«Calle»  

Durante la cuarentena, también.

Sólo cuidando de lo que sentimos nos podemos autorregular.

Ya van varias veces.

Mi hija va caminando por la casa, toda feliz y risueña, se para, mira al carro y dice:

—Calle.

Se me pone un nudo en la garganta que apenas puedo contender.

—No, Amara. A la calle no podemos salir —le digo, temblándome la voz.

Luego la cojo en brazos, y le doy un beso.

—Calle no —me responde, como verificando que ha captado bien el mensaje.

—No. Hoy no podemos salir —le respondo con firmeza y cariño.

Quiero que me vea tranquilo, pero que también sepa que no tenemos opción. Porque es verdad y porque creo que una norma clara da seguridad y permite organizar su psiquismo mejor.

Pero yo me quedo mal. Triste y con ganas de llorar.

Siento que le estoy negando algo fundamental. Los paseos por la playa, tirar piedras a los charcos que deja la bajamar, el tiempo con su aitite —a quien adora—, y el ejercicio que le ayuda a mantenerse saludable y en paz. Y me angustia sobremanera no saber cuánto va a durar esta situación.

—Quédatela un rato —le pido a mi mujer—, por favor.

Me retiro a una habitación, respiro profundo y presto atención a ese nudo en la garganta. Que creía que ya no estaba pero, qué va, sigue ahí. Y me digo a mí mismo que debo prestarle atención, porque algo me quiere decir.

Y me dejo estar un rato. En silencio, escuchando esa sensación del cuerpo. Sólo eso.

Y el nudo de la garganta sube y sube, los ojos se me humedecen, y empiezo a llorar.

105 kg de peso. Fuerte como una roca. Pero como un flan.

Y mientras lloro, dejo a mi mente fluir, liberarse, descansar.

Porque tengo derecho a sentir, y a dejarme llevar.

Y al llorar, algo me dice que ese llanto nada tiene que ver con ser débil. Que es el resultado del cariño y el amor que siento por ella, y del deseo genuino de que le vayan las cosas bien.

Pongo las manos en mi pecho, y me doy tiempo para estar afectado. Así.

Sólo salgo cuando me siento aliviado.

Las emociones son como las nubes. Que pasan si hay un viento que las permite fluir.

Ahora, más que nunca, cuidemos de nuestro cuerpo y de las emociones que se manifiestan en él. Es el primer paso para cuidar de los demás.

Referencias:

GONZÁLEZ, A. (2017). No soy yo. Entendiendo el trauma complejo, el apego, y la disociación: una guía para pacientes y profesionales. Editado por Amazon

GONZÁLEZ, A. (2020). Lo bueno de tener un mal día. Cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor. Barcelona: Planeta

PORGES, S.W. (2017) Guía de bolsillo de la teoría polivagal: el poder transformador de sentirse seguro. Barcelona: Eleftheria

SIEGUEL, D. (2012). El cerebro del niño.  Barcelona: Alba Editorial

SCHWARTZ, R.C. (2015). Introducción al modelo de los sistemas de la familia interna. Barcelona: Eleftheria

En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Gorka Saitua

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

8 comentarios en “«Calle»  

  1. isabelmanrique

    Y ¡Qué afortunados quienes podemos compartir nuestras emociones y apoyarnos en nuestra pareja o persona adulta con la que vivamos! Yo sigo planteándome las dificultades de personas solas, con hijos menores. Creo que va a ser bueno llamarles por teléfono, que puedan expresar y descargar.

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    1. isabelmanrique

      Hoy he llamado a una familia monoparental, madre 25 e hijo 8 años. Ella me dice que se encontraba algo mal que llama al 112 y le dicen que esté en su habitación, sin salir por si acaso. ¿Le habrá preguntado alguien su situación familiar? Si estuviera en la habitación, ¿Como iba a atender a su hijo diagnosticado con thda?

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