«Una mujer aguanta una amputación sin anestesia con el mismo dolor de un hombre que enfrenta un resfriado.» ¿Verdad o mentira?
«Una mujer aguanta una amputación sin anestesia con el mismo dolor de un hombre que enfrenta un resfriado.»
Sí, es un tópico de mierda. Pero como todos los tópicos y frases hechas, también tiene algo de razón.
Mi propia mujer dice de mí que soy un quejica. Que exagero los síntomas de las enfermedades leves. Y no creo que sea el único, ¿verdad?
Es curioso, porque la mayor parte de los hombres hemos sido criados para ser fuertes: duros como una piedra. Nuestros padres y nuestras madres nos invitaron más a explorar que a recibir consuelo cuando las cosas se complicaban. Pedir un abrazo era cosa de nenas y mariquitas. En el colegio nos dábamos de tortas todos los días. Corre que te meto, balonazo, melé y patadón para parar al que más corría.
Entre los juegos más divertidos de mi infancia estaba esconder un cinturón —cuanto más metálico y pesado mejor—, de manera que, quien lo encontraba, tenía derecho a hostiar a todo cristo hasta que se tocara en un determinado sitio. O hacer cuadrillas para cazarnos entre nosotros, agarrarnos por las piernas, y estamparnos contra un poste los huevos.
Deberíamos ser como Rambo.
Paradójicamente, nos vienen los moquitos y nos hacemos caquita. Uy, qué malito que estoy, tojó, moc moc, me voy a morir enseguidita.
Es una de las paradojas del apego evitativo, más común en el género masculino como consecuencia del régimen patriarcal en el que todas y todos vivimos. Los hombres hemos integrado que no se debe mostrar la vulnerabilidad: la tristeza o el miedo. Que la cercanía y el consuelo son peligrosos, porque expone a la humillación pública, y al peor de nuestros enemigos: el remordimiento interno.
Así que no nos permitimos demandar los cuidados que necesitamos. Y una resfriado de mierda acaba siendo la excusa perfecta. Porque no es que yo necesite sentirme cuidado y protegido, sino que estoy muy, pero que muy malito.
No es que nos duela más la enfermedad; sino que necesitamos más conexión y cariño.
Autor: Gorka Saitua. Soy Pedagogo. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia, en la Asociación Bizgarri – Bizgarri Elkartea. En 2016 comencé con el proyecto educacion-familiar.com que me apasiona. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
Este artículo pertenece al blog www.educacion-familiar.com, antes www.indartzen.com. Si quieres saber más sobre nosotros echa un vistazo a quiénes somos y síguenos en nuestras redes sociales Facebook y Twitter, somos @educfamilia.
Jajajaja, me has recordado a mi marido, jajaja. Lo siento, no vale reírse, pero es que le he visto reflejado.
Saludos
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Yo creo que a los maridos, así, en general 😝
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