«De nada sirve que una niña o un niño sepan colocar a Venus en el universo, si no sabe dónde colocar su tristeza o su rabia.» Pues sí que sirve.
Sirve para que esa niña o ese niño, que no sabe dónde colocar esas emociones, sienta curiosidad por lo que hay más allá de su vista. Y esa curiosidad, que de pequeñito se crea y se desarrolla, quizás en algún momento pueda aplicarse a su universo interno, tanscendiendo las limitaciones de su aprendizaje temprano.
Sirve para saber que Venus fue hace muchísimos años, un planeta con condiciones climáticas similares a la tierra, pero al que un efecto invernadero descontrolado —sí, lo mismo de lo que nos alertan los científicos y que Trump, Bolsonaro y otros niegan—, dejó con temperaturas de 450 grados en su superficie, y presiones de 600 kg por centímetro cuadrado.
Sirve para imaginar que en las capas más altas de su atmósfera, donde las condiciones de presión y temperatura son similares a la tierra, podrían vivir seres extraterrestres maravillosos con una biología similar a la que nos es común en la tierra.
Sirve para quedarse extasiado contemplando ese puntito luminoso y anaranjado que se eleva al amanecer un poco por encima del horizonte, sabiendo que en el vehículo más rápido creado por el ser humano y con la asistencia gravitacional de la luna, viajar hasta allí nos llevaría más de dos años.
Sirve para tener una conversación interesante con la persona a quién quieres y, con un poco de suerte, acariciar su mano.
La ciencia es resiliencia para cualquier ser humano. Pero más incluso para las niñas y niños a los que les cuesta conectar con los demás y con sus propias emociones.
La ciencia es emoción en estado puro. Es emoción que activa la imaginación y el pensamiento.
«De nada sirve que una niña o un niño sepan colocar a Venus en el universo, si no sabe dónde colocar su tristeza o su rabia.»
Una mierda.
Lo que no sirve de nada, señoras y señores, es una “educación emocional”, que no apuesta decididamente por el respeto a la infancia y por los #BuenosTratos; y, lamentablemente, es lo que históricamente venimos arrastrando.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia, es la teoría sistémica estructural-narrativa, y la teoría del apego. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
