¿Qué harías si tuvieras la certeza de que nada va a cambiar? | preguntas clave

[…] Me sentía un maldito torturador por hacerle esto, pero intuía que estaban pasando cosas fuera del plano de la comunicación que necesitaban nuestra atención, espacio y tiempo. […]

–¿Qué cambiaría si supieras con absoluta certeza que al final, a pesar de todos tus esfuerzos por vivir, te vas a suicidar?

La pregunta no llegó de repente. No soy tan burro. Antes se había hecho un trabajo previo orientado a rescatar sus recursos y dar un sentido constructivo a lo que estaba pasando. Pero eso no le restó ni un ápice de sorpresa. Se quedó mirándome, como si hubiera aparecido un extraterrestre.

Como si yo fuera el marciano en ese momento.

«Pero, ¿cómo te atreves a preguntarme eso?», parecían decir sus ojos.

–La pregunta va en serio, Maika. Es evidente que has estado luchando por evitar matarte durante muchos años y, sin embargo, hace un par de días volviste a intentarlo –dije muy serio, creyéndome lo que estaba diciendo–; creo que debemos prepararnos para lo peor, porque algún día puedes hacerlo.

Se hizo un silencio largo y solemne. Muy pesado. Me costó horrores no interrumpirlo.

–No lo sé, Gorka… –empezó a decir, pero algo la interrumpió de golpe, echándose las manos las manos a la cara.

Me sentía un maldito torturador por hacerle esto, pero intuía que estaban pasando cosas fuera del plano de la comunicación que necesitaban nuestra atención, espacio y tiempo.

–Lo primero que haría, Gorka, sería disculparme con mis… hijos.

Al decir la última palabra irrumpió el llanto. Estuvo llorando varios minutos. Le llegaban oleadas repentinas de un dolor profundo.

–Les diría que lo siento mucho… siento mucho haberles dejado solos. Que, a pesar de todo, recordasen también los momentos buenos.

–¿Qué momentos buenos crees que pueden recordar al visitar tu tumba, justo en ese momento?

Reconozco que se me humedecieron los ojos.

–Creo que Eric recordaría… –el llanto no le dejó acabar– … muchos de los cuentos que le he leído.

–¿Y Markel?

–Markel los días de playa, atrapando cangrejos conmigo.

–¿Alguna cosa más?

–Sí muchas más –me confirmó–, me están viniendo muchas cosas a la cabeza, como luces espectroscópicas o reflejos de relámpagos.

–Si quieres, podemos darles un tiempo. Si es más cómodo para ti, podemos permanecer en silencio.

Y así estuvimos un buen rato. Yo callado, tratando de estar en su dolor, acompañando cada estertor de tristeza y cada bocanada con hambre de aire.

Pasó mucho tiempo.

–Joder, Gorka… es imposible –interrumpió, de repente. Sus ojos estaban muy abiertos, expresando una genuina sorpresa.

–¿Qué ha pasado? –sonreí tímidamente–. Me lo he perdido.

–Madre mía. Ésa es la experiencia que quiero y necesito tener con ellos.

–No sé si te entiendo.

–Me da tanta paz. De repente, todo se siente en calma. Hacía mucho tiempo que no sentía eso.

–Parece importante.

–¿Puedes ayudarme, por favor, a hablar con ellos?


* Relato ficticio construido en base a experiencias reales.


Gorka Saitua | educacion-familiar.com

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