Autorreconocimiento: ¿la tercera dimensión del autoestima?

[…] Para que nos entendamos. Si la primera implica una perspectiva cognitiva y la segunda afectiva, el autorreconocimiento es esencialmente relacional. Es decir, se define como la capacidad que tenemos las personas para reconocernos en las diferentes partes protectoras (directivas, apagafuegos y, sobre todo, exiliadas) que podemos articular. […]

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Juanito: la restauración de la confianza en el mundo adulto

[…] La cosa es que, además —para acojonarme más si cabe— me cuentan que Juanito es más malo que Hitler con un dolor de muelas. Que se escapa de casa y que se la pela todo; que va por la vida trapicheando, que corta el bacalao, y que amarga la vida a todos los compañeros de clase que no le siguen el juego. Y que tenga cuidado si me quedo con él a solas, porque es impredecible y no tiene freno. Glup. No me jodas. […]

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Peso: la paradoja del odio como mecanismo de protección

[…] Pero es que no estoy hablando de perdonar ni de reparar la relación. Ni mucho menos en términos morales. Eso lo dejamos para la misa de 11, alabaré, alabaré al señor. De lo que hablo es de que ahí, justo donde menos apetece, hay una oportunidad. Y podemos pillarla o dejarla escapar. Es una oportunidad para exonerar el propio autoestima, liberándole del peso que nunca tuvo que llevar. […]

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El dragón sin fuego y la bola gris 

[…] Y es que a Draghur le pasaba algo que nunca antes le había pasado a ningún dragón: Draghur no podía expulsar fuego por su boca. No podía señalizar su posición en la noche, no podía cocinar su comida, no podía jugar con sus amigos, y no podía hacerse valer.  Porque no tenía fuego y sentía que nunca lo iba a tener. […] 

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Lo único que me queda 

[…] En estas condiciones, el único lugar donde se sentía valiosa la niña, era en casa, con sus figuras de apego y de referencia, que sí podían verla como una niña valiosa, con independencia de sus dificultades o circunstancias. Por eso, le cuesta tanto reconocer sus errores… quizás, porque todo su cuerpo grita:  «Aquí no, por favor. Aquí no me hagáis también sentir pequeñita.» […] 

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Familias en conflicto: repartirse a las hijas e hijos para sobrevivir 

[…] Pero no estamos hablando de un reparto en sentido literal, rollo esta para mí y este para ti, sino de algo más simbólico, que se articula a través de los procesos de identificación. Entonces, vemos que a una de las hijas o hijos se le atribuyen las características del padre, y al otro las de la madre, pero de una manera caricaturesca y casi estereotipada, como si fueran un calco de la figura adulta que “les ha tocao”.  […] 

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Te lo comes tú para que yo pueda sobrevivir: proyección y vergüenza de base 

[…] El problema de la proyección es que es insensible a los argumentos. Por mucho que expliquemos a una persona lo que está pasando y las dificultades en que se está metiendo, difícilmente entrará en razón, porque se está protegiendo de amenazas formidables. […] 

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A las y los docentes interesados en el trauma: gracias de corazón 

[…] Porque estar ahí, desconectado de la materia, de los compañeros, de los profesores, deseando huir, angustiado, es un tormento brutal. Máxime cuando uno se dice y se repite a sí mismo que es un burro, un inútil, por no estar al nivel de los demás, haciendo esfuerzos prodigiosos para que la mente vuele y me lleve a otro lugar más amable, en el que, al menos, se pueda estar. […] 

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El mar de la calma | la teoría polivagal aplicada al sueño infantil 

[…] Debajo de mi balsa, está el mar, con sus olas que me levantan hacia el cielo con fuerza, y que me bajan con cuidado, meciéndome con suavidad. Si me concentro, puedo sentir cómo las mueve mi respiración. Tomar aire me impulsa hacia arriba llenando de energía todo mi cuerpo; y echarlo, despacito, con cuidado, me lleva hacia abajo, dejándome una sensación de calma genial. […] 

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