¿Qué es lo que es? Ontología de la educación familiar 

[…] Presuponer que el Ser es una Unicidad tiene implicaciones severas para toda nuestra cosmovisión porque establece la idea de fondo de que, detrás de todo lo que existe y no existe, hay algo común, que los une y estructura; pero quizás, lo más preocupante es que nos lleva, irremediablemente, a considerar la realidad como algo objetivo que puede descifrarse a través de la razón humana, llegando a La Verdad. […] 

La ontología es el estudio del Ser, entendido como la cualidad que comparten todos los entes —es decir, las cosas que son—, y que no se puede nombrar ni definir, porque el mero hecho de hacerlo, lo convierte en uno de dichos entes, invalidando en consecuencia su significado último.  

Todas y todos tenemos una idea de lo que es el Ser. Y esa idea, básica, profunda, condiciona toda nuestra percepción de la realidad, desde cómo miramos hacia el mundo, hasta cómo nos percibimos a nosotras o nosotros mismos, y nuestra relación con los demás.  

Pero fíjate en la pregunta, ¿qué es el Ser?  

¿Hay algo que puede estar mal? 

Echa un ojo, que son 4 palabritas de nada.  

Venga, te voy a dar la respuesta que [quizás] daría un filósofo francés muy curioso y que todavía vive, que se llama A. Badiou: la pregunta está mal formulada porque, en sí misma, presupone que el Ser es una unicidad, es decir una sola cualidad que caracteriza a todos los entes por igual.  

Presuponer que el Ser es una Unicidad tiene implicaciones severas para toda nuestra cosmovisión porque establece la idea de fondo de que, detrás de todo lo que existe y no existe, hay algo común, que los une y estructura; pero quizás, lo más preocupante es que nos lleva, irremediablemente, a considerar la realidad como algo objetivo que puede descifrarse a través de la razón humana, llegando a La Verdad.  

Si, La Verdad, así, con mayúsculas. Que se vea bien.  

Badiou, que decía que la ontología no pertenece a la filosofía sino a la matemática, aporta el concepto de Multiplicidad. Y afirma, con rotundidad, que el Ser es esencialmente es eso: algo en esencia múltiple, por lo que esa multiplicidad se aplica también irremediablemente a todos los entes.  

Pensamos en las definiciones como algo útil, que ayuda a precisar el lenguaje, organizándolo como una herramienta útil para conocer el mundo y llegar a la verdad. Pero, quizás, deberíamos replantearnos su papel en relación al conocimiento, porque, igual, lejos de acercarnos a la realidad, nos alejan de ella, acotando el sentido múltiple que las palabras pueden tener.  

El hombre es un animal racional, dría, creo, Aristóteles. Y es una definición que nos ha llegado hasta hoy, y que damos por sentada a pesar que la psicología moderna ha demostrado, por activa y por pasiva, que de racionales no tenemos nada, y que a lo sumo es nuestra forma de justificar una conducta instintiva, basada en criterios atávicos, que tienen que ver con nuestra neurocepción o necesidad de protección, entre otras cosas. Quizás, hay otras cosas que puedan definir mejor al ser humano, como, por ejemplo —creo que es de J. Derrida—, que llora, al parecer, de una forma que lo configura como un animal un tanto peculiar. O las dos, tres, cuatro o infinitas cosas a la vez, porque es precisamente la Multiplicidad lo que nos acerca, progresivamente, a esa verdad.  

Para mí, la realidad es una multiplicidad fenomenológica. Esto es que no podemos hablar de “lo que es” con independencia de la percepción del sujeto, sino que deberíamos considerar “lo que se nos aparece” a la conciencia, y eso es, siempre, aunque no lo parezca, una multiplicidad.  

La idea es aplicable a todos los conceptos, incluidos los más complejos, como la Nada, que puede considerarse como aquello que está más allá de los límites del universo, lo que no captamos debido a la focalización de nuestra atención, el supuesto fin de nuestra conciencia tras la muerte que nos obliga a dar un sentido a la vida en un tiempo limitado, o yo qué sé.  

Todos los conceptos son, de alguna manera, como el ordenador que ahora tengo enfrente. Sí, es un ordenador, pero también una CPU, una pantalla, un teclado y un ratón, todos sus componentes electrónicos, los átomos que lo componen, las cuerdas, las branas, y así hasta el infinito, porque solo hemos hecho un análisis de su vertiente material.  

Pues con los conceptos relacionados con nuestra materia, la educación familiar, pasan las mismas cosas. Ni son una sola cosa, por mucho que nos gustaría que fuera así; ni hay una definición que los pueda definir: porque se tratan necesariamente de una multiplicidad, es decir, algo múltiple que se aparece a una conciencia que, necesariamente, recorta su sentido para ponerlo manejar.  

Pero, a ver, colega, ¿me estás diciendo que no existe ninguna verdad? 

No necesariamente.  

La verdad es, en consecuencia, también una multiplicidad. Por lo que, como diría el mismo Badiou, no podemos hablar de la verdad, sino de “verdades”, como multiplicidades categóricas que presentan cierta consistencia independientemente del impacto que la conciencia tiene sobre ellas, y es justo esa consistencia, sea cual sea, lo que nos acerca al conocimiento con cierta seguridad.  

Pero, ¿las podríamos identificar? 

Por eso me rayan y me cabrean tanto las personas que hablan en términos de La Verdad. Que dicen “esto es así”, y que atribuyen características esenciales a las personas con quienes trabajamos u a otras y otros colegas de profesión, irguiéndose como defensores de “lo que es”.  

Amigas y amigos, “lo que es” no existe. Baja el pavo. Es una necesariamente multiplicidad.  


Referencia:  


Gorka Saitua | educacion-familiar.com 

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