Un rescate desesperado | cuento sobre el sentimiento de culpa

[…] Ambos estaban aterrados. Ninguno de los dos sabía nadar, y las paredes del conducto eran demasiado altas para trepar por ellas […]

Una madre se llevó de excursión a su hijo al monte.

Era una ruta planificada. No había peligro.

Caminaron un buen rato por un sendero marcado. Pero poco a poco la vegetación se fue haciando más densa. Tras dos horas de camino, apenas podían avanzar entre hierbas, ramas y zarzas.

Tenían dos opciones. Podían dar media vuelta y caminar dos horas. O continuar hasta su destino por el cauce seco de una acequia.

Se decidieron por lo segundo. Así irían más rápido y evitarían gran parte de esfuerzo y los rasguños.

Cuando estaban en el canal, comenzó a subir el nivel del agua. Al principio eran unos centímetros, pero al poco rato el agua turbulenta les llegaba por la cintura.

Ambos estaban aterrados. Ninguno de los dos sabía nadar, y las paredes del conducto eran demasiado altas para trepar por ellas.

Se abrazaron. Intentaron oponer resistencia. Lo hicieron con todas sus fuerzas. Y entonces, el agua les arrastró.

El agua les llevó hasta un lugar donde se veía una pequeña rama que llegaba hasta el agua.

La madre, aterrada, valoró como pudo la situación. La rama podía ayudarles. Pero era tan débil que sólo podía con el peso de una persona. Sintió que si su hijo trepaba quedaría paralizado por el miedo, y ella moriría. Pero que si era ella la que se ponía a salvo podría intentar alcanzar a su hijo cuando las circunstancias lo permitan.

Así que se aferró a la rama.

Y vio como su hijo se alejaba entre las turbulencias del torrente. Su última mirada era de desesperación, como si dijese “mamá, ¿por qué me abandonas?”.

Trepó como pudo hasta tierra firme. Una vez fuera, marcada por la mirada de su hijo, empezó a correr y a seguir la corriente desesperada. No lo veía. No estaba por ninguna parte. Sus peores pesadillas iban cobrando forma.

Mientras, el niño seguía arrastrado por la corriente. Se hundió, tocó con el fondo, se empujó con las piernas y logró salir a flote. Luego se golpeó con unas piedras, y del golpe salió fuera. Y pudo respirar. Poco a poco, se fue dando cuenta de que siempre encontraba la oportunidad para salir a la superficie. Y fue confiando en sus capacidades.

Pasados unos minutos, se dio cuenta de que si mantenía los pulmones hinchados de aire, podría flotar. Y eso le dio confianza. A fin de cuentas, no se iba a hundir y, tarde o temprano, la corriente le llevaría a un lugar más seguro desde donde podría salir por su propio pie.

Sin embargo, la madre, desconocedora del estado de su hijo, seguía corriendo a lo largo de la acequia enloquecida. Al dolor de haberle perdido se añadía la culpa de sentirse responsable, y el recuerdo de su mirada hundiéndose en la espuma embravecida. No podía ver, no podía escuchar, ni mucho menos pensar. Sólo corría, dispuesta a hacer lo que sea por sacar a su hijo de lo que consideraba una muerte segura.

Por fin lo vio. Estaba tumbado boca arriba sobre las aguas. Parecía inerte, sin vida. Muerto.

Corrió como alma a la que persigue el diablo. Como un cohete al que no le importa estallar en pleno vuelo.

Cuando llegó a su altura se arrojó al agua. No sabía nadar. Y no le importaba. No sabía qué hacer allí; pero le daba igual. Sólo quería estar al lado de su hijo, y no dejarle nunca más. Si tenía que morir —se decía— que sea junto a su hijo, con él en brazos.

Entre los remolinos, el niño, que ya se sentía a salvo, sólo pudo ver a su madre saltando al río.

—Por favor, ¡no mamá! —gritó— ¡puedo sólo! ¡no lo hagas! ¡no podré contigo!

Fue ese abrazo lo que les llevó hasta el fondo.


Pero la historia no ha acabado ¿Construimos el final juntos?

¡A ver qué sale!


Gorka SaituaAutor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com

Deja una respuesta

Por favor, inicia sesión con uno de estos métodos para publicar tu comentario:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s