La intervención familiar obliga a practicar constantemente estrategias de autocuidado y regulación emocional. ¿Cómo lo haces tú?
Me había hecho un esquema del caso, y todo me cuadraba.
Él era el típico narcisista maltratador que, sutilmente, desestabiliza a la víctima para utilizarla como chivo expiatorio, ganar, y evitar toda la responsabilidad.
Pum. Para ti. ¡Toma etiqueta!
—Con este hay que estar al loro —le dije al compañero con quien compartía intervención—. No hay que dejarle ni media. Si vemos cualquier atisbo de maniobras desestabilizadoras con nosotros, hay que cortar por lo sano.
—Bueno, suave… ¿no? —creo que me respondió.
Hostia tú. De repente lo vi claro, ¿quién estaba siendo ahora el maltratador?
Bajé las orejas en seguida, siendo consciente de que había entrado por la puerta grande el lo que llamo MODO CONTROL, es decir, un estado en el que nuestras PARTES PROTECTORAS toman el volante, y nos SEPARAN irremediablemente de los demás.
En este caso, del hombre con quien teníamos que trabajar, de mi compañero, y de mí mismo, porque mi actitud me orientaba exclusivamente hacia fuera, a gestionar el supuesto “problema”, olvidándome de mi inseguridad y, por qué no decirlo, de mi propio dolor.
Así que paré un ratito.
Como tiendo a lo racional, empecé por ahí.
«A ver, Gorka, colega mío. Vale que tu esquema lo prediga, pero no es la primera vez que te equivocas. Igual toca ser un poco prudente. ¿No crees?»
De repente, mi angustia se calmó. Quizás, porque sentí que estaba haciendo algo para actuar sensatamente, sin dejarme llevar por la impulsividad.
«Además, recuerda que el hecho de que el hombre tenga partes protectoras narcisistas, no implica tenga un trastorno de la personalidad. Has visto que, en muchos casos, al rascar, sale esa parte sensible, curiosa y empática, que el monstruo trata de proteger. Coño, igual que tú, amigo mío, que a pesar de lo rígido que te pones cuando las cosas van mal, también tienes un corazón sensible que te ayuda a actuar con y a favor de los demás.»
Empezaba a verlo claro. Y cada vez me apetecía más explorar por ahí.
«Pero vamos a ponernos en el peor de los casos, por qué no. Imagina que tiene un trastorno de la personalidad narcisista, como Donald Trump. Que es tan cabrón como él. Y que el tipo es tan listo como para salirse con la suya y dejarte con el culo al aire ante tus compañeros y la administración. ¿Qué puede pasar?»
Pues sí, sería un fastidio. Pero eso no amenazaría lo que soy, ni mi lugar seguro. Lo pasaría mal, pero podría reponer. Igual que me he repuesto de otros ataques, incluso cuando más vulnerable era y no contaba con una salida por la que huir.
Mi mente vagó por ese territorio. Y hizo un breve recorrido por mi historia vital, parándose a sentir lo mal que lo pasé en algunas ocasiones, como consecuencia del daño ejercido por personas que me quisieron pisar. Pero la atención no se quedó allí, sino que fluyó hasta el momento presente, en el que sigo siendo la misma persona, con heridas que duelen, pero que no coartan demasiado mi libertad.
Pasé un rato imaginando mi lugar seguro. Y las relaciones que ahora me hacen sentir amado y valioso. Y por qué no decirlo, con los recursos que me sostienen que he ido creando a mi al rededor. Me merecía estar a gisto allí, que lo había pasado un poco mal.
Al contrario de como había empezado la cosa. Me sentía fuerte, con recursos y en paz.
Pensé en la próxima visita, y sentí ganas se ir. ¿Estaría equivocado en mi valoración? Sentía curiosidad.
Mi mente había pasado del MODO CONTROL, al MODO CUIDADOS que es ese estado en el que nuestro cuerpo está en calma, y nos observamos a nosotros mismos —y, por tanto, a los demás— con compasión y curiosidad.
Todas y todos tenemos heridas. Es inevitable. Y activamos partes protectoras que no siempre nos llevan a hacer las cosas bien. Nos activamos ante las cosas que nos hacen sentir amenazados, inseguros, o conectados con las historias de maltrato que en su momento no pudimos integrar o resolver.
Pero tenemos la posibilidad, siempre, de activar RECURSOS que nos lleven a sentir mejor y, por tanto, a intervenir desde el acompañamiento, incluso con personas que, en un principio, nos hayan generado rechazo. Pero debemos ser conscientes de que esas sensaciones, casi siempre, no tienen nada que ver con la persona que tenemos en frente, sino con algo que nosotras y nosotros mismos, tenemos pendiente de resolver.
¿Estás de acuerdo con lo que digo?
¿Cómo se gestionan estas situaciones en tu equipo de trabajo?
¿Qué recursos habrías articulado tú?
Cuenta, cuenta, que darás pistas a los demás.
Referencias:
BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2009). Los buenos tratos a la infancia: parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa
GONZÁLEZ, A. (2020). Lo bueno de tener un mal día. Cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor. Barcelona: Planeta
MORA, F. (2013). Neuroeducación. Madrid: Alianza Editorial
NARDONE, G. (2009). Psicosoluciones. Barcelona: Herder
PORGES, S.W. (2017) Guía de bolsillo de la teoría polivagal: el poder transformador de sentirse seguro. Barcelona: Eleftheria
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com