. No te esperabas que las vueltas fueran tan rápido, ¿verdad?  

Sentí como captaba su atención.  

—Creo que la próxima vez tenemos que empezar más despacito —le dije—. Poco a poco, le vamos dando más caña. Así no da miedo. Te lo prometo.  

Se acomodó frente a mí, me miró, y me cogió los labios, apretando uno encima del otro.  

—Como un pato —dijo—, y empezó a partirse de risa.  


Cuando llegó su madre, le invité a que le contara lo que había pasado. 

—En el “guau”, vueltas, miedo —le dijo, atropelladamente. 

Y concluyó con un gesto que en casa significa abracito.  


Referencias y lecturas complementarias:

LEVINE, P. A. y KLINE, M. (2017) Tus hijos a prueba de traumas. Una guía parental para infundir confianza, alegría y resiliencia. Barcelona: Eleftheria

PORGES, S.W. (2017) Guía de bolsillo de la teoría polivagal: el poder transformador de sentirse seguro. Barcelona: Eleftheria

SIEGUEL, D. (2012). El cerebro del niño.  Barcelona: Alba Editorial

VAN DER KOLK. B, (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria: Barcelona


En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

5 comentarios en “El columpio que no para | el autocuidado como clave del acompañamiento

  1. Es muy frecuente decir a las niñas y los niños frases del tipo: “si lloras, no te voy a hacer caso”.
    Quizás, deberíamos preguntarnos UN POQUITO qué relación van a tener esas niñas o niños con su propio sufrimiento cuando se hagan mayores.

    Los estallidos de agresividad, el deseo de hacer daño a los iguales, muchas enfermedades psicosomáticas, algunos modelos de depresión, la ansiedad, las dificultades para conciliar el sueño, y enfermedades del sistema digestivo, endocrino o circulatorio, y un largo etcétera, están ÍNTIMAMENTE RELACIONADAS con los ESFUERZOS para SUPRIMIR LA EMOCIÓN.

    Hay que decirlo alto y claro: la forma como nos relacionamos con nuestros hijos e hijas va a condicionar, no sólo su calidad de vida, sino también su duración.

    Punto pelota.

    Gorka Saitua | educacion-familiar.com

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