Sobre el poder regulador del buen trato.
Apenas fueron diez segundos, pero muy intensos.
Ayer, cuando iba en coche, un chico adolescente se me cruzó en bici y tuve que frenar en seco.
Iba por la acera a toda pastilla y, de repente, giró e invadió la calzada, apenas a 2 metros de mi coche. Di un frenazo de ABS, y le pité enfurecido.
¡¡WTF!!
Él, aparentemente, como si nada, por la acera de enfrente.
Así que yo, de muy mala leche, me situé al lado suyo, despacito… Mi idea era mirarle y transmitirle eso de «ya te vale, tío».
Cuando cruzamos la mirada, él bajó la suya. Y creo que también las orejas.
Automáticamente, toda esa rabia que sentía en el pecho y en los brazos, que tensaba mi cuerpo y lo predisponía a hacer daño, se desinfló.
Fiuuuu.
«Míralo, pobrecillo, si está asustado».
«Qué bestia soy, he sido dañino con él. Me he pasado.»
El garaje estaba a apenas 3 minutos. Cuando aparqué no quedaba nada del susto ni del enfado.
—
Se trata de una secuencia sencilla. De esas que todas y todos hemos vivido, ¿no?
Bueno… eso no está tan claro.
Y de eso va este artículo.
Porque en mi reacción hubo dos partes: una ACTIVACIÓN protectora —en este caso, la agresividad y la ira— y una DESACTIVACIÓN canalizada por la empatía y los cuidados.
La activación fue muy elevada, lo reconozco, pero no desbordó mi ventana de tolerancia. Estaba muy enfadado, sí; y sentía mucha ira, sí, pero la respuesta fue proporcionada. No pasé al acto para hacerle daño.
Y, sobre todo, no perdí la capacidad de resonar con “mi enemigo”. Seguíamos conectados. Por eso, pude captar su señal de sumisión y su miedo, y retomar la responsabilidad de mis actos.
Las personas que sufren TRAUMA —y sobre todo, si se trata de una TRAUMA COMPLEJO o del desarrollo— difícilmente pueden hacer esto. Se les escapa.
Cuando un suceso CONECTA con el abuso, el abandono, el maltrato o la negligencia sufridas, pueden entrar en una huída, una lucha, o un estado alterado de conciencia QUE NO PASA, con independencia de como transcurran los acontecimientos.
De hecho, estos episodios de activación que permanece, y en los que todo se desborda, nos dan muchas pistas sobre los acontecimientos que no ha podido procesar una persona. Y sobre los retos que no va a poder enfrentar, por mucho que se lo pidamos.
Es paradójico, porque es lo primero que se ve, y en lo que primero centran sus esfuerzos las y los educadores familiares novatos.
Yo también he pasado por ahí y, claro, he causado daño.
¿Qué hacer, entonces?
No te va a sorprender demasiado la propuesta: orientar la intervención a disfrutar del AUTOCUIDADO. Porque el buen trato hacia uno mismo, y entre las personas que nos son cercanas, relaja el sistema para poder enfrentar el trauma con cariño, desde la posición de una persona adulta comprensiva con la niña o el niño que fuimos.
¿Lo he explicado bien?
¿Se ha entendido?
Referencias:
BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2009). Los buenos tratos a la infancia: parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa
CYRULNIK. B. (2003). El murmullo de los fantasmas. Barcelona: Gedisa
GONZÁLEZ, A. (2020). Lo bueno de tener un mal día. Cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor. Barcelona: Planeta
GONZALO MARRODAN, J.L. (2013). Construyendo puentes
PORGES, S.W. (2017) Guía de bolsillo de la teoría polivagal: el poder transformador de sentirse seguro. Barcelona: Eleftheria
VAN DER KOLK. B, (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria: Barcelona
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com