El niño que se inventó una mirada

[…] En su imaginación es un superhéroe que todo lo puede, pero que todavía no puede expresar sus poderes. Vive aventuras en secreto de las que no puede hablar, porque se rompería la magia. Es una situación extraña porque, por un lado, necesita creérselo, pero por otro, sabe que es un fraude y una mentira. […]

José se crió con una madre y un padre muy ocupados, que vivían con la idea de que “los niños se crian prácticamente solos”. 

Así que José pasó su infancia entre el cole y las extraescolares. Cuando llegaba a casa, se encontraba con una madre y un padre cansados, saturados, que no podían jugar con él ni hacerle caso, por lo que sus recuerdos en casa son escasos y, a menudo, se sitúan en el sofá viendo dibujos animados. 

Como José hay muchas niñas y muchos niños que crecen sin una mirada. Sin ser reconocidos como personas con valor y sin ilusión por la vida. 

Pero José, antes que vivir, necesita existir. Y, para existir, requiere estar presente en la mente del otro. 

Por eso adopta una estrategia. No es una elección, sino la única opción que le queda: se inventa una vida interesante, a través de la cual siente que podría acceder y permanecer en la mirada del otro. 

En su imaginación es un superhéroe que todo lo puede, pero que todavía no puede expresar sus poderes. Vive aventuras en secreto de las que no puede hablar, porque se rompería la magia. Es una situación extraña porque, por un lado, necesita creérselo, pero por otro, sabe que es un fraude y una mentira. 

Esta experiencia, íntima y nuclear, va configurando su personalidad y dominando su vida. Cada vez que lo hace, siente un chute de energía, de orgullo al sentirse por encima de los demás, pero también la vergüenza de ser un impostor y, por tanto, irreal y un mierda. 

Con el añadido de que, estos secretos, íntimos y perturbadores, cada vez le hacen echarse más hacia dentro. Refugiarse en su mundo interior que no quiere, ni puede, compartir con nadie. Y, claro, el mundo le devuelve un poco de lo mismo: la misma insana indiferencia. 

Los iguales pasan de él y los profesores le traspasan con su mirada. 

Porque refugiarse bien profundo alivia, pero es terrible no ser reconocido. 

Muchas personas adultas sufren el síndrome del impostor. Y lo pasan bien jodido. Rollo, a ver, si yo sé que hago bien las cosas, pero no puedo creérmelo. Si me llevo bien con mi chica o mi chico, jopelotas, pero no creo que pueda quererme como soy y, tarde o temprano, se irá con otro. O, lo que duele más, quiero abrazar a mis hijos, pero no siento que el cariño fluya de vuelta. 

Todo ello, suele tener que ver con la ausencia de mirada durante la infancia. 

Una ausencia de mirada que, por definición, pasa desapercibida. Que se ignora. Que es tanto prerreogativa de gente con pasta, que quiere más, y de gente pobre, a la que no le queda otra. O de gente a la que se la suda la pasta, pero que sufrió la misma herida de pequeñines y, ahora, confían en que sus hijas o hijos, al igual que ellos, pueden criarse solos. 

Que con lo material es suficiente. 

Que la presencia es una pérdida de tiempo. 

Que hay cosas más importantes. 

No saben que sólo podemos empezar a existir refugiados y acogidos en la mirada de los nuestros. Que ahora pueden dar a esa niña o ese niño, el trato que le faltó tan temprano. 

Por muy tarde que parezca, el futuro no está escrito. 


Referencias: 

BARUDY, J. (1998). El dolor invisible de la infancia: una lectura ecosistémica del maltrato familiar. Barcelona: Paidós Ibérica

BARUDY, J. y DANTAGNAN, M. (2009). Los buenos tratos a la infancia: parentalidad, apego y resiliencia. Barcelona: Gedisa

GONZÁLEZ, A. (2017). No soy yo. Entendiendo el trauma complejo, el apego, y la disociación: una guía para pacientes y profesionales. Editado por Amazon

SIEGEL, D. (2012). El cerebro del niño. Barcelona: Alba Editorial


En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

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Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

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