[…] —No sé por qué estoy gordo, tío. Si como de todo.
Se me descojonó en la cara. […]
Tendría yo ventipocos años, e iba a un gimnasio de barrio.
Un día, me acerqué al entrenador, con quien tenía confianza, y le dije:
—No sé por qué estoy gordo, tío. Si como de todo.
Se me descojonó en la cara. Y con él muchos de los amigos con los que entrenaba.
Es que claro, jamaba de todo. Y mucho.
Siempre he sido un tipo gordo. Durante mucho tiempo, me he negado a reconocerlo, pero mi relación con la comida nunca ha sido del todo sana.
Comer, me regula. Me hace sentir satisfecho. La saciedad y la digestión me hacen sentir en paz. Por momentos, me alivian en malestar que llevo dentro.
Siempre ha sido así. Pero ha sido muy difícil verlo. Entre otras cosas, porque no tengo experiencias con las que comparar y, para mí, esas sensaciones son lo más normal del mundo.
Comer y siesta. Es como irse de vacaciones al nirvana.
A veces, llego de mal humor a casa. Pero es una mala leche especial, que Mariña, mi mujer, identifica mejor que nadie.
—Come y bebe —me dice.
—No hace falta —suelo responder yo, o algo parecido.
A veces, me saca un trozo de pan con algo y un vaso de agua.
—Come y bebe, que lo necesitas —suele añadir con firmeza, imagino que pensando que, si no, voy a estar insoportable.
Le suelo hacer caso, y el alivio es inmediato. Joder, tenía hambre y sed, y NI LO SABÍA.
Es paradójico que, con lo que me gusta jamar y soplar, no sepa identificar bien la sed y el hambre, ¿verdad?
Pues no es tan raro.
No lo sé, pero puede que sea una experiencia compartida entre todas y todos aquellos que comemos para mitigar la ansiedad o la angustia. Porque, si siempre hemos comido con esas sensaciones tan fuertes, es probable que hayamos olvidado qué es el hambre.
Así te lo digo.
No es tan loca la idea. A fin de cuentas, la sensación de hambre, es menos intensa que el sufrimiento que llevamos dentro. Y hace tanto tiempo que estamos así, que no entra en nuestra ventana de percepciones.
Antes, podía pasar el día entero sin comer. No sentía hambre. Hasta que, por la noche, me pegaba un tremendo homenaje. Quizás, era la forma de “apagar” el sistema.
Ahora, difícilmente se me escapa. Tengo más presente la sensación de hambre.
¿Mi secreto?
No lo hay. Es terapia.
Cuando aprendemos a cuidar y prestar atención a nuestras sensaciones, otras muchas afloran. Y muchos síntomas, que no creíamos que lo eran, van y mejoran.
Y sí, a ti también te pasa 😜.
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com