Buscar recuerdos en el cuerpo

Una forma sencilla para ayudar a las personas a conectar con sus hijos e hijas a través de la resonancia del cuerpo.

—Si quieres, podemos intentar ponernos en el lugar de tu hijo, para comprender en profundidad cómo se sintió —propuse—, ¿te parece bien?

Me acababa de contar que su hijo, de 4 años, tuvo una “rabieta” —nótense, por favor, las comillas— tremenda cuando le quitó los dibujos animados. Y había identificado lo que el peque sentía como frustración y rabia.

—Vale —contestó.

—De acuerdo —continué—. Para sentir de cerca cómo estaba él, necesito que recuerdes una situación en la que tú también te hayas enfadado mucho.

—De acuerdo. Lo intentaré.

—Tómate todo el tiempo que necesites —señalé—. No te preocupes por mí, que ya sabes que tolero muy bien el silencio.

Pasó un buen rato.

—Pues no se me ocurre nada —dijo.

La calmé diciéndole que estuviera tranquila, que no teníamos el reloj en movimiento. Que se tomara todo el tiempo del mundo, si era necesario.

—Me ha venido a la mente una discusión con mi hermana.

—Y, si recuerdas esa situación ahora, poniéndote en el lugar en el que estuviste ¿Qué se activa en tu cuerpo? —pregunté.

—Es aquí, en la zona alta del pecho —dijo, señalando el lugar en concreto.

—¿Me dejas que te diga algo?

—Claro.

—A mí esa sensación no me conecta con la rabia. La rabia es una emoción que nos ayuda a defendernos peleando: a recibir mejor los golpes, a pegar a alguien o a romper cosas —expliqué—. Corrígeme si me equivoco, pero me da la sensación de que lo que señales es más parecido al miedo.

—Es verdad —reconoció.

—¿Lo volvemos a intentar? —volví a proponer.

—Es que yo no me enfado nunca, Gorka —dijo algo frustrada —. Creo que no voy a ser capaz de conseguirlo.

—¿Y si te ayudo? —le lancé.

—Venga; sí.

—Ok. Vamos a enfadarte. Para que sea más fácil recordar lo que se siente.

—¿¿Qué dices?? —se rio.

—Sí. Es justo lo que vamos a hacer. Vamos a enfadar a tu cuerpo, para que sea capaz de recordar lo que se siente.

—Es que no me lo esperaba —reconoció, con un guiño.

—Eso es lo bonito: la sorpresa. Vamos a ver con curiosidad qué ocurre.

—Vale. Estoy lista.

—La rabia… a veces se siente tensión en los músculos del entrecejo. Cierra los ojos, y arruga el espacio entre tus cejas.

Lo hizo y quedó con los ojos cerrados. Todo perfecto.

—Suele sentirse también en los músculos del cuello —continué —. Se ponen tensos, para así proteger a la cabeza mejor de un posible golpe. Hazlo, y mantén esa tensión junto con la de entrecejo.

El resto del cuerpo se acomodó. Estábamos en buen camino.

—La espalda se pone rígida para sostener toda la tensión y rabia de los brazos. Los antebrazos se aprietan, se cierran los puños con fuerza, y los bíceps se ponen duros para asestar un…

—¡Lo tengo! —me calló con determinación y fuerza.


Gorka SaituaAutor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia, es la teoría sistémica estructural-narrativa, y la teoría del apego. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

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