La llamada de las antiguas heridas

Nuestra intervención puede reabrir viejas heridas. Son oportunidades excelentes. 

Le pedí que, antes de subir a casa, nos viéramos en mi coche.

Me había llamado, pero no había podido hablar con ella porque estaba en sesión con otra familia. Al salir, me había encontrado con un mensaje en el que me contaba que, tras la última sesión conmigo, su hijo se había puesto muy agresivo, llegándole a pegar un rodillazo, a empujarla y a amenazarla con un cuchillo.

Lo primero que me vino a la cabeza fue la culpa. Sudores fríos. Era consciente de que, durante esa sesión, había llevado al chico a conectar con el trauma, y no tenía ninguna duda de que yo había participado, de alguna manera, del sufrimiento que ahora me reportaba la familia.

Cuando entró en el coche, y tras hablar un ratito, le conté mi plan:

—Mira, yo vengo aquí con 3 ideas —le dije—. Pero no quiero decir nada a tu hijo en lo que tú no creas.

—A ver cuenta —respondió.

—La primera, es que quiero pedirle perdón —empecé—. A fin de cuentas, ayer le metí el cuchillo en la herida, a sabiendas de que le dolía. Creo que se merece mis más sinceras disculpas.

—La segunda —añadí—, es que, como delegado de los servicios de protección a la infancia, debo decirle que hay que parar esto porque, de seguir la escalada, puede hacerte mucho daño a ti, y también a sí mismo. Y los servicios sociales tenemos obligación de actuar para separaros y evitar un mal mayor. Por mi parte, no quiero que te haga daño. Por ti, y porque eso le cargaría con un peso que no está preparado para sobrellevar.

Escuchaba.

—La tercera —continué—, es que quiero que sepa él y que sepáis todos, que lo que está pasando es una EXCELENTE OPORTUNIDAD.

Hice una pausa.

No pareció sorprenderse.

—Creo que te entiendo —continuó ella—: hemos abierto una herida y ahora es cuando se puede cicatrizar.

Os juro que se me puso la piel de gallina.

—Es exactamente lo que iba a decir —asentí—. Ayer le conectamos con las sensaciones en el cuerpo asociadas al trauma; y cuestionamos sus partes protectoras. Se ha quedado desnudo, en el mismo lugar y tiempo en el que pasó todo aquello. Pero, si ahora se está permitiendo revivir esa situación, es porque siente que puede obtener por parte de todo el mundo una respuesta diferente. Es decir, la respuesta que entonces necesitó, y que ahora necesita.

Se quedó callada.

—Por mi parte, quería lanzarte un mensaje de esperanza —dije—. Él cuenta ahora con muchos más recursos para expresar su dolor, que con 7 años. Y todos vosotros habéis hecho un trabajo estupendo para entender mejor sus necesidades y estar más disponibles para recoger su sufrimiento.

Se lanzó con ilusión a contarme todas las cosas diferentes que habían hecho ahora. En resumen, todo lo que el adolescente necesitaba: que le miraran como una persona que sufre, y no como un chico loco o malvado.

—Esto no lo vamos a arreglar hoy. Ya lo sabes —fui concluyendo—. Os toca una semana de mierda. Porque él necesitará una y otra vez comprobar que han cambiado las cosas.

—Lo sé, Gorka. Pero podemos con ello.

—Perfecto. Estamos de acuerdo. Pues nada, al toro.

Salimos del coche hacia la casa con paso decidido, dando un portazo.


Gorka SaituaAutor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

 

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