Uno de los síntomas que más aterran es la aparición de voces. Es decir, alucinaciones auditivas. Nuestro trabajo como educadores familiares es colaborar en la construcción de un significado que ayude a toda la familia.
—Espera, por favor… ¿Me lo permites? —le corté— me gustaría volver a tratar una de las cosas que has dicho.
—¿A qué te refieres? —contestó.
—A lo de las voces.
—Es que fue una pasada, Gorka —dijo, y sentí como su cuerpo se tensaba.
—No sé si te apetece que lo hablemos ahora, pero tengo la intuición de que, si lo hacemos, vamos a avanzar por buen camino —intenté tranquilizarla—. A fin de cuentas, creo que es un tema que está bloqueando muchos recursos en él y en el resto de la familia.
—Creo que puedo escucharte.
—Gracias. De todas formas, sólo vamos a iniciar una conversación que tendremos que terminar con su psiquiatra —le aclaré—. Tengo mis hipótesis e intuiciones, pero ya sabes que yo no soy especialista en esos temas.
Había mentido un poco, porque lo tenía medio hablado.
—Lo entiendo, pero dime en qué estás pensando. Que me está entrando el gusanillo.
—Lo normal, cuando alguien escucha voces, es que respondamos con miedo —empecé—. A fin de cuentas, es algo muy ajeno a nuestra experiencia habitual y lo normal es que no sepamos como afrontarlo.
—Es que tenías que haberle visto —me contó—. Estaba todo rayado por casa y, de repente, se giró y me gritó «¡¡te quieres callar de una maldita vez!!», y te juro que llevaba por lo menos 20 minutos sin emitir ninguna palabra. Sentí que me podía hacer daño.
—Y seguro que pensaste que se estaba volviendo loco, ¿verdad?
—Sí, me quedé paralizada, como si me hubiera alcanzado un rayo.
—¿Te cuento un secreto?
—Sí.
—Estoy seguro de que a mí me habría pasado lo mismo —le confesé—. Es muy difícil integrar en ese momento lo que estaba pasando. Pero, si quieres, ahora podemos tratar de entenderlo y darle un significado.
—Imagino que va a ser difícil, ¿verdad?
—Ya sabes que nunca te he prometido un camino de rosas —le dije con un guiño.
Se hizo un silencio cómplice.
—Mira, simplificando un montón, hay dos formas de interpretar esas voces. La primera —aclaré—, que es la que nos sale natural, es como el síntoma de un trastorno mental. Es decir, con la intuición de que se está volviendo loco.
Hice un silencio a propósito.
—¿Y la segunda? —preguntó, clavándome la mirada.
—La segunda es como la manifestación de un fenómeno que es común a todos nosotros.
—Anda. Qué dices.
—No estoy de coña —apunté—. Piensa, por ejemplo, en esos momentos en los que tú misa te desbordas. Cuando ya no puedes más, y te marchas de casa. ¿Qué sientes que grita tu cuerpo?
—Y yo qué sé, Gorka —me espetó, un poco molesta.
—Si quieres, puedes darte un tiempo para conectar con la última experiencia parecida.
—Vale —resopló resignada.
Ella cerró los ojos y dejé que pasaran unos minutos, permaneciendo cerca, a su lado.
A ratos, su cuerpo se tensaba. A veces, se relajaba.
Estaba entrenada y ya sabía cómo pasar por esto.
De repente, sentí como si me recorriera electricidad por la columna y, justo después, abrió los ojos.
—Hostia, Gorka, qué cabrón eres.
—Un hijo puta de libro —contesté del tirón, sin saber muy bien qué estaba provocando.
Se rió distraídamente.
—He tenido la sensación de que mi cuerpo gritaba «¡¡déjame en paz!!» —confesó—, pero no era un mensaje orientado hacia él, sino hacia mi misma.
* Texto construido en base a retazos de diferentes sesiones.
Cuando tratamos con niños, niñas y adolescentes que han tenido que recurrir a la disociación para enfrentar el trauma, es habitual que escuchen voces. Las voces, relacionadas con el trauma simple o del desarrollo, no son necesariamente un síntoma psicótico, sino la forma que tienen las partes disociadas de reclamar la atención, el cuidado y la integración que necesitan.
En el trabajo con familias, es importante mantener coordianción con los servicios de salud mental y, si la valoración coincide, tratar de resignificar estas voces como el mensaje emitido por estructuras que protegen y que —a pesar de lo poco que gustan— necesitan también dialogo y buenos tratos.
Los resultados acaban siendo también sobrecogedores, pero en positivo.
Referencias:
GONZÁLEZ, A. (2017). No soy yo. Entendiendo el trauma complejo, el apego, y la disociación: una guía para pacientes y profesionales. Editado por Amazon
LEVINE, P. A. y KLINE, M. (2017) Tus hijos a prueba de traumas. Una guía parental para infundir confianza, alegría y resiliencia. Barcelona: Eleftheria
SILBERG, J.S. (2019). El niño superviviente: curar el trauma del desarrollo y la disociación. Bilbao: Desclée de Brouwer
SCHWARTZ, R.C. (2015). Introducción al modelo de los sistemas de la familia interna. Barcelona: Eleftheria
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
Me encanta el abordaje que haces de los casos…..tan cercano y acogedor pero a la vez con rigurosidad. Te felicito
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Agradezco un montón tus palabras, Gemma. Muchísimas gracias ❤️
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