[…] No tengo nada en contra de la dopamina, que mola protones, y nos ayuda a para iniciar y sostener la motivación, además de a disfrutar de los premios que hemos logrado o que nos merecemos. Pero esa dopamina, la de las pajillas, tiene un lado oscuro como base para la regulación emocional. […]
En mi grupo de amigos, siempre bromeábamos con que, en época de exámenes, nos la cascábamos como monos.
—Es increíble como mejora mi vida sexual en esta temporada —decía uno.
—Calla, calla y ponme otro cubata —respondía otro.
—Ja-ja-ja.
A ver, no éramos los únicos que utilizábamos la masturbación como refuerzo para una tarea tediosa, como estudiar integrales, o meternos por vena un vocabulario de inglés que no entraba ni a hostias.
Pero esto, que no deja de ser una anécdota graciosa, habla de nuestro sistema de regulación emocional interno, basado en la DOPAMINA.
No soy experto en el sistema endocrino, así que sed libres de corregirme o hacer las aportaciones que queráis. Prometo corregir los errores que haya podido cometer.
La dopamina es, muy simplificadamente, la hormona del placer. Se produce durante un orgasmo, con una buena jamada, o con los refuerzos rápidos de los videojuegos, entre otras cosas. Y te deja a gusto, francamente bien.
No tengo nada en contra de la dopamina, que mola protones, y nos ayuda a para iniciar y sostener la motivación, además de a disfrutar de los premios que hemos logrado o que nos merecemos. Pero esa dopamina, la de las pajillas, tiene un lado oscuro como base para la regulación emocional.
Tiene un impacto demasiado rápido, estimula el remordimiento, tiene limitaciones en cuando a la regulación de los niveles de las hormonas del estrés, como la NORADRENALINA y el CORTISOL, por lo tiene un efecto rebote guapo.
Un chute de dopamina mola. Está hecha para eso. Es como un disparo que te catapulta al cielo, tapando el malestar. Pero en esa ascensión hacia arriba, rápida como un cohete, no permite el AUTOCUIDADO o la MENTALIZACIÓN, evitando una oportunidad excelente, no sólo para transitar las emociones, sino para resolver las situaciones que provocan sufrimiento o malestar.
Utilizar mecanismos basados en la dopamina tiene suele estimular, además, el remordimiento y la culpa. Más allá de la moral imperante, que puede señalarte como vicioso si te la cascas, o te atiborras de chocolate, la sensación después es la de que has hecho algo que mola, pero también perdido el tiempo, y te has quedado igual, con las mismas sensaciones en el cuerpo de nervios o malestar. Y ahí es donde nace un remordimiento que suele introducir más tensión en un sistema sobrecargado que tuvo que recurrir a una medida extra para poderse bajar esos niveles de activación.
Eso es porque la dopamina TAPA el sufrimiento, pero ayuda poco a regularlo. Por eso, cuando dejas el móvil a un lado, con todos sus likes y ja-ja-jas, te sientes igual, con el añadido de que has perdido el tiempo y confiado en una estrategia inútil, que te ha ayudado en poco.
Es evidente el EFECTO REBOTE de la dopamina. A fin de cuentas es pan para hoy y hambre para mañana, dejando un sistema nervioso sobrecargado que va a necesitar más intensidad y cantidad de dopamina para poderse regular.
Pero, quizás, lo peor de la dopamina es que mina la confianza en que haya otras soluciones que puedan funcionar. A fin de cuentas, su viaje es tan potente, que difícilmente se podrá confiar en otras estrategias más sabias y complejas para regular los niveles de estrés y lograr mejores cotas de bienestar.
Lo vemos en todas esas y esos adolescentes enganchados a videojuegos como el Fortnite, si se escribe así, a quienes si se les retira el videojuego, es decir, la dopamina, pueden entrar en estados de agitación brutales, que les llevarán a confiar más si cabe en la dopamina para evitar el dolor.
Por eso es tan poco recomendable tratar el síntoma sin comprender las condiciones de base. Puede reaparecer en otra forma o modo que también les reporte dopamina que puede ser peor como, por ejemplo, el consumo de sustancias estupefacientes o similar.
Desde el punto de vista de la intervención familiar, sólo hay un antídoto para la adicción a la dopamina: la apuesta por la OXITOCINA, que es la hormona de los vínculos y del amor.
La oxitocina se produce cuando una persona se siente mirada, respetada, mentalizada y sentida, o abrazada, besada y cuidada en lo corporal. Implica cercanía física y respeto por los propios límites y, sobre todo, una sensación interna de profunda seguridad.
La oxitocina regula el estrés, pero dando al organismo el tiempo necesario para que pueda organizar la experiencia y conectar con la parte más íntima, la corporal. E invita a la persona que es cuidada a hacer lo mismo consigo misma cuando reaparezca el sufrimiento. Qué bien, ¿no?
En mi trabajo veo una y otra vez el poder de la oxitocina para tratar “trastornos” que no rulaban ni con medicación psiquiátrica. Adicción a los videojuegos, obesidades, compulsiones, consumo de drogas, etc. Pero incluso entre profesionales, hablar de los beneficios de la oxitocina es, a veces, considerado “comer flores” en el campo de lo social.
Pero, sin embargo, se mueve. La oxitocina cura, repara y sostiene el buen trato hacia uno mismo y hacia los demás.
Pero si yo, por lo que fuera, hubiera dicho a mis amigos adolescentes que confiaran en la oxitocina para regular su ansiedad, me habrían tachado de cursi o cuestionado mi masculinidad. Porque, en este mundo que vivimos, capitalista, machista, materialista y competitivo, hay que confiar en los bienes de consumo —es decir, en el placer— para estar mejor.
Ja-ja-ja. Me la casco como un mono. Ja-ja-ja.
Y, cojones de pato, así nos va.
Referencias:
BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2009). Los buenos tratos a la infancia: parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa.
BENITO MORAGA, R. (2020). La regulación emocional. Bases neurobiológicas y desarrollo en la infancia y adolescencia. Madrid: El Hilo Ediciones.
MARTINEZ DE MANDOJANA, I. (2017). Profesionales portadores de oxitocina. Los buenos tratos profesionales. Madrid: El Hilo Ediciones.
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
jajaja! yo tampoco conozco en profundidad el sistema endocrino, pero creo que lo has explicado genial. ¡muy gráfico y sugerente! gracias 😉 (don’t make sex without love, even with oneself)
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Gracias. Más allá de mi autoridad como profesor, creo que es importante visibilizar estas ideas para que la gente las pueda entender. Un saludo y ¡gracias!
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Muchas gracias Gorka me parece muy gráfico, teniendo en cuenta que soy la madre de dos adolescentes de casi 17 y casi 13 años… Esto de los videojuegos tiene un enganche terrible y es durísimo controlarlo y más en la época que estamos… Casi todos los compañeros de mis hijos se conectan a jugar… En fin…
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Gracias. Y mucha fuerza con ello. Sé lo absorbentes que pueden ser. Un saludo.
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Pingback: ¿Unas pajillas? — educación familiar – Gerardo Luna
Gracias por compartir, Gerardo.
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