[…] A veces, cuidarnos significa atender a sensaciones que no consideramos un problema. Ir a lo fácil para, sencillamente, empezar a cuidarnos. […]
No todas las costumbres van a ser malas…
Cada vez lo hago de manera más consciente y sistemática. Antes de cada sesión, dedico 5 o 10 minutos para chequear cómo anda mi cuerpo. Es decir, a escuchar cómo estoy y a articular alguna estrategia de autocuidado.
La idea es que me lo debo a mí mismo, y a las personas a las que acompaño.
A mí mismo, porque me he tratado mal durante mucho tiempo; y a las personas con quienes trabajo, porque lo mínimo que pueden esperar de mí es que me aplique el cuento, y entre en sus casa —su lugar seguro— en mis cabales o, lo que es lo mismo, emocionalmente regulado.
La cosa es que hoy he hecho el mismo ejercicio, 15 minutos antes de una cita que tenía en Bilbao. Y allí estaba toda ella, en su esplendor, como un apretón en la parte alta del pecho: la angustia.
Anda. Vaya mierda.
La angustia es enemiga del buen trato durante las sesiones. Me lleva a permanecer disperso, y a evitar resonar con el sufrimiento de la gente con la que trabajo. Cuando esa angustia está presente, las cosas no fluyen, y puedo acabar haciendo daño.
Mi primer impulso ha sido escucharla, sentir cómo se mueve en el cuerpo, de aquí para allá, ver cómo se transforma, con el deseo de liberarla.
Sin embargo, a poco que he colocado la atención sobre ella, se ha hecho mucho más grande. Hasta el punto que me he asustado.
«Oye, colega, que no puedes subir así, que la vas a liar parda».
Vaya movida tocha. No me jodas.
Entonces, cuando más angustiado estaba, he recordado que, aunque sea la sensación más evidente, probablemente habría otras partes de mi cuerpo activas. Así que, he dejado de lado esa sensación en el pecho —«tranki, amiga, que luego vuelvo»— y he vuelto a chequear cómo estaba mi cuerpo.
Me he encontrado con dos sensaciones de las que no era consciente. Por un lado, una fuerte presión en la frente y, por otro, mucha tensión en la mandíbula.
Así que, nada, he puesto la atención sobre mis maseteros, aligerando la presión entre los dientes. Al poco rato, la boca me ha pedido que haga un movimiento suave, moviendo la mandíbula de izquierda a derecha.
Me he dado el gusto y, de repente, ¡paf!, ha sido como si la angustia explotara, se disipara en el viento y desapareciera.
«¿De verdad ha pasado esto?», he pensado con cara de tonto.
He vuelto a posar la atención ahí, en mi pecho, y nada, oye: una calma absoluta.
Así que nada… he subido a la sesión en plenitud de mis facultades, hecho un toro.
—
Más tarde, he dedicado un ratito a pensar lo que ha pasado. Y he llegado a una concusión que no sé si es válida, pero que quiero compartir con vosotras y vosotros.
Creo que la angustia no cesaba porque —si saberlo— estaba activando el control sobre ella. Y es que activar el control es, también, forzar el autocuidado con un “para algo”.
En el momento en el que he situado la atención en otro sitio, que no me preocupaba, el cuerpo ha entrado de lleno en modo autocuiado. Y eso es lo que ha regulado la angustia, dejando que todo el sistema se relaje.
A veces, cuidarnos significa atender a sensaciones que no consideramos un problema. Ir a lo fácil para, sencillamente, empezar a cuidarnos.
Yo qué sé, a partir de ahora tendré más en cuenta estas cosas.
Quién sabe, igual es una gran descubrimiento.
Referencias:
GONZÁLEZ, A. (2020). Lo bueno de tener un mal día. Cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor. Barcelona: Planeta
LEVINE, P. A. y KLINE, M. (2017) Tus hijos a prueba de traumas. Una guía parental para infundir confianza, alegría y resiliencia. Barcelona: Eleftheria
PORGES, S.W. (2017) Guía de bolsillo de la teoría polivagal: el poder transformador de sentirse seguro. Barcelona: Eleftheria
VAN DER KOLK. B, (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria: Barcelona
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com