Profesionales narcisistas: la autodefensa para la promoción del buen trato 

[…] Verdaderos lobos con piel de cordero carentes de empatía que seducen, amedrentan, engañan, trepan, y destrozan a las personas que tienen la desgracia de encontrarse con ellos. Y son precisamente esos perfiles los que tienen verdadero riesgo para las personas vulnerables con quienes trabajamos, especialmente para la infancia. […] 

Como sabéis, a las personas que trabajamos niñas, niños y adolescentes se nos exige un certificado de antecedentes penales para comprobar que estamos libres de condenas por maltrato o abuso hacia la infancia, lo que me parece una medida estupenda, pero insuficiente.  

Insuficiente porque todas y todos sabemos que, en nuestras filas, hay personas con personalidad manipuladora y abusiva. Verdaderos lobos con piel de cordero carentes de empatía que seducen, amedrentan, engañan, trepan, y destrozan a las personas que tienen la desgracia de encontrarse con ellos. Y son precisamente esos perfiles los que tienen verdadero riesgo para las personas vulnerables con quienes trabajamos, especialmente para la infancia.  

En términos técnicos se trata de profesionales con perfiles psicopáticos o narcisistas, que encuentran en las profesiones del ámbito educativo, sanitario y social, el campo de caza perfecto para satisfacer sus necesidades oscuras, por las que su interés, bienestar y la exaltación de su ego está siempre —utilizo de manera consciente la palabra “siempre”— por encima de las necesidades de sus compañeras y compañeros y, por supuesto, por delante de las personas a quienes deben asistir, ayudar o acompañar.  

Lo jodido de todo esto es que se trata de personas que causan miedo a su alrededor, por lo que las personas con empatía que conoce de su existencia, no se atreve a denunciarlas porque temen su ira y las campañas de desprestigio y difamación con las que, sin duda alguna, van a promover.  

Estos perfiles profesionales, tan abundantes en el ámbito educativo, sanitario y social, tienen unas características bastante evidentes al ojo clínico o debidamente formado, por ejemplo:  

  • Carecen de empatía hacia los demás, aunque pueden simular ser personas cercanas, sensibles y cariñosas, a las que les importa el sufrimiento ajeno.  
  • No reconocen sus errores, aunque en ocasiones pueden fingir hacerlo como una estrategia para salir bien parados o retomar la confianza, normalmente de una o un superior.  
  • Tienen una personalidad proyectiva. Acusan a los demás de los aspectos ocultos de su propia personalidad.  
  • De cara al público, tienen una presencia excelente, tanto en lo físico como en lo actitudinal. Conducen buenos coches, tienen una casa estupenda… y, en general, parece que la vida les va mejor que al resto. 
  • Tienen afinidad por los temas de contenido moral, pero aplicándolos exclusivamente a las y los demás. Es una forma de llevar a cabo campañas de difamación hacia terceros que les ayudan a conseguir sus objetivos o exaltar su personalidad.  
  • No les tiembla la voz al mentir sobre su vida o sobre sus logros, si eso les coloca en una posición de superioridad.  
  • Critican sibilinamente a las y los demás. Y se ríen abiertamente de las personas a quienes deben acompañar, con una actitud de clara superioridad.  
  • Acatan o no las normas según respondan a su interés.  
  • Tienden a exaltar a alguna de sus hijas o hijos, para hacer valer su criterio profesional. 
  • Suelen tener una clara tendencia a denostar la formación y el esfuerzo de los demás; ellas y ellos son seres especiales y no necesitan formarse para conocer qué es lo mejor.  
  • En las reuniones de equipo, sienten que su perspectiva es la única válida. Difícilmente cambian de opinión o se adhieren a la propuesta del resto de compañeras o compañeros.  
  • Tratan a otras y otros profesionales como si los colocaran en tres categorías: los que son intrascendentes, los que son victimizables o los que les pueden beneficiar.  
  • Son maltratadores en privado. Ejercen la violencia verbal —e incluso física— cuando nadie les puede ver.  
  • Trepan y se atribuyen el logro de los demás.  
  • Apenas sienten vergüenza si son descubiertos ejerciendo una regularidad. Son muy eficientes tapando sus errores, los de sus superiores, o los de la empresa, por lo que habitualmente llegan a posiciones de poder.  
  • Tienen una presencia arrolladora, sobre todo, en presencia de sus superiores.  
  • Etc.  

Todas y todos los compañeros con los que he hablado —que en estos años de blog no han sido pocos— me han reconocido que tienen alrededor a gente así, lo que me indica, sin apenas reservas, que no estamos ante un hecho casual, sino endémico o estructural, sobre todo, por la capacidad que tienen estas personas de alcanzar determinadas cotas de poder.  

La infancia de las personas narcisistas suele estar caracterizada por las relaciones objetales, la violencia y la exaltación de alguno de sus progenitores, normalmente de la madre, no porque ellas sean más perversas —de hecho, estadísticamente parece que es al revés— sino porque por motivos patriarcales está establecido que son las que deben pasar más tiempo con las niñas y niños, haciéndose cargo de su crianza, acompañamiento y educación.  

Suelen ser niñas y niños a quienes no se les reconoció su mundo interior, o sólo se reconoció la parte que resonaba con los intereses de las figuras adultas, que tenían la función de nutrirlos emocionalmente. En muchas ocasiones, han sido utilizados en coaliciones intergeneraciones en contra del otro progenitor, o de una o uno de sus hermanos, dado que en este tipo de familias suele haber una tendencia a exaltar a una o uno de los hijos, anulando a las y los demás. Se crea así una dualidad en el sistema fraternal, construyéndose una personalidad narcisista y otra psicótica, cuya única salida al maltrato y sufrimiento sistemático es alejarse disocitivamente de la realidad; compartiendo un núcleo común las dos, a saber, ese vacío que genera verdadero vértigo cuando miran hacia su interior.  

De ahí su incapacidad para mirar hacia sí mismos y, en consecuencia, de resonar empáticamente con los demás. Y de ahí, también, esa actitud violenta y proyectiva, que habla de que su autoestima no es estable, sino que depende completamente de la mirada que recibe por parte del resto de personas, como una sanguijuela que se alimenta de la sangre de los demás.  

La paradoja es que todas y todos sabemos que están ahí. No sólo porque estamos formados para ello, sino porque sufrimos sus consecuencias a nivel laboral; miedo, acoso, campañas de difamación, toma de decisiones equivocadas debido a su presión, etc. Pero, a pesar de conocerlos, les bailamos el agua, como una forma de protegernos a nosotras y nosotros mismos, y de conservar nuestro trabajo. Sabemos que, de ocurrir un enfrentamiento, tenemos todas las de perder contra una apisonadora que no tiene fondo ni freno y que, sin duda, nos va a arrollar. Eso va destruyendo paulatinamente nuestro autoestima, al sentirnos indignos del puesto que ocupamos, siendo cómplices del maltrato sistemático que estos sujetos ejercen a su alrededor.  

Es decir, generan relaciones de doble vínculo, en las que, si se les enfrenta o no, se va a salir perjudicado o perder.   

Cuando estamos expuestos a personas así, se suele tener la sensación de que no se puede hacer nada: son demasiado fuertes e influyentes para enfrentarlos, descubrir su juego o denunciar sus actitudes o manipulaciones perversas. Y eso no depende de nosotras o nosotros, sino que es un escenario normal. Estas personas se cuidan mucho de destruir los vínculos entre compañeras y compañeros, para ganar terreno y actuar con impunidad, porque saben que pueden con cada uno por separado, pero no contra un grupo con paso firme y un discurso común.  

Y aquí es, precisamente, donde quiero llegar. Porque la única forma de enfrentar a los profesionales narcisistas es identificarlos claramente, hacer explícita su existencia y su juego, y actuar en grupo contra su poder. Por mi parte, propongo la creación de grupos de autodefensa contra las y los profesionales narcisistas, es decir, gente capaz de denunciar las actuaciones perversas a las y los superiores —o a la justicia si hace falta— con un discurso común; capaz de ayudar a las víctimas a poner los límites necesarios, en términos de “si nos tocas a uno, nos tocas a todas y todos: ándate con cuidado”. La excusa ideal sería, por ejemplo, crear un grupo de promoción del autocuidado desde el reconocimiento de la propia vulnerabilidad, cosa que puede reportar muchos beneficios para las y los trabajadores, y que mantendrá, sin duda, a años luz a una personalidad narcisista que teme tanto a los fantasmas que se hacen fuertes en su vacío interior.  

Bueno, es una idea.  

No sé. Algo por lo que empezar.  

Lo que sí sé es que todas y todos tenemos una responsabilidad para proteger a las personas que sufren o están en una situación de especial vulnerabilidad. Y que esa responsabilidad pasa por confrontar, exponer y denunciar a las personas manipuladoras, perversas y psicopáticas con las que compartimos nuestro entorno laboral.  

Y tú, ¿cómo lo ves? 


Gorka Saitua | educacion-familiar.com 

6 comentarios en “Profesionales narcisistas: la autodefensa para la promoción del buen trato 

  1. Bea Guerra

    Gracias Gorka, por mostrar esta realidad que aquellxs que trabajábamos en ONG, por desgracia esta muy presente con el daño que esto conlleva. No se si una salida es ponerlo sobre la mesa a instancias mayores, organos de decision, representación de la ong, instancias social, sanitario que esten por encima..porque estas personas cuando creen que controlan todo, cometen errores. Lo dejo ahi, gracias de nuevo

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    1. Sí, cometen errores. Pero suelen ser expertos en ocultarlo o colocárselos a una víctima inocente. Creo que es muy necesario poner este tema encima de la mesa porque son personas que causan sistemáticamente daño a las personas vulnerables a un vínculo traumático. Saludos!

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  2. Amparo Sanchez Alegre

    Yo ya hace años que digo que, para acceder a la carrera de docente (maestro o profesor de ESO/FP) se debería tener que pasar un test psicológico que detectara estas cosas.
    Demasiados profesionales en educación que tienen un perfil con sus compañeros y superiores y otro muy distinto con los niños, con todo lo que esto implica.
    No saben gestionar su frustración, ni su incapacidad, ni gestionar su propias emociones, ni autoregularse, ni tienen empatía ninguna hacia las dificultades de nuestros hijos (en especial si tienen alguna dificultad, claro) pero de cara a la galería son estupendos, con la impotencia que esto genera para el menor si se atreve a comentar lo que pasa y para los padres si vas a quejarte porque ves indicios en tutorías, en como habla de tu hijo, en lo que tu hijo te cuenta, etc
    Gracias por ponerlo sobre la mesa.

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  3. Debaiaki

    Hola Gorka, un gusto leerte. Creo que es una propuesta maravillosa (si te he entendido bien) la de hacer grupos donde exponer nuestros errores y tratar de solucionar entre todes. Personalmente me explico estas actitudes narcisitas comprendiendo la historia detrás, pero sobre todo sabiendo que no son actitudes ni conductas ni dinámicas mal vistas o «castigadas socialmente», al revés, están en su salsa. Es decir, siento una responsabilidad colectiva para que deje de suceder, como afectada, espectadora y como cómplice cuando lo permito. Son actitudes que sacan lo peor de todos los contextos, por lo que entiendo como reponsabilidad de todes poner las condiciones para que haya los mínimos daños (y por tanto prevalezca el apoyo y la protección), para mutar a ir detectando y posicionanos por un lado; y por otro siento como tarea propia «reeducar» las formas que sí pueden darse en las relaciones (tanto como las que no), posibilitando que todas las partes puedan tener opción / condiciones para sentirnos valiosas y pertenecientes. Esta propuesta suena utópica, pero la he llevado a cabo en grupos cercanos, por eso confío en ella. Prefiero vivir en el mundo sabiendo lo que hay, viendolo venir y tratando de articular convivencias en las que lleguemos a estar todas: evidentemente regularnos entre todas es una proyecto a muy largo plazo, pero estos espacios articulados desde la interdependencia posibilitan que sucedan otras formas de vinculación. Y sí, coincido que el mejor comienzo es reconocernos fallidas, motivo de alerta en los espacios laborales en los que he estado «cuidado te estás destapando» «¿cómo puedes rescatar como aprendizajes tus errores?». Espacios como este blog son una explicitación que efectivamente se puede construir desde ahí, por eso me gusta venir, para ponerme en cuestión y ampliar mis dudas. Un abrazo y gracias.

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