[…] Todo eso para descubrir que lo que me había estado jodiendo vivo todo este tiempo no eran “los nervios”, “el estrés” o “la ansiedad”, sino la profunda vergüenza asociada a tantos eventos de mi vida que me habían configurado para sentir que nunca, haga lo que haga, voy a ser suficiente, porque el mal estaba hecho y eso no se podía resolver. […]
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