Feliz navidad

No soy de felicitar las navidades.

Qué le voy a hacer. Me sabe a hipocresía y a caspa barata.

Pero, igual, este año es diferente.

La situación sanitaria nos ha agitado a todas y todos. Hay quien ha perdido a familiares queridos, quien los tiene todavía sufriendo, y quien teme que les pase algo.

Además, no todo es COVID. Sigue habiendo muchísimo dolor en el mundo, tanto físico, como emocional, cuando no ambos juntos.

Por mi parte, he vivido instalado en el miedo a que les pase algo grave a las personas a las que quiero. Y estar ahí, hipervigilante y rígido, me ha llevado a no tratarles siempre con el cuidado que se merecían.

Y creo que, quien más, quien menos, todas y todos hemos pasado por algo parecido.

Una vez me preguntaron qué es lo que más necesitan las niñas y niños. Creo que respondí que muchas cosas, que no tenía ni idea.

Ahora, conectado con lo que está pasando, y con como me gustaría haber actuado, diré que este año hay un regalo que les falta: cercanía y presencia.

Es decir, la sensación sentida de que están acompañadas y acompañados. Porque, cuando los adultos sufren, pierden de vista la experiencia de los más pequeños.

Así que, recordad que ellas y ellos dicen que quieren regalos pero, por encima de otras cosas, necesitan y agradecen que paséis tiempo junto a ellos. Que no hay tiempo de calidad, sin cantidad de tiempo cerca, en contacto.

Disfrutad del calor de la familia. Que el mundo es, ahora, mucho más frío que antes. Y se necesita reponer muchas fuerzas para salir a lidiar con la que está cayendo.

Un abrazo grande, y mis mejores deseos.

Gorka Saitua | educacion-familiar.com

Por un curso orientado a los cuidados

A mí no me hagáis caso, que de esto no sé nada. 

Pero visto lo complicada que está la cosa, y la incertidumbre que hay en el ambiente, me encantaría que el sistema educativo hiciera un experimento. 

Así, a lo loco, como si estuviéramos borrachos. A ver qué sale. 

Un año sin currículum. 

Sin calificaciones, ni exigencia de contenidos. 

Profesoras y profesores centrados en acompañar a sus alumnos, sabiendo que es lo que necesitan y lo que merecen. Y enseñando lo que de verdad sientan valioso y oportuno. 

Que puedan dar rienda a sus pasiones, sin interferencias de ningún tipo. 

Así, además, podrían atender unos pocos profesores a un grupo de alumnos. Sin mezclarse con otras personas. Minimizando el riesgo de contagio.

Es injusto pedir a muchas alumnos y alumnos que sigan el ritmo. Además, sabe dios cuándo y cómo va a acabar esto. 

Creo que lo único a lo que podemos aspirar ahora, es a que las y los estudiantes estimulen su interés y su motivación, y disfruten del apoyo que necesitan, sin exigencias de ningún tipo. 

Y las figuras docentes saben perfectamente como hacerlo. Sólo necesitan recuperar su espacio. 

¿Qué es lo peor que puede pasar?

¿Un curso perdido?

Sí, es una fantasía de alguien que nunca ha pisado un aula como maestro. Pero que también sabe qué necesitan las personas que lo están pasando mal —docentes, familias y alumnas—: redes de apoyo y solidaridad para enfrentar el estrés y el miedo. 

El gusto de estar todos juntos. Bien unidos. 

La administración educativa podría centrarse en valorar el impacto de esta experiencia en todo el mundo. Lo hacen muy bien. Tienen experiencia y disfrutan con eso. 

No creo que volvamos a tener una oportunidad mejor de cambiar la educación, centrándola en lo que de verdad es valioso: las personas, y las experiencias de aprendizaje significativo. 

Podría ser un curso para recordar, si no nos empeñamos en hacer lo de siempre: tirar hacia delante, sin tener en cuenta las circunstancias y los acontecimientos. 

Pero yo de esto no sé nada. Y no es una forma de hablar; no tengo ni pajotera idea.

¿Qué pensáis vosotras y vosotros, mis contactos del sistema educativo?

Os escucho con muchísimo interés. Con los oídos muy abiertos.

Gorka Saitua | educacion-familiar.com