[…] De esta forma, la solución perpetúa el problema. Porque la persona que ha “ganado” la discusión sabe, en su fuero interno, que no ha convencido, sino que ha causado un daño. Y la culpa se suma a la angustia que ya sentía, al identificarse ahora como el malo o la mala que causa dolor a sus seres queridos. Y la persona que ha “perdido”, puede sentir que debe restaurar, lo antes posible —ya sabéis, desde la angustia— la afrenta que ha sufrido, seguramente ganando la siguiente discusión que haya en casa. Así es como se perpetúa la angustia. […]
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