[…] Mi primera tendencia fue decirme a mí mismo que todo estaba bien, y que era una tontería ponerme así por nada.
A fin de cuentas, estaba todo tranquilo en casa, mi mujer y mi hija estaban bien, y no me faltaba de nada.
Sin embargo, me di cuenta de que eso no me ayudaba. Me estaba poniendo peor, y empezaba a temer una noche en vela. […]
Ayer, por la noche, sentí angustia.
Tenía una sensación de opresión en el pecho, dolor de cabeza y me sentía hiperactivado.
No podía dormir.
Mi primera tendencia fue decirme a mí mismo que todo estaba bien, y que era una tontería ponerme así por nada.
A fin de cuentas, estaba todo tranquilo en casa, mi mujer y mi hija estaban bien, y no me faltaba de nada.
Sin embargo, me di cuenta de que eso no me ayudaba. Me estaba poniendo peor, y empezaba a temer una noche en vela.
Así que utilicé otra estrategia: en vez de tratar de evadir o suprimir lo que sentía, decidí hacerle caso.
Mucho caso. Todo el que se merece.
Me centré en esas sensaciones del pecho y de la cabeza, y esperé con curiosidad a ver a dónde me llevaban.
* Siempre que hago esto me sorprendo.
Al principio, no pasó nada. Sentí como esas sensaciones desagradables iban y venían, como un latido muy lento. Pero pronto, empezaron a desfilar imágenes por mi cabeza.
En concreto, empecé a recordar escenas del día que había pasado con mi hija.
Cosas bonitas.
Recordé que habíamos planteado muchas semillas en jardineras: fresas, albahaca, alubias, perejil… y su cara de ilusión removiendo la tierra.
Reviví el juego del escondite y mi sorpresa cuando descubrí que todavía le cuesta un poco guiar su búsqueda por el sonido de las palabras.
Nos vimos pintando una caca en un trozo de madera, porque ahora a ella le interesan mucho estas cosas.
Y la emoción subió del pecho a la garganta. Y de la garganta a los ojos.
Se me saltaron las lágrimas y me dejé fluir un ratito.
Lloré. Lo necesitaba.
Pero ya no era nada desagradable ni amenazante. A fin de cuentas, lo que estaba sintiendo era un profundo amor por mi hija, el deseo de cuidarla, y de que la situación se recomponga lo antes posible, para que pueda disfrutar de la vida que se merece.
Sentí un alivio inmenso. Aunque dolía y daba miedo, era bueno lo que sentía.
Mi sufrimiento era la consecuencia de apartar y suprimir una emoción tan valiosa para mí y para mi familia.
Ayer dormí como un bebé, sintiendo que todo estaba en su sitio.
Fuera y dentro.
Ordenado y tranquilo.
Referencias: BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2010). Los desafíos invisibles de ser padre o madre. Barcelona: Gedisa GONZÁLEZ, A. (2017). No soy yo. Entendiendo el trauma complejo, el apego, y la disociación: una guía para pacientes y profesionales. Editado por Amazon. GONZÁLEZ, A. (2020). Lo bueno de tener un mal día. Cómo cuidar de nuestras emociones para estar mejor. Barcelona: Planeta. GONZALO MARRODAN, J.L. y PÉREZ MUGA, O. Todos los niños vienen con un pan debajo del brazo. Bilbao: Descleé de Brouwer PORGES, S.W. (2017) Guía de bolsillo de la teoría polivagal: el poder transformador de sentirse seguro. Barcelona: Eleftheria SIEGUEL, D. y HARTZELL, M. (2012). Ser padres conscientes. Barcelona: La Llave VAN DER KOLK. B, (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria: Barcelona
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com