La infancia en una caja de regalo: el mito de la donación como fuente de sufrimiento 

[…] De hecho, una de las cosas que más detecto en las familias que sufren es este empeño por tratar de cambiar lo imposible, de meter o incorporar en las niñas y niños caracteres que no están a su alcance a través de mil estrategias inútiles, que sólo generan más y más sufrimiento. […] 

Un error en el que caemos habitualmente madres, padres y profesionales, es considerar la educación y la crianza en términos de DONACIÓN. Es decir, como una entrega de atributos orientada a mejorar a otra persona, su bienestar, su calidad de vida o su futuro.  

Y no bajes la mirada, que, por muy lista o listo que seas, tú también has caído.  

Ayer, sin ir más lejos, escuchaba a un psicólogo hablar así en torno a la relación entre padres e hijos, con un lenguaje muy solemne y un toque moralista.  

Casi escupo en el suelo.  

Porque son este tipo de significados sutiles, ocultos, que hemos normalizado, pero de los que no nos percatamos, los que constituyen el sustrato de múltiples problemas. Porque, al final, caer en la trampa de la donación implica aceptar una serie de MITOS que, no por estar generalizados, dejan de ser patrañas:  

Por ejemplo, aceptar la idea de que los adultos tenemos cierto control sobre qué van a ser nuestras hijas e hijos. Si sois madres o padres, seguramente os habréis percatado del poder que tiene el carácter —es decir, las características que vienen de serie, sin actualizaciones de software de ningún tipo— o la neurodivergencia en la calidad de vuestra relación o en el tipo de decisiones que van a tomar en su camino.  

Sencillamente, hay muchas cosas que no se pueden modificar, por mucho empeño que le pongamos. Es más, hay muchas cuestiones que se van a cronificar o encasquillar más, cuanto más empeño le pongamos.  

A tomar por culo.  

Y da igual lo que les quieras ofrecer o donar, porque sólo van a poder incorporar lo que cabe en unos esquemas que NADIE ha elegido.  

De hecho, una de las cosas que más detecto en las familias que sufren es este empeño por tratar de cambiar lo imposible, de meter o incorporar en las niñas y niños caracteres que no están a su alcance a través de mil estrategias inútiles, que sólo generan más y más sufrimiento.  

Pero ahí no queda todo, amigas y amigos. La idea de la educación como donación tiene, si cabe, un componente más estúpido: la idea de que las características de las niñas y niños dependen exclusivamente de sus padres, de manera lineal, como quien entrega un trozo de pan o un caramelo. 

Os voy a decir algo que suele calmar bastante: ni sois la única influencia de vuestras hijas e hijos, ni la más importante.  

Coño, Gorka, ¿qué es lo que dices? ¿cómo que no somos la más importante? 

Vale, la primera parte parece que se ha entendido. Está claro que no somos la única influencia, pero lo que viene después rechina un poco. Al menos, a la luz de lo que habitualmente se dice en posts de todo tipo.  

Pues no, no sois la influencia más importante. Por delante de vosotros están ellas y ellos, su carácter, su personalidad y el procesamiento que hacen consciente o inconscientemente de la información que les viene de dentro o que les llega de fuera. Y está fenomenal que así sea, porque si algo puede protegerles en este mundo es sentirse PROTAGONSTAS DE SU PROPIA VIDA. Un protagonismo que entra radicalmente en conflicto contra la idea de la educación y crianza como donación, en la que el que recibe queda relegado a ser un sujeto inerte y pasivo.  

Así que dejaros de hostias, y dad valor a las decisiones y respuestas que ellas y ellos activan, porque eso les va hacer sentir más seguros que miles de estrategias y consejos.  

Además, colegas, si pensáis que las relaciones humanas son algo lineal, en plan, toma, cariño, esto es para ti, mira cómo me lo he currado, vais jodidos por el ojete. Porque, en el caso más sencillo, la donación tendrá un impacto sobre ellos, a saber, guay, me lo quedo, o qué mierda, vete a tomar por culo, o me la suda, pantera de mi alma, que a su vez tendrá repercusiones en vosotras o vosotros, y así hasta el maldito infinito. Porque las relaciones, nos guste o no, son circulares, y es en esa circularidad donde aparecen, se gestionan y se resuelven los problemas, llegando, con más o menos acierto, a diferentes formas de equilibrio.  

Por último, piensa en qué lugar deja este mito a la persona QUE DA y a la persona QUE RECIBE. Piensa en las relaciones de poder que emergen, y en la vinculación patológica que puede surgir en términos de lo que te debo y lo que me debes. Y no estoy diciendo chorradas, hay múltiples familias en las que antes, por encima de otras cuestiones, se mide esto.  

Y piensa también en lo patológico que es omitir el impacto que otras personas tienen en nuestra vida, o el que tienen las condiciones materiales o estructurales en nuestra capacidad para estar, permanecer y acompañar debidamente a los nuestros; y no olvides que hay mucha peña a la que le interesa colocar toda la responsabilidad en las madres y padres, alimentando su culpa, para que no miren más allá, se revelen, o paguen por NUESTROS servicios.  

Sí, las y los profesionales tenemos intereses en esto.  

No sé si me he explicado bien, pero lo que quiero decir es que sí, puedes regalar atributos, pero no hay nadie en este maldito mundo, por muy empático que sea, por mucho que haya estudiado, por mucha experiencia que tenga con infancia, que pueda predecir nada en relación a eso. Y líbrame de quienes piensan que puede hacerlo, Diosito, porque no quiero saber de dónde sacan los recursos que malgastan en ello.  

Entiendo que, a veces, necesitamos saber que estamos haciendo las cosas bien. Que entregamos a nuestras hijas e hijos las experiencias y herramientas que a nosotros nos han servido. Es un mecanismo de protección eficaz contra la culpa que martillea a las madres y padres mínimamente buenos, es decir, a aquellos que son capaces de asumir su responsabilidad, sin proyectar demasiado sus mierdas en sus pequeños. Vale, te lo compro, mastúrbate con eso; pero no olvides que probablemente no sean más que ideas irracionales que te has montado para salir de un apuro y no quedarte tirado en la carretera en una noche de mucho frío.  

La realidad rara vez es tan simple como las historias que nos contamos. Tiene unos niveles de complejidad que no soportamos.  

Así que, cariño, no me seas gañán y deja de hablar de crianza o educación como quien hace regalos. Deja esas cosas para las navidades o para los cumpleaños que, cuando caen en exceso, nos vuelven estúpidos.  

La crianza puede verse como un proceso de exploración desde a curiosidad, con personas a las que recurrir cuando las cosas se tuercen, peleando contra las circunstancias con compasión hacia quienes queremos, y no como un mero cúmulo de cajitas con un lazo.    

Espero que estemos de acuerdo.  


Gorka Saitua | educacion-familiar.com 

3 comentarios en “La infancia en una caja de regalo: el mito de la donación como fuente de sufrimiento 

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