[…] La vida en familia está surcada muchas veces por “emociones trampa”. Llamo así a las emociones que nos invitan y casi nos exigen buscar soluciones donde no las hay, casi siempre empeorando las cosas. […]
Seguir leyendo «La trampa de la angustia»
[…] La vida en familia está surcada muchas veces por “emociones trampa”. Llamo así a las emociones que nos invitan y casi nos exigen buscar soluciones donde no las hay, casi siempre empeorando las cosas. […]
Seguir leyendo «La trampa de la angustia»[…] Me sentía un maldito torturador por hacerle esto, pero intuía que estaban pasando cosas fuera del plano de la comunicación que necesitaban nuestra atención, espacio y tiempo. […]
Seguir leyendo «¿Qué harías si tuvieras la certeza de que nada va a cambiar? | preguntas clave»[…] Cuando alguien recibe esa frase por parte de personas a las que quiere, y de quienes depende para sentirse seguro, se produce un cortocircuito en la relación. Vamos, que se interrumpe. Porque, recibir eso es como que te digan oye, colega, eres una persona diferente. No te reconozco. Por eso, donde antes existía seguridad y refugio, ahora aparece un vacío imposible de gestionar, caso como se hubiera producido una expulsión simbólica. Pum, fuera de aquí. […]
Seguir leyendo «“Has cambiado”: frases destructivas «[…] Llamamos ley del silencio a una forma específica de manejar la disciplina —es decir, la voluntad de lograr que los demás hagan lo que nosotros necesitamos, creemos que es bueno, nos interesa o deseamos— que pasa por retirar la palabra a una persona con la esperanza de que sienta la presión del grupo, recapacite, y cambie su forma de pensar, su actitud o su conducta. […]
Seguir leyendo «Los pilares de la ley del silencio «[…] «Es como si volviera a revivir todo el daño que me hizo durante su adolescencia», me dijo, refiriéndose a la mayor, con quién ahora, supuestamente, mantenía una relación excelente. «Estoy sintiendo un rechazo visceral hacia ella». […]
Seguir leyendo «Narrar el trauma; reconstruir la historia «[…] Esto es justo lo que pasa cuando actuamos “desde el rojo”: no podemos prestar atención a nuestro cuidado, y sólo confiamos en soluciones que tengan que ver con un cambio en la realidad externa. […]
Seguir leyendo «Una pregunta incómoda»La mayor parte de la gente siente que su familia “es así” y “no va a cambiar jamás”.
Este tipo de creencias suele basarse en la experiencia del pasado. Las familias son sistemas complejos que tienden a perpetuar su equilibrio, insistiendo en las mismas soluciones. Sin embargo, a veces, se dan cambios en las relaciones que implican algo parecido a un milagro: el sufrimiento desaparece y, con él, los síntomas de los miembros que estaban pasándolo peor.
Pero, ¿qué claves sostienen estos milagros?
Con el título de “Los milagros no existen, son los padres”, daré este Martes 25 de enero, a las 19,00 h, en ARESKETA IKASTOLA (Amurrio, Araba), en el local de catequesis. La idea es acercar a madres y padres la importancia de comprender y atender al sistema nervioso autónomo de niñas, niños y adolescentes, ayudándoles a funcionar de manera más autónoma e integrada, dando algo la chapa pero, sobre todo, facilitando un espacio de diálogo con el que ilustrar y corporalizar los conceptos expuestos.
No hace falta inscripción y la entrada es gratuita. No hagáis mucho ruido, que se llena. No por la calidad del ponente, claro, sino porque el espacio es pequeñito 😉
Abrazo grande.
Gorka Saitua | educacion-familiar.com
Cuando hay una narrativa dominante caracterizada por el dolor, es frecuente que las familias obtengan un equilibrio precario en el que se prioriza la idea de que todos deben soportar el mismo sufrimiento. ¿Cómo intervenir?
Seguir leyendo «La justicia distributiva del dolor»[…] Estaba siendo difícil. Habíamos invitado a unos amigos y a sus hijos a comer a casa y, al llegar, los niños se habían puesto a explorar sus cosas, invadiendo su espacio. En consecuencia, ella había reaccionado exigiendo que no tocaran sus cosas e, incluso, en una ocasión le había arrebatado a otro niño un juguete de las manos. […]
Seguir leyendo «¡Que no toquen mis juguetes! «[…] Lo primero que identifiqué, como seguramente hayáis adivinado, es que estaba en un estado vagal dorsal. Y que era este estado, y no otra cosa, lo que iniciaba y sostenía esta secuencia de interacción. Es decir, que yo andaba chungo y mi cuerpo emitía señales que hacían que todos a mi alrededor estuvieran afectados: mi hija, porque se sentía —seguramente— solita y y que le estaba tratando mal, y mi pareja porque estaría pensando cosas del tipo «ya le vale a este subnormal». […]
Seguir leyendo «A tortas con los dientes: una solución «
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