Procede que nos preguntemos por qué se ha popularizado tanto eso de aplaudir en los balcones…
Quizás tenga que ver con nuestra necesidad de sentirnos una tribu suficientemente poderosa como para enfrentar esta situación de riesgo.
O puede que esté relacionado con la solidaridad hacia todas esas personas que están en primera línea, arriesgando su salud e incluso sus vidas.
O puede ser que sea una obligación que hemos adquirido de manera irracional, debido al mimetismo con nuestros semejantes.
O yo qué sé, las tres cosas.
Pero aplaudir no es un hecho baladí.
No es ningún secreto que las expresiones de solidaridad inhiben la rabia. Las caricias desactivan el sistema nervioso simpático. Nos sentimos, por tanto, más seguros, en calma y tranquilos.
Como con un chute de diazepam, pero más barato.
Es como estimular a nuestro cuerpo para que nos transmita que todo está bien, y que no hay nada por lo que preocuparse.
Eso tiene cosas buenas. Nos sentimos más en contacto con nuestros semejantes, más capaces de afrontar el día a día, y confiados en que las cosas pueden salir bien. Y eso nos hace falta.
Pero también tiene otro tipo de consecuencias. Sentimos que el “deber” está cumplido. Que hemos hecho todo lo que podíamos hacer para enfrentar esta situación de que amenaza. Y lo más perverso de todo, negamos a todas esas personas a quienes homenajeamos, sanitarios, bomberos, personal de servicios sociales etc. su derecho a la pataleta.
Porque es muy difícil denunciar todos los abusos que se sufren, cuando te presentan como un héroe y te colman de medallas.
Los héroes tienen el deber de estar a buenas con la gente que los encumbra. Porque, si no, se pierden los privilegios, de manera que se vuelve a ser uno más, sin nada de valor que lo diferencie.
Por eso entiendo a todos esos gremios que están empezando a repudiar los aplausos. Que nos dicen que dejemos de hacer el chorra, y les apoyemos con más medios y dinero. Que dejemos de votar a esa panda de mafiosos que privatizan y recortan material y camas. Que empecemos a reconocer todas esas profesiones que hemos degradado, pero que son imprescindibles para mantenernos vivos y sobre la maldita tierra.
Profesiones como la mía. Que muchas y muchos miran, como un ejercicio de voluntariado que no hay que pagar, porque son cosas de la vocación, y bastante suerte tienes trabajando en lo que te gusta.
Entiendo que se quiten el traje de supermán, se arranquen los galones, y tiren con rabia al suelo la máscara. Que detesten ser sueperhéroes, cuando sólo son personas bien jodidas, haciendo esfuerzos titánicos para enfrentar el día a día sin que les desborden su rabia y su miedo.
Quizás sea a esa rabia y a ese miedo a quienes hay que hacer el homenaje. Para permitir que se expresen con toda la contundencia que procede, y surja la revuelta que todas y todos necesitamos.
Eso es empatía, señoras y señores.
Convertirlos en héroes, es una putada.
Referencias: FOCUAULT, M. (1975). Vigilar y Castigar: nacimiento de la prisión. Madrid: Siglo XX PORGES, S.W. (2017) Guía de bolsillo de la teoría polivagal: el poder transformador de sentirse seguro. Barcelona: Eleftheria VAN DER KOLK. B, (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria: Barcelona
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
Ciértamente Gorka, víctimas de un sistema desbordado por esta crisis y maltratado desde hace años con un desmantelamiento sistemático tanto estructural como humano, en favor de modelos privados. Un saludo!
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Gracias. Es justo lo que quería decir, José Manuel. Un saludo.
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Es al revés.
Creamos #héroes para exigir el #sacrificio.
Muchos aplausos hacia el colectivo de #sanitarias y #sanitarios están envenenados. Por mucho que se sostengan en buenas intenciones.
Por eso, sufren el ostracismo por parte de sus vecinos, exigiéndoles que se aparten de ellos y sus familiares, no vaya a ser que traigan el #virus con ellas o ellos.
Los trabajadores esenciales no necesitan nuestra admiración, sino #seguridad y condiciones dignas de trabajo.
Condiciones que no pueden tener porque hace años se desmanteló la sanidad pública, para rellenar el hueco que la especulación y la corrupción habían dejado.
No hay mayor perversión que disfrazar la mediocridad de superioridad moral; ni mayor maldad que exigir la perfección a quién está en primera línea de fuego.
Que la conciencia no se escape en el ruido que hacen al chocar nuestras manos.
Y, sobre todo, que quede algo de #INDIGNACIÓN y #RABIA, porque va a ser necesario.
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Gorka Saitua | educacion-familiar.com
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