Nos escribe Laura, desde Logroño. Laura está preocupada por su hija, de 4 años, porque últimamente ha detectado algunos comportamientos que le llaman la atención. Entre otras cosas, le encuentra más apegada que de costumbre, presenta una actitud más oposicionista, se le olvida pedir para hacer pis, y sobre todo, lleva una semana haciéndose caca encima. También está haciendo caca en sitios inadecuados, diferentes al retrete. Estos comportamientos llaman mucho la atención a su madre, porque hacía tiempo que parecía que controlaba todos sus esfínteres. Tras mantener entrevista con ella, todo apunta a que se trata de un fenómeno conocido como «regresión». Esta es nuestra respuesta.
A falta de poder comprobar este supuesto mediante una observación o entrevista más extensas, la información que nos facilitas apunta que tu hija pueda estar padeciendo algún tipo de proceso regresivo. Pero no te asustes. A pesar de que la palabra regresión esté asociada en el imaginario popular con cuestiones como el trauma, la realidad es que se trata de algo relativamente frecuente que muchos niños y niñas pasan durante su primera infancia.
Resulta muy curioso observar cómo es el desarrollo de los niños y de las niñas. Los adultos tendemos a pensar que su evolución es progresiva y constante, como subir una cuesta, pero la realidad es que se produce a saltos, y que es más como subir unas escaleras en la que los peldaños son más bien irregulares.
No obstante, a veces los padres y las madres perciben que el desarrollo de sus hijos e hijas se detiene. Pero mucho más llamativo es cuando parece que caminen hacia atrás. Es como si perdiesen, de repente, capacidades y habilidades que dábamos por hecho que estaban muy bien asentadas y aprendidas. Estas regresiones son relativamente habituales en los niños y niñas más pequeños, y son la forma que tienen para expresar que necesitan más protección y cuidados de lo habitual.
Lo normal es que las regresiones se produzcan motivadas por sucesos que para los niños y niñas resultan muy estresantes. Esto no quiere decir necesariamente que tu hija haya sufrido ningún tipo de impacto potencialmente traumático, sino que probablemente haya tenido que enfrentarse a alguna situación para la que aún no estaba preparada. Y es que las regresiones pueden desencadenarse por hechos aparentemente irrelevantes desde la perspectiva de un adulto, como por ejemplo, las primeras peleas en la escuela, o el susto que pueda darles el ladrido de un perro. No obstante, siempre suponen una llamada de atención que no debemos ignorar en absoluto.
Además, las regresiones pueden producirse motivadas por la aparición de factores de estrés para los que los niños y niñas aún no están preparados o preparadas. Es frecuente que los mayores, cegados por nuestros propios esquemas mentales “adultistas”, no percibamos el dolor de nuestros hijos e hijas hasta que este no resulta llamativo o evidente. Por ello, es muy importante que te plantees la pregunta de si –esto esencial- desde la perspectiva de tu hija, ha habido cambios que puedan afectar a la seguridad de su mundo. Y recuerda que para responder a esta pregunta es importante que barajes dos opciones: o bien se trata de una sola variable, o de la influencia compartida de varias cosas diferentes.
Además, es importante que señalemos que el nivel de estrés que activa un determinado comportamiento no tiene por qué corresponderse, ni mucho menos, con la intensidad del estímulo que lo provoca. Recordamos, por ejemplo, el caso de una niña de 5 años que sufrió una regresión muy llamativa a raíz de la entrada en casa de un fontanero. Esto suena sorprendente hasta conocer su historia. Y es que durante los 4 años anteriores, había cambiado, por lo menos, 3 veces de casa: de casa de sus padres, a un centro de acogida y luego a una familia de acogida. Y todo ello siempre de manera relativamente repentina y en compañía de desconocidos. Teniendo en cuenta todo esto, es normal que reaccione con especial angustia ante la aparición repentina en casa de cualquier persona que no sea de su familia. En resumen, lo que ocurre en la imaginación provoca el mismo estrés (e incluso más) que la realidad en sí misma.
Nos explicas que la profesora de tu hija no ha detectado nada destacable. Ello nos indica que es bastante probable que la fuente de estrés de la que hablamos no provenga del entorno de la escuela.
No obstante, la verdad es que nos va a resultar muy complicado conocer el hecho o la situación que ha desencadenado esta reacción en tu hija. No obstante, esto no significa que no podamos hacer nada. Siempre podemos actuar dando a tu hija lo que realmente necesita, con independencia de cuál sea el origen de las dificultades que ahora presenta.
Llegados a este punto, no podemos sino recomendarte la actividad de El Extintor, publicada en este blog. Si a tu hija le gusta y disfruta con ella, cosa del todo probable, os permitirá a ambas sentiros más conectadas y comprendidas, y lo que es más importante, le permitirá a ella sentirse más acompañada durante todas estas cosas tan complicadas que le van ocurriendo. Es como si pudieras prestarle tu cerebro para que pueda actuar adecuadamente, porque el suyo aún está inmaduro.
Dicho esto, pasamos a darte algunas claves para ayudar a tu hija para que supere con mayor facilidad esta fase, y pueda sentirse a pesar de todo, mucho más segura:
- Recuérdate a menudo que lo que tu hija necesita ahora es, sobre todo, cariño y cuidados. Es posible que tengas la tentación de reñirle por lo que ha hecho, o de empujarla de alguna manera a actuar como una persona más madura e independiente. No lo hagas. No le lances hacia retos para los que no está preparada. Si lo haces podrías empeorar mucho la situación porque, lo que más daño hace a los niños y niñas no es el estrés del entorno, sino tenerlo que afrontarlo solos y solas, sin nadie que empatice con ellos y los comprenda.
- Dedícale algo más de tiempo de lo habitual. Si ella siente que te vuelcas sobre ella cuando ella lo necesita, se sentirá más comprendida y segura. Así le dirás sin palabras que estás disponible cuando ella lo necesita, y que puedes hacerte cargo de su malestar a través de los cuidados y los buenos tratos.
- Constrúyele un refugio seguro. Los niños y niñas necesitan un lugar en la casa donde puedan refugiarse cuando sientan que las cosas no están bien. Si tu hija no tiene una habitación propia, compra una tienda de campaña infantil. Explícale que ese es su sitio seguro, y que nadie puede entrar allí salvo ella. Deja eso claro a todos los miembros de la familia, adultos y niños, que tendrán que respetar este espacio como un territorio “sagrado”. Si la tu hija se refugia allí, dejadla tranquila. Bajar el tono de voz y respetar su espacio. Permitidle que ella sea la que salga cuando se sienta de nuevo preparada para volver al mundo.
- Juega a los bebés. Esta es una estrategia bastante sencilla que ayuda mucho a los niños y niñas que se encuentran inmersos en un periodo regresivo. Si crees que puede disfrutarlo, proponle jugar a mamás y bebés. Diviértete con ella haciendo un poco el tonto e intercambiando roles. A veces tú serás el bebé, y otras veces ella. Cuando le toque a ella, trátala como cuando era muy pequeñita: acúnala, masajéala, límpiala, abrígala, y dale de comer a la boca. Déjale que se acurruque en tu regazo y que disfrute de un contacto físico continuado contigo. Con este tipo de juego conseguirás dos cosas muy importantes; por un lado se sentirá mucho más vinculada ti como base de seguridad, y por otro lado, conseguirás que satisfaga su necesidad de apego y de cuidados íntimos de una manera que no le avergüence ni resulte amenazante. Pero pon en práctica este consejo sólo si ves que tu hija se ríe y disfruta. No le fuerces a hacerlo.
- Intenta poner de acuerdo a toda la familia. Sabemos que no es fácil. Que cada persona tiene su forma de ver e interpretar las dificultades. Pero ahora resulta especialmente importante que todos hagáis un esfuerzo por estar de acuerdo, y transmitir los mismos mensajes. Y es que es muy probable que ahora tu hija necesite más que nunca un refugio seguro. Y este es siempre un lugar predecible, donde no existan los nervios que inevitablemente provocan los desacuerdos. Pues bien, una buena forma de aunar opiniones es leyendo todos este post, y diciendo en alto lo que todos opinan al respecto.
- Habla con su hermana mayor. Pero no le digas qué es lo que tiene que pensar o qué es lo que tiene que hacer. Eso es garantía de fracaso en la conversación. Intenta mejor estimular su empatía con su hermana, motivándole a que se ponga en su lugar. Para ello puedes exponerle a problemas que tiene que resolver como, por ejemplo el siguiente: imagina que vas por la calle y te da un fuerte apretón. Tan fuerte, pero tan fuerte, que vas corriendo al baño pero no llegas… y te haces caca encima. ¿Qué te gustaría que hiciesen los demás? ¿Qué te haría sentir mejor? Aunque no sepa responder no le des la solución. Déjale pensando y haciendo todo ese trabajo que apenas se ve, pero que a la larga resulta mucho más enriquecedor. Seguro que te sorprendes con un cambio de actitud.
- Compra plastilina marrón. Y seguro que lo que vamos a decirte ahora te va a llamar la atención. Compra plastilina de color marrón y juega con tu hija con ella. Haced diferentes figuras, y disfrutad de toda vuestra creatividad. Así podrás moldear a tu gusto una buena caca. Sí un gran truño de pega. Jugad con la caca que habéis moldeado, y divertiros con ella. Colocarla en la cama de su hermana y esperad a ver su reacción. Dejadla en mitad del pasillo y haced que la pisáis sin querer. Inventaros todas las historias escatológicas que os vengan en gana. Estarás preguntándote qué conseguimos con eso ¿verdad? No me extraña. Digamos que es importante que tu hija no sienta que las cacas son algo malo, o que te resulta a ti difícil lidiar con ellas. Cuanto más segura se sienta con todo esto, tanto mejor.
En nuestro correo electrónico nos explicas que estás haciendo nuestra actividad de El Cofre del Tesoro, recuerda que es un buen momento para introducir en su cofre palabras que tengan que ver con la independencia, con el cariño y con el autocontrol. Así que estate pendiente de cualquier comportamiento de tu hija que te permita recompensar los esfuerzos que realmente invierte en este sentido. Le harás sentir más independiente y capaz, en resumen, mucho mejor.
Por otro lado, ten en cuenta que los consejos que te ofrecemos no van a causar ningún daño independientemente de que acertemos o no con nuestra interpretación de tu consulta. Así que descuida y ponlos en práctica, que sólo pueden hacer bien a tu hija.
Recuerda que estos consejos sólo son una aproximación a la consulta que nos planteas. Si los pones en práctica y la situación no mejora en el plazo orientativo de un mes, puede ser recomendable que consultes con un orientador familiar. Un profesional siempre podrá darte una respuesta más adaptada a tus necesidades particulares. Y por supuesto nosotros estamos a tu entera disposición.
Esperamos que te hayan resultado de utilidad nuestros consejos. No dudes en dar a “me gusta” y compartir si ha sido así. Ya sabes que nos ayudas mucho si nos echas un cable para llegar a más personas. Y muchas gracias por confiar en nuestro criterio.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com