[…] Nuestro cerebro está hecho para funcionar en comunidad, en pareja, en tribu; y el mero hecho de sentir la soledad lo coloca en una actitud protectora. […]
—Es que siempre estoy tensa, Gorka —dijo—; y eso irremediablemente me pasa factura con mis hijos.
Se le notaba un profundo remordimiento.
—¿Te puedo hacer una pregunta? —respondí.
—Sí —dijo, sin levantar la mirada.
—¿En quién te puedes apoyar para criarlos? ¿En quién puedes confiar que estará a tu lado, en lo bueno y en lo malo?
Ahora sí, me miró a los ojos.
—Pues, si te soy sincera, creo que en nadie —confesó, y quedó callada.
—¿Cómo vas a estar tranquila, entonces? —pregunté—. ¿No te estás exigiendo un imposible?
—Pero tengo que estar bien —afirmó—. Para ellos.
—Bueno… sí, y no. Depende de cómo se mire —dije—. Tienes que estar bien todo lo que se pueda.
—¿A qué te refieres?
—A que estando sola no es posible estar bien —respondí—. Nuestro cerebro está hecho para funcionar en comunidad, en pareja, en tribu; y el mero hecho de sentir la soledad lo coloca en una actitud protectora.
Es verdad. La soledad es un peligro, tanto para la persona como para los suyos, y ese peligro irremediablemente activa el sistema simpático y, a diferentes niveles, una respuesta de lucha o huída. En ese estado, es muy difícil considerar y tener en cuenta las necesidades emocionales de los hijos.
—Pero hay madres solteras que lo hacen bien —me respondió con lucidez.
—Bueno… igual lo que pasa es que no conocemos del todo sus circunstancias —dije—. Puede ser que no estén solas, que tengan en apoyo de un grupo de amigas sólido, o de su familia; o, lo que suele ser más común, que parezca que todo está fenomenal de puertas para fuera, pero que por dentro se sientan como tú, limitadas, en riesgo, abrumadas y pequeñitas.
—No lo sé —dijo, insegura.
—Me va a resultar difícil convencer a tu parte culpable, según veo.
—Es que por mucho que me esfuerce no consigo estar bien…
Se quedó largo rato en silencio. Esperé, intuyendo que estaba pasando algo importante.
—¿Me dejas que le diga algo a esa parte tuya que te machaca?
—¿A cuál?
—A la que te dice que haces las cosas mal, y que deberías esforzarte más para estar mejor y dar una mejor vida a tus hijos.
—No sé —aceptó—. Vale.
—Quiero que, antes, prestes un poco de atención a tu cuerpo, y que me señales, como otras veces, qué parte está más presente o activa —le pedí.
—Buff… sobre todo la frente. Es como una tensión dolorosa encima del entrecejo.
—Perfecto. Digamos que esa parte culpable se está manifestando ahí, como si te obligara a actuar desde ahí dentro —interpreté.
—Eso es.
—Pues vamos a mirarla con curiosidad y ver cómo le afectan mis palabras, ¿te parece?
—Vale.
—Hola, parte culpable —dije en tono de humor—. Ya te vale, mira qué mal se lo estás haciendo pasar, oye.
Dejé que se hiciera un silencio.
—¿Qué ha pasado?
—Se ha hecho mucho más presente, casi dolorosa.
—Vaya. Mal trabajo —dije sobreactuando contrariedad—. Vamos a probar con otra cosa.
—No seas malo —me dijo con una sonrisa traviesa.
—Vale. No lo seré —respondí—, pero tú vuelve a mirar con curiosidad esa frente tensa y que duele, y vamos a ver qué pasa.
—Vamos a ver —respondió con mimetismo: estaba preparada.
—Creo que, a menudo —empecé más despacio— se te carga con una responsabilidad que no mereces. Es como si tú te tuvieras que hacer cargo de todo. Además, es bastante injusto que, después de lo que te has esforzado, se te eche en cara lo que has hecho. Lo que yo quiero, de corazón, es que te llegue el mensaje de que, si estás presente es porque Iciar [nombre ficticio] quiere estar bien consigo misma y con sus hijos, y eso habla fenomenal de sus recursos y de ella. Estaría genial que, a veces, pudieras retirarte a descansar, confiando en que, con la compañía que ella elija, o tratándose bien a sí misma, puede hacerse cargo sin problemas.
Ahora, su mirada radiaba paz y un confort casi contagioso.
—Hostia, Gorka —se sorprendió— ha desaparecido por completo. Es como si se hubiera abierto una válvula de repente, y se hubiera liberado toda la presión de mi cabeza. Gracias, de corazón. Muchas gracias.
—De nada —le agradecí—, pero me gustaría, mucho, mucho, dar un paso más, ¿me dejas?
—Sí, claro —aceptó, confiada.
—Es que, ahora, que esa parte culpable descansa, es importante que sintamos qué está pasando en tu cuerpo. ¿Qué zona se siente más capaz y segura?
Cuando hacemos una valoración de la situación de una persona y/o una familia es imprescindible explorar su red de apoyo. El motivo es que, como se ha destacado en la conversación previa, nuestro cerebro está diseñado para sentirseguridad sólo con la compañía, el apoyo y la protección de otras personas, en ausencia de las cuales, permanece en un estado protector casi permanente.
Si esta red de apoyo no está presente y no es posible, está bien preguntarse cómo afecta a la persona su sistema de protección en relación a la posibilidad de acercarse a a terceros y formar vínculos; explorar las excepciones relacionadas con las experiencias de apoyo y compromiso social; o, en el peor de los casos, situarnos nosotras y nosotros, como profesionales y sistema encargado de promover una parentalidad social, en una posición de apoyo que permita a las personas discernir su identidad de los mecanismos protectores relacionados con la soledad, en los que todas y todas caemos, porque compartimos una estructura neuronal básica, de la que dependemos.
Nuestro cerebro es un órgano social, que necesita de otras y otros para lograr un óptimo funcionamiento. Restaurar la confianza en las personas, a menudo por mediación de una figura profesional, es un elemento clave para restaurar los vínculos.
Y eso, por delante de otras muchas cosas, es parte de nuestro trabajo.
Y tú ¿cómo lo haces?
* Intervención ficticia basada en conversaciones reales.
Referencias:
BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2009). Los buenos tratos a la infancia: parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa
BERASTEGI, A. y PITILLAS, C. (2018). Primera alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos. Barcelona: Gedisa
DANA, D. (2019). La teoría polivagal el terapia. Cómo unirse al ritmo de la regulación. Barcelona: Eleftheria
SCHWARTZ, R.C. (2015). Introducción al modelo de los sistemas de la familia interna. Barcelona: Eleftheria
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com