La narrativa de los cuentos irrumpe enriqueciendo la vida cotidiana.
Ayer estuve en la playa con mi hija de dos años.
Está acostumbrada a las playas de arena, pero ésta era una calita con muchas piedras. Entre las rocas, había un pocillo precioso. Grande, con el agua cristalina, y lleno de bichillos.
Como la entrada era fácil, le animé a ir hasta allí.
Sabía que lo iba a disfrutar mucho.
Se soltó de mi mano. Le gusta explorar sola.
Poco a poco, se aventuró hacia el agua. Primero un pie, luego otro, tipi tapa, temerosa. El suelo era de piedras pequeñas, en las que cuesta situar el pie y que se mueven.
—¡Uyyyy! —dijo, agarrándose a mi brazo—. Casi “cae”.
Avanzaba muy tímidamente hacia lo profundo. A veces, agarrándose a una roca grande, otras veces pidiendo mi ayuda. Pero siempre intentando hacerlo sola, creo que para disfrutar de su logro e independencia.
Cuando el agua le llegaba a los muslos, decidió dar un gran paso.
Bajó el culete, y lo metió entero en el charco.
—Está fría —gritó, dando un respingo.
Parece que ese gesto le dio más valor. Y volvió a hacerlo. Varias veces, hasta que el cuerpo se le acostumbró y se sentó en el agua.
Una vez así, descubrió que llegaba a las piedritas del fondo. Cogió una y la lanzó al agua. Y a esa, le siguieron otras muchas.
Luego, se quedó observando cómo se disipaban las ondas en el agua. Hasta que la charquita quedó, de nuevo, tranquila.
Entonces, atravesó con la mirada la superficie.
—¡Un pez! ¡UN PEZ! —descubrió de repente.
—¡Es vedad, Amara! —dije yo, fingiendo sorpresa.
Metió las manos en el agua, intentando cogerlo.
—Como la niña pirata. ¡Como la niña pirata! —dijo, muy ilusionada.
La niña pirata es Daniela, la protagonista de un cuento que le encanta. Se trata de una niña que tiene que superar una serie de pruebas para ser pirata en el «Caimán Negro, el barco pirata más temible de todos los tiempos». Y una de esas pruebas implica «capturar peces a manos llenas».

Poco a poco, le expliqué que era muy difícil atrapar los peces, que iban muy rápido. Pero que sí podíamos intentarlo con las quisquillas (camarones), que eran mucho más lentas.
Y sí, lo conseguimos. Pescamos unas cuantas. Las agarrábamos con cuidado, las explorábamos, y las devolvíamos al agua, para que pudieran seguir su vida.
—Son langostinos —mentí un poquito.
—¡¡Como la niña pirata!!
Se volvió loca.
En el cuento, Daniela se sumerge en el agua, y atrapa bacalaos, calamares, mantarrayas y ¡toneladas de langostinos!
Como ella.
COMO ELLA SOLA.
Al llegar a casa de sus abuelos —que es donde estamos veraneando—, lo contó entusiasmada.
—Hemos pescado langostinos —dijo—, como la niña pirata.
Ojalá os pudiera enseñar su carita. Brillaba.
Pasó el tiempo. Por la tarde le preguntó qué le gustaría cenar.
Lo imagináis, ¿verdad?
—Langostinos, como la niña pirata.
Nos va a salir muy caro el cuento de Daniela, la niña pirata 🤔
Referencias: ISERN, S. & GÓMEZ. (2017). Daniela Pirata. Madrid: Colección Egalité (NubeOcho)
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
Precioso relato! Me gustó mucho y esa Niña Pirata es toda una inspiración!
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Gracias! Qué bien que te haya gustado. Saludos ❤️
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