Cuando una de las partes bloquea la comunicación.
Cuando una madre y un padre se separan, y hay mucho dolor, a veces tratan de protegerse con un MURO DE HIELO.
Se trata de ese bloqueo de la comunicación que, una de las partes, o ambas, entienden que necesitan para no sufrir por la tristeza y el duelo, o por la angustia, la ansiedad y la ira que flota en el ambiente.
Ese muro siempre comunica algo, pero muchas veces no es lo que las personas quieren o necesitan decir. Porque, aunque origen del mensaje sea «no soporto tanto dolor, necesito la paz y tranquilidad para recomponerme», e menudo lo que llega es otra cosa. Y eso que llega, que impacta y que duele, suele tener mucho que ver con la HERIDA DE OTRO TIEMPO.
«—¿Por qué no me deja en paz? —preguntaba ella, con mucha angustia—. Sólo quiero que me deje hacer mi vida.
Él era un hombre que había sufrido reiterados abandonos por parte de su padre. Que yo sepa, uno al poco tiempo de nacer, que le había hecho pasar la infancia sólo, anhelando una figura masculina con la que identificarse y esforzándose, día tras día, para que su madre entendiese que, por muy enfadada que estuviera, él necesitaba la presencia y el reconocimiento del hombre con quien, a pesar de todo, se seguía identificando. Otro durante la adolescencia, porque tras un problema sanitario, el hombre reapararece repentinamente haciéndose cargo de él, pero renuncia a su cuidado en la figura de sus padres. Y otro en la edad adulta, cuando su padre muere repentinamente, sin darle la oportunidad de reparar una relación que siempre recordaba como conflictiva.
Cuando ella decide romper la relación, porque la cosa no funcionaba y porque había conocido a otra persona, todo el dolor del abandono reaparece y, con él, las mismas estrategias de afrontamiento que habían quedado cristalizadas en el tiempo: insistir e insistir, de manera obsesiva y agresiva, para que la persona que abandona permanezca a su lado, secuestrando su voluntad a través de pasajes al acto.
No deja de ser sorprendente la de veces que ocupamos en nuestra vida el lugar de otras personas, sufriendo realidades que no son nuestras.»
* Caso construido en base a trozos de intervenciones reales.
Como veis, a veces, esa herida tiene que ver con la SOLEDAD y el ABANDONO, por lo que la respuesta suele ser la invasión o imponer —a través de la ira o más sutilmente— la presencia.
Otras veces, tiene que ver con el RECHAZO. Entonces, suele activarse una angustia y una rabia tremendas, porque el bloqueo de la comunicación impacta justo en la vergüenza, esto es, el sentimiento de no ser suficientemente buena o digna como persona.
Quizás tenga que ver con la MANIPULACIÓN, activando la sensación sentida de que se trata de un movimiento con motivaciones perversas. En estos casos, la respuesta suele ser la suspicacia y, quizás, activar también la manipulación para equilibrar o ganar “la partida”.
O con ser tratado como un OBJETO. Es decir, como una cosa que se usa y, luego, se deshecha. Lo que crea una distancia insalvable mediada por una mirada que identifica a la otra parte como una mala persona, actuando en consecuencia.
O, yo qué sé, con cualquier otra cosa, o con varias juntas. Que la vida es muy compleja.
Sea como sea, el impacto en la herida suele empeorar las cosas, alimentando más si cabe el BLOQUEO COMUNICATIVO que causa tanto sufrimiento, porque las respuestas protectoras implican siempre un deseo de CONTROL de la realidad, que amenaza más si cabe a la persona que que ha decidido “cortar por lo sano”.
Llegados a este punto, en el que una persona bloquea, otra se defiende ejerciendo control y presión sobre la que necesita distancia, y hay hijas o hijos de por medio sobre los que hay que hablar y tomar decisiones, se llega a un PUNTO CRÍTICO.
Y en este punto crítico, caben ya pocas soluciones.
La primera, y muy chunga, es utilizar a la niña o el niño para trasladar el mensaje. Pero, claro, se trata un mensaje envenenado, traducido en términos del dolor de la herida que se ha abierto. Se convierten, así, las pequeñas y los pequeños no sólo en MENSAJEROS, sino en los RESPONSABLES de que las cosas vayan bien entre su madre y su padre, con el añadido de que, si las cosas no salen como los adultos esperan, la cosa les viene de vuelta con la mala leche destinada a la otra parte, y luego viceversa.
La segunda, es más loca porque implica PASAJES AL ACTO, es decir, actuar lo que no se ha podido comunicar porque el canal ha sido bloqueado. Se hacen cosas para que el otro sienta culpa, para que sepa lo mal que está uno, para que haga lo que uno quiere o necesita, o para que repare el daño que supuestamente ha causado. Con el añadido, muy jodido, de que se ALTERA EL RELATO DE LA REALIDAD para que el mensaje surta efecto. Hay quien exagera, quien miente, e incluso quien se crea algo parecido a una realidad paralela que, de una forma u otra, se comen también las hijas o los hijos.
Todo ello, no por maldad o por egoísmo, sino porque la herida toma el control y EXIGE UNA REPARACIÓN que no puede producirse en una relación que está herida de muerte o definitivamente rota. Pero este relato, que también es real, se obvia.
Estas niñas, niños o adolescentes, se encuentran ante un reto formidable. Porque, además de estar en medio de un tiroteo en el que nadie apunta, sienten que no hay aspectos de la realidad que PERMANEZCAN, incluidas las cosas que son importantes para ellas y ellos, porque les dan la seguridad que necesitan.
No es extraño que, en estos casos, ellas y ellos recurran a estrategias desesperadas para sobrellevar la situación, como la evitación extrema («me busco fuera de casa una base más segura»), el consumo de sustancias («nada salvo la droga puede aliviarme»), la agresividad («asumo el control para sentir seguridad»), la disociación («me desconecto para no sufrir»), las autolesiones («necesito que alguien vea lo que estoy sufriendo»), o la psicosis («mi mundo interior se impone al exterior porque es más predecible o seguro»); o lo que sea. Cosas todas ellas que se relacionan íntima y poderosamente con lo mismo que sus padres están activando para sufrir menos o protegerse. A fin de cuentas, siempre hay una LEALTAD FAMILIAR que indica que sólo las estrategias que se han visto y sentido en casa, pueden ser seguras.
* Para intervenir en estos casos es necesaria una valoración profesionalizada rigurosa. Este artículo no pretende suplirla, sino estimular la curiosidad sobre los procesos implicados.
El riesgo de las niñas y niños expuestos a conflictos de pareja es enorme. Pero, a menudo, pasa desapercibido para el mundo adulto, tan corto de mente para interpretar los SÍNTOMAS que aparecen en las niñas, niños o adolescentes. Y así, la evitación, se ve como egoísmo; las drogas, como un vicio; la agresividad, se mera maldad; la disociación como “pasar de todo”; las autolesiones como meros actos de locura; y la psicosis como algo que, oye, le venía “de serie”. A fin de cuentas, de cara a la galería, el divorcio no ha sido tan malo. Que muchas madres y padres de divorcian y no pasa nada.
Nótese el modo ironía.
Para nosotras y nosotros, que trabajamos con estas familias, y salvando la necesaria valoración del caso, debemos tratar con 3 ideas dominantes:
La primera, que las hijas y los hijos están mal. Mucho peor de lo que parece. Y hay que poner PALABRAS a lo que están pasando. Y esas palabras, si se puede, las tienen que poner ellos, expresando DESDE EL CUERPO todo el dolor que llevan atorado desde hace tanto tiempo. Y si hay miedo a que se desrregulen, quitarlo de encima, porque es mucho más peligroso que ese dolor y esa presión —que no pueden sacar porque sienten que no hay nadie que pueda hacerse cargo— se acumulen en su cuerpo.
La segunda, que la situación no va a cambiar jamás si persisten las estrategias antes mencionadas. Porque mientras la comunicación sea perversa, confusa o exista un bloqueo, no hay forma de que cada uno reciba el RESPETO y el CUIDADO que necesita. Y, añado, que las cosas no se van a resolver con simplezas como, por ejemplo, un cambio en la custodia, porque el daño está en el en la relación entre las partes que es donde nunca o casi nunca se mira.
La tercera, es que el cambio pasa, necesariamente, por mirarse cada uno su PROPIO OMBLIGO. Que lo que está pasando entre las partes en conflicto no es tanto que una sea buena y la otra la mala, sino que todavía no tenemos bien curadas las heridas que otra y otros nos infligieron. Heridas que, hoy en día, se pueden sanar a si hay una apuesta firme para darse el buen trato que entonces no se tuvo. De no ser así, la previsión es permanecer en el mismo punto, entrampados.
Quizás, si las partes en conflicto firman este contrato, se llegue a otro tipo de ENTENDIMIENTO que, además, pueda sostenerse en el tiempo. De no ser así, sólo podemos proporcionar contención y parches que se lleva el viento.
Porque, lo que las partes no saben, es que no son enemigas entre sí, sino del sufrimiento que se evocan y llevan dentro.
Y tú, ¿estás de acuerdo?
Referencias:
PAYNE, M. (2002). Terapia narrativa. Barcelona: Paidós.
SELVINI, M., BOSCOLO, L., CECCHIN, G Y PRATA, G. (1990). La elaboración de hipótesis, circularidad y neutralidad: tres directrices para la coordinación de la sesión. Barcelona: Paidós.
SCHWARTZ, R.C. (2015). Introducción al modelo de los sistemas de la familia interna. Barcelona: Eleftheria.
VAN DER KOLK. B, (2015). El cuerpo lleva la cuenta. Eleftheria: Barcelona.
WHITE, M. y EPSON, D. (1990). Medios Narrativos para fines terapéuticos. México: Paidós.
WATZLAWICK, P. Y BATESON, G. (1993). Teoría de la comunicación humana. Barcelona: Herder.
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com