Se transforman con el miedo y exigen más control, sanciones, y un estado policial.
Ayer, me decía una compañera de trabajo que está FLIPANDO pepinillos de colores con el comportamiento de su madre durante el confinamiento. Me explicaba, sorprendida y algo preocupada que, cada vez que habla con ella, se tira media hora contándole que esta u otra vecina se ha saltado el confinamiento, o que este u otro vecino ha metido a su novia en casa para darse un revolcón.
Coño, Gorka, es que no la puedo parar.
Se estima que, en torno a un 20% de la población —si no recuerdo mal—, tiene un APEGO DESORGANIZADO.
El apego desorganizado es una condición por la cual el MIEDO o la INSEGURIDAD desencadenan una respuesta impulsiva caracterizada por la NECESIDAD DE CONTROL.
Esta necesidad de control puede ser evidente, como en el caso de las personas que tienen comportamientos agresivos o coercitivos hacia los demás, o no, a través de la activación de otro tipo de estrategias paralelas, como el victimismo, la mimetización, la disociación, la triangulación impulsiva, las compulsiones, los trastornos alimentarios, los cuidados compulsivos, etc… que también tienen como finalidad reportar a la persona una sensación de que el entorno es predecible y que puede aliviar y regular su propio malestar.
Son formas de CONTROLAR, porque en su mundo interior la inseguridad y la impredictibilidad se asocian al desmoronamiento del sistema relacional, y a la rigidificación o caotización extremas del mundo interior. Y eso, genera una sensación de vulnerabilidad brutal: no se puede soportar.
En cualquier caso, son actitudes impulsivas, que se activan como un resorte, dejando a las personas de su entorno sorprendidas y con la sensación de que “se ha transformado en otra persona”, es decir, que “no es ella o no es él”.
Me pregunto si algunos fenómenos que estamos observando en esta PANDEMIA, como el que me contaba mi compañera, pueden explicarse así. Es decir, como formas desesperadas de regular la inseguridad y el miedo que esta situación nos provoca, pasando al acto y activando el control. Vigilando, gritando, poniendo a parir y, lo que es peor, exigiendo al gobierno la instauración de un ESTADO POLICIAL.
Que es, en términos adultos, como jurar obediencia y lealtad al bravucón.
Pero esto, es sólo el principio. Porque otras y otros muchos, desorganizados también, pero orientados hacia el ejercicio extremo de la propia libertad, arremeten con rabia contra las y los primeros, con la misma garra o más.
Y si algo sabemos los que trabajamos con estas cosas, es que la desorganización nunca se aplaca así. Es como un saco sin fondo, como una llama incombustible, que siempre encuentra leña para arder. Que arde si cabe con más fuerza cuando se lucha contra ella y se intenta apagar.
De nada sirve decirles, a las y los primeros, que están siendo unos putos nazis, como uno que yo me sé.
Y de nada sirve decirles, a las y los segundos, que están ejerciendo la misma presión y violencia contra la que nos juran defender.
Porque la desorganización anula la FUNCIÓN EJECUTIVA y, con ella, la empatía, que es la capacidad que todas y todos tenemos para comprender y resonar CON y EN la mente de los demás.
¿Cuál es la solución?
No lo sé.
Son procesos largos, que implican terapia personal.
Quizás parte de la solución esté en los terceros. Los que están fuera de ese conflicto primario y que parece irreal. Los que mantienen cierta confianza en que las cosas, tarde o temprano, van a ir ir bien.
Que lo digan, que calmen, y que cuiden de las personas que se desorganizan, aunque su comportamiento deje mucho que desear.
En las y los periodistas que agitan este miedo, para ponernos a todos nerviosos diciéndonos que vamos al rescate, que va a ser una crisis peor que la postguerra y que vamos a morir; que empiecen a ser un poco prudentes, humanos, racionales, aunque sigan siendo unos malditos lameculos de las clases privilegiadas.
Porque ese conflicto no es baladí. Estamos pidiendo medidas contra el bicho, que recortan nuestras libertades y, lo que es peor, que comprometen nuestras redes de solidaridad.
Otro compañero me hablaba ayer o anteayer del pedazo de cristo que se había montado en su cuadrilla. Que si unos diciendo que hay que poner castigos ejemplares a las y los infractores, y otros acusándoles de promover un estado policial. Y porque no se puede que, si no, a tiros por el WhatsApp.
Cuidemos de las personas que sufren, si es posible en la primera infancia, para evitar esa necesidad de controlar.
Referencias: BARUDY, J. (1998). El dolor invisible de la infancia: una lectura ecosistémica del maltrato familiar. Barcelona: Paidós Ibérica BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2009). Los buenos tratos a la infancia: parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Barcelona: Gedisa BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Fichas de trabajo. Barcelona: Gedisa CRITTENDEN, P.M. (2002). Nuevas implicaciones clínicas de la teoría del apego. Valencia: Promolibro GONZALO MARRODAN, J.L. (2015). Vincúlate: relaciones reparadoras del vínculo en niños adoptados y acogidos. Bilbao: Descleé de Brouwer VAN DER KOLK. B, (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria: Barcelona WALLIN, D. (2012). El apego en psicoterapia. Bilbao: Descleé de Brouwer
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
Buenos días
¿algún libro donde pueda leer más sobre la triangulación impulsiva? ¿recuerdas cuál de la bibliografía habla de eso?
Gracias.
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Hola Lourdes, entiendo que ese concepto está muy relacionado con el apego desorganizado. En este libro se explica especialmente bien:
BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Barcelona: Gedisa
¡Saludos!
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