Intervenir desde las tripas | próxima ponencia

En el congreso «La mirada interna en el trabajo con personas: reconexión y cuidados colectivos», organizado por Verónika Bajarrón Alkobendas (La Psicokiller).

Cuando empecé a trabajar en estas cosas, confiaba demasiado en mi formación académica. Ya sabéis, en lo que había aprendido en la universidad y en algunos libros.  

No me culpo por ello. Nuestras intervenciones deben basarse en la evidencia. Es lo que nos diferencia de los farsantes, o de un consejero cualquiera.  

Sin embargo, el marco que representa el conocimiento científico, resulta escaso. Valioso sí, pero  insuficiente; sobre todo, si queremos trabajar sobre lo que ocurre entre las personas: las relaciones o los vínculos.  

La explicación es muy sencilla: lo que pasa en el contexto de las relaciones pasa demasiado rápido, a un nivel preconsciente, sin pasar por la mente, casi exclusivamente a nivel del cuerpo

Mi hija andaba con mocos. Habíamos pasado de esos fluidos y transparentes, a los verdes y gordos, por lo que habíamos entendido que ya estaba superando el catarro.  

De repente, empezó a protestar sin motivo aparente. Nos íbamos a la playa, y ella quería irpero empezó a dar tumbos. Parecía enfadada.  

—¡Quiero ir a la playa! —exigió con fuerza.  

Claro, cariño, esa es nuestra idea —le dije.  

—¡No! —contestó más irritada— ¡Quiero ir a la playa!  

«A ver, que te estás liando y me estás liando a mí.» 

—Pero… si te he dicho que sí, que ahora vamos —dije, con una presión en la frente que indicaba que se estaba activando algo dentro de mí.  

¡¡Vamos a la playa!! —repitió gritando, lo que me resonó como una exigencia inadmisible.  

Traté de contenerme. «A ver, cálmate un poco, flipao, que no estás entendiendo nada».  

—¿Qué te pasa? —dije—. No lo entiendo.  

¡Quiero ir a la playa! —dijo, rompiéndose le la voz. 

«La madre que me parió», me dije, y noté como se me fruncía el ceño.  

—¿Estás enfadada? 

—¡No!  

—¿Estás triste? 

—¡¡No!! 

—¿Te duele algo?  

—¡¡¡No!!! 

Entonces, apareció mi mujer que había estado viendo la escena desde la distancia. Entonces, dijo con voz amable:  

—Yo creo que está molesta, Gorka. Algo le duele.  

Miró hacia ella con expresión compasiva.  

—Si quieres, cariño, puedes poner el dedito donde te duele.  

—Aquí —dijo quebrándosele la vez y señalándose la garganta—, en el cuello.  

«¿Y por qué no me lo has dicho a mí, si te lo he preguntado?», me dije, sintiéndome u poco rechazado y un padre de mierda. 

Lo que había pasado es algo que pasa siempre en nuestras relaciones con niñas y niños, a saber, con esas personas pequeñitas que no tienen el lóbulo izquierdo de su cerebro suficientemente integrado y maduro: que la canija, a punto de cumplir los 3 años, no estaba respondiendo a mis palabras, sino al estado de mi sistema nervioso

Si me apuráis un poco, diré que ella había reaccionado a su malestar activando su respuesta [simpática] de lucha, como si se dijera «tengo que pelearme con este dolor para superarlo» y, al liarse a tortas con él, me había caído alguna. Nada que reprochar, nos pasa a todas y a todos. El problema fue que, en ese momento clave, mi cuerpo resonó con el suyo, actuando en sincronía, y despertando en mí el mismo tiempo de reacción, que en mi mente adulta —un poco más contenida— sería algo así como «venga, déjate de hostias, vamos a resolver el problema».  

En esas condiciones, claro, ella se sintió presionada e incomprendida, y ambos entramos en un círculo vicioso en el que, cuanto más se activaba uno, pero se ponía otra, y viceversa.  

Ambos necesitamos una mirada amable y comprensiva para volver a la calma y, una vez allí, retomar el compromiso social necesario para describir, valorar, planificar y resolver el problema. Ahí es donde entra en juego mi mujer, que supo ser compasiva no sólo con las dificultades que teníamos, sino con nuestro estado nervioso.  

Sólo cuando todo había terminado, y sentía que se había resuelto este desajuste, pude echar la vista atrás y ver lo que había pasado. Que su exigencia y cabreo no era para mí, sino para su malestar y los virus; y que, si no me había querido decir lo que le pasaba, es porque estábamos a kilómetros de distancia, aunque en el mismo cuarto. En conclusión, ni era un padre tan chungo, ni ella me había rechazado. Sólo había reaccionado de manera coherente con su dolor y un padre que no estaba empatizando.  

Pies bien, cuando hablamos de intervenir desde las tripas, hablamos justo de esto: de prestar atención a esas interacciones desde nuestro sistema nervioso autónomo que van demasiado rápido y por una carretera que esquiva la mente y la conciencia, pero por la que se trasladan las mercancías y los pasajeros que de verdad merecen la pena. 

¿Cómo hacerlo?  

Aquí da para escribir varios libros. Pero, una de las claves es confiar en la información que nos devuelve el propio cuerpo. 

El sistema nervioso autónomo genera sensaciones que se activan, desactivan, y se mueven por extremidades y vísceras. Y esas sensaciones, si no hay nada que las perturbe, son una fuente excelente de información sobre el estado de otras personas.  

Lo que pasa es que, a veces, interfieren nuestras mierdas. Y a esas mierdas, que nos confunden y nos llevan a activar mecanismos de protección desajustados, es a lo que llamamos trauma. E identificar y trabajar sobre ese trauma, que está codificado en el cuerpo, nos permite liberar de presiones a nuestras hijas e hijos, colocando nuestro dolor en el lugar del espacio y el tiempo que le toca; lejos de su experiencia física y sensible.  

Porque si yo me sentí pequeño y rechazado, no tiene que ver con lo que ella hizo, sino con alguna historia que resultó complicada, y que aún está por ahí dando coletazos.  

Pues bien… de eso, y justo de eso, es de lo que voy a hablar en mi ponencia para el congreso que ha organizado Veronika B. Alcobendas (La Psikokiller), una profesional que está haciendo un excelente trabajo y a quien admiro. De lo que nos pasa con las niñas y niños y con las personas a quienes acompañamos, y de cómo trabajar con eso, tomando conciencia del estado nuestras vísceras para que sean nuestras aliadas, y no nuestras enemigas.  

Ya verás. El resto de ponentes son de los que se te va la olla.  

¿Te apuntas? 

Aquí os dejo el enlace: https://www.facebook.com/Veronika.B.Alcobendas/posts/1601520386705909 

Puedes contactar con ella para más información.

¿Nos ayudas a compartir? 

¡Gracias! ❤️


En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es image.png

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s