¿Alguna vez habéis pensando qué pasa cuando se exige demasiado a un niño o una niña?
La respuesta más frecuente, y muchas veces la más lógica y coherente, es que active la EVITACIÓN para protegerse.
Evitar significa colocar la atención en otro sitio, distraerse para no sufrir con ello. Porque cuando pedimos demasiado a un niño o una niña —o a un o una adolescente—, no solo le estamos presionando para que cambie, sino también lanzándole un mensaje envenenado: que tal y como es no es suficientemente bueno.
Así que, cuando EVITA, no te está evitando SÓLO su responsabilidad, sino que también te está evitando a ti y, con todo ello, el SENTIMIENTO de CARECER DE VALOR alguno como persona.
Exigiendo demasiado, les llevas a negarse a sí mismos. Y esa negación, que el contexto adulto puede y debe reparar, es lo que está en las raíces de muchos de los problemas de salud mental cuyos síntomas aparecen en la adolescencia, y que se mantienen en la edad adulta, cuando el cerebro ya no es tan plástico ni maleable. Entones, prevalece un sentimiento de VERGÜENZA, a menudo incapacitante.
Nuestros hijos e hijas no son mejores por cumplir con nuestras expectativas, ni peores por ir por otro camino. Son personas que necesitan respeto, comprensión y cariño. Es decir, unos cuidados incondicionales pase lo que pase con su comportamiento. ¿Se ve? O lo explico.
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
Explícalo Gorka.
Y muchas gracias por permitirme estar en tu blog,
Un saludo,
Beatriz
Me gustaMe gusta
Ummm… Disculpa. Creo que no entiendo bien este comentario 🤔
Me gustaMe gusta