Existen padres y madres que pretenden construir a sus hijos e hijas acumulando características o experiencias que para ellos resultan deseables. Que se esfuerzan por modelarles según el ideal rígido que tienen en la cabeza. Son los padres y madres Frankenstein; y generan monstruos.
* Basado en los conceptos expuestos en el libro Frankenstein Educador, de Philippe Meirieu. Una verdadera obra maestra en materia de educación. Muy recomendable.
Es habitual que las madres y los padres quieran lo mejor para sus hijos e hijas. No obstante, hay quien lleva estas ambiciones al extremo.
Si se realizas un breve ejercicio de imaginación, seguro que puedes detectar a tu alrededor madres y padres que tienen un proyecto excesivamente claro para sus hijos o hijas. Parecen tener certeza sobre lo que desean, y también sobre el camino que deben seguir para conseguirlo: cómo deben manejar la disciplina, qué actividades extraescolares deben realizar, o qué experiencias de ocio deben tener. Y cuentan con la disciplina suficiente para proporcionárselas.
Estas madres y padres a menudo son considerados excelentes progenitores. Son muy coherentes y pragmáticos, y presentan una voluntad de hierro. Casi nunca flaquean en su empeño.
Siguiendo la metáfora de Philippe Meirieu, son madres y padres Frankenstein, que tratan de construir a sus hijos e hijas ensamblando diferentes conocimientos, habilidades y actitudes en un cuerpo esencialmente muerto. Les proporcionan una acumulación de experiencias y aprendizajes sin considerar cuáles son realmente sus propios anhelos e intereses. Y el resultado suele ser un mostruo eminentemente hostil; agresivo hacia dentro o hacia fuera.
Y es que la experiencia de los hijos e hijas de los padres Frankenstein es criarse en soledad, negando la parte de su experiencia que no se corresponde con el ideal que para ellos han construido los adultos que les cuidan. En muchas ocasiones acaban disociándose de su propia naturaleza, negando sus deseos o emociones; o mostrando una rebeldía extrema, cosas ambas que perjudican su bienestar y libertad.
Tener un proyecto para nuestros hijos e hijas es algo positivo. Pero este proyecto debe ser flexible, contemplar sus propias aptitudes e intereses, y basarse en su propia experiencia íntima. Es decir, debe complementarse con una actitud atenta (Dan J. Sieguel) de los padres y madres, que permita observar y empatizar con la experiencia que ellos y ellas tienen en cada momento. Y es que sólo a través de esta conexión es posible orientar consciente pero amablemente sus vidas, y ejercer un liderazgo positivo como personas sabias, fuertes y amables, a las que merece la pena seguir, tomar como referencia, e imitar.
¿Eres tú un poco padre o madre Frankenstein? Si es el caso, no olvides que tus hijos e hijas aprenden muy poco de lo que dices, bastante de lo que haces, pero sobre todo —y por encima de todo– aprenden en función de cómo les haces sentir.
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