Marta nos escribe bastante conmocionada. Recientemente ha recibido la noticia de que su padre tiene una enfermedad terminal, y que posiblemente fallezca en un periodo aproximado de 4 meses. Marta está muy preocupada por su padre, pero también por su hija Maitane, de 5 años, que quiere mucho a su Aitite (abuelo). Muy triste y abrumada, nos pide consejo para afrontar esta realidad de la mejor manera posible.
Lamentamos mucho que tengáis que pasar por una situación tan dolorosa y potencialmente tan desestabilizadora, tanto para niña como para el resto de la familia. Ayudar a un hijo para que realice un duelo siempre es complicado, sobre todo, cuando uno también tiene que rehacerse tras un golpe tan duro.
En primer lugar debemos hacernos una pregunta cuya respuesta es bastante complicada: ¿qué queremos provocar en nuestra hija durante este proceso? Es probable que la primera respuesta que nos venga a la mente sea algo así como “que no sufra” o “que sufra lo menos posible por la pérdida de su Aitite”. Cosa que es natural porque las madres y los padres, como norma general, queremos evitar el sufrimiento a nuestros hijos e hijas, tanto por ellos mismos, como por el sufrimiento añadido que nos genera observarles mientras lo están pasando mal.
No obstante, permitidnos señalar que, en vuestro caso, evitar este sufrimiento no va a ser posible, e intentarlo demasiado puede llegar a ser, incluso, contraproducente. Es un hecho que es muy probable que Aitite fallezca, y que Maitane no le vuelva a ver más. Y esta ausencia se va a notar, tanto en el hecho de que no va a ser posible volver a disfrutar de sus cuidados, como porque toda la familia va a estar triste y afectada durante algún tiempo. Por ello, es mejor que, en la medida de lo posible, estemos preparados para afrontar los acontecimientos.
¿Qué podemos hacer, entonces? Permitidnos que os ofrezcamos, con todo el respeto y el cuidado del mundo, algunos consejos:
- El primer consejo, y probablemente el más importante, ya lo estáis llevando a cabo. Va a ser muy importante para vosotros y sobre todo para Maitane que estéis en disposición de pedir ayuda. Enfrentar una tarea de este tipo es un reto para gigantes, y muy pocas personas están en disposición de afrontarla sin que en algunas ocasiones se les escape de las manos. En estos casos, como en otros muchos, es muy importante ser conscientes de nuestras propias limitaciones, necesidades e impulsos, y aceptar que seguramente interferirán de alguna manera en la relación con nuestros hijos o hijas. Y lo más probable es que lo hagan en sentido negativo, haciéndonos estar menos disponibles para ellos y ellas, y haciéndoles sentir más solos e inseguros. No obstante, esta situación se puede compensar creando alrededor nuestro una red de personas buenas y sensibles (familiares, amigos, o en su caso, profesionales) que puedan sostenernos hasta que hagamos el duelo y nos podamos recomponer del daño sufrido. Así que cárgate de valor, habla con la gente de tu confianza, y pídeles con claridad y expresamente su ayuda para poder enfrentar una situación tan estresante y emotiva. Recuerda que muchas personas quieren ayudar, pero temen irrumpir en la intimidad de una familia que está sufriendo. Dales permiso para que lo Es probable que te sorprenda gratamente su respuesta.
- Es probable que, por encima de todas las cosas, desees que tu hija no sufra un golpe muy fuerte o un trauma que comprometa su desarrollo. En este sentido, debes de saber que el trauma no se produce por el dolor que genera un suceso en sí mismo, sino por el hecho de que los niños y niñas se sientan desamparados, solos y desatendidos, cuando este daño se produce. Boris Cyrulnik, autor de referencia en esta área, estudió en profundidad multitud de casos de niños y niñas afectados por situaciones potencialmente traumáticas (guerra, abusos, violencia…) y observó, con gran acierto, que estar “afectado” por una situación de este tipo no significa necesariamente estar “traumatizado”. Que el trauma se produce cuando los niños y niñas se sienten desconectados de los adultos que les cuidan, cuando más los necesitan. Así que no sientas temor ante el dolor que pueda expresar tu hija a través de lágrimas, rabietas, regresiones, o dificultades de aprendizaje, porque si puedes tolerar ese dolor y acompañarla con cariño en ese duelo, poniendo palabras a sus sentimientos y aceptando y conviviendo con sus emociones, se repondrá y volverá a ser la niña que era antes.
- No temas a hablar con tu hija sobre tus propias emociones. Decirle cosas tales como “estoy triste porque Aitite está muy enfermito”, le dará oportunidades para responderte cosas como “yo también”, y abrirle la puerta para que exprese su dolor de manera adecuada y en presencia de un adulto sensible. Es probable que entonces rompa a llorar… que es la forma más saludable que nuestro cuerpo tiene para pedir ayuda. Será el momento de contenerla con un abrazo, o siguiendo los fantásticos consejos de este post de humor, que nos generan especial ternura y que no tienen desperdicio.
- Recuerda que cuando no se hablan o explican las cosas, los huecos se rellenan con fantasía. Y las fantasías sobre la muerte pueden ser muy perturbadoras. Así que háblale con claridad sobre lo que está ocurriendo y sobre lo que haya podido pasar. Es mejor pasar un mal rato con los pies en el suelo, y en contacto con las personas que nos quieren, que negar una realidad y dejar vía libre a las fantasías y las ensoñaciones desorganizadas. Permítenos, por favor, que te pongamos un ejemplo que ilustre este supuesto, aunque pueda resultar desgarrador: “El abuelito no se ha llevado su abrigo, seguro que ahora que está muerto tendrá mucho frío”. (ejemplo publicado en en http://www.fundacionmlc.org).
- Discúlpate si sientes que no has estado a la altura en algún momento. Es más que probable que en alguna ocasión tu hija se sienta alejada de ti, en un momento en el que necesita máxima conexión con las personas que le cuidan. Es inevitable. Cuando las personas estamos saturadas por el dolor y la preocupación, activamos nuestra respuesta de lucha o huída (cerebro “inferior” o “reptiliano”), por lo que estamos mucho menos dispuestos para empatizar o reflexionar con claridad sobre las relaciones que nos importan. No pasa nada. Cuando estés un poco mejor, vuelve donde tu hija y discúlpate: “igual antes no te he hecho mucho caso porque estaba triste y nerviosa. Si quieres ahora puedo escucharte, que estoy más tranquila.” Y recuerda lo que decimos muchas veces: no te excuses en que parezca que se encuentra bien, porque aunque no lo exprese, probablemente necesite sentirse más unida contigo.
- Recuérdale que las emociones van y vienen. Los niños y niñas de 5 años tienden a pensar que cuando sienten cualquier cosa: enfado, tristeza, miedo… estas emociones van a durar toda la vida. Es decir, que no cuentan con capacidad, en ese momento, para aceptar que se trata de un estado temporal, y que como un castillo de arena, tarde o temprano se lo llevarán las olas o el viento. Así que recuérdaselo tú, bien a través de esta metáfora o utilizando cualquier otro recurso que ella pueda comprender. Esto la relajará y le hará más capaz de enfrentar otro tipo de situaciones dolorosas en todo momento.
- No te olvides de recordar. El duelo es un proceso que “duele”. Y duele se recuerde o no a la persona querida. Lo bueno que tiene ayudar a nuestros hijos e hijas a recordar a un ser querido que falleció es que, de alguna manera, se transmite la sensación de que sigue estando con nosotros, con sus tonterías, sus locuras, sus cosas buenas y sus cosas regulares, pero de manera realista y personificada, casi como dispusiera aún de un cuerpo que se pueda tocar y que sienta aún nuestro contacto. Esto puede ponernos tristes, pero también reconfortarnos en el disfrute de la relación que, de alguna manera, hemos perdido.
- Aunque te sientas muy tentada a hacerlo, no le mientas. La mentira tarde o temprano se descubre, y provoca sentimientos de desconexión, confusión y soledad que en nada ayudan a elaborar el dolor o el duelo. Dile la verdad, aunque a ambos os duela, y dale la sensación de que estáis todos disponibles para cuidaros en este trance. Pero adapta tus palabras para que ella lo pueda entender. La gente desaparece del mundo para, muchas veces, transformarse y acompañarnos en forma de un bonito recuerdo.
- Satisface su curiosidad. Toda enfermedad y toda muerte tienen un por qué. Explícale por qué se produjo la enfermedad del abuelo, por qué fue tan grave, y por qué no tuvo solución. Es probable que esto le ayude a calmar el miedo asociado a que a ella o a sus padres les pueda ocurrir algo similar.
- Si ocurre lo que parece inevitable, procura que las rutinas de tu hija sigan siendo las mismas. O lo que es lo mismo, que el desarrollo de su día a día no se vea afectado. Las rutinas ofrecen a los niños y niñas orden y estructura, y les hacen sentir más seguros y seguras al verse inmersos en una realidad predecible. Es probable que te cueste un esfuerzo extra, pero procura que a pesar de todo su vida no cambie demasiado.
- Estate alerta, porque es probable que aparezcan algunos miedos inoportunos. No sería extraño que apareciesen otros miedos e inseguridades asociados a la muerte y la pérdida ¿y si Aita se muere? ¿y si me quedo sola? ¿y si me muero yo? Estate pendiente de lo que tu hija pueda imaginar y sentir en cada momento. Y estate segura que es mejor aplazar una respuesta complicada, que dar una respuesta que nos comprometa por mal camino. Si algo te asusta dile “mira, cariño, esa pregunta es muy complicada para que lo hablemos ahora; luego más tarde lo hablamos”. Y por supuesto, cumple esa promesa.
- Crea una red protectora que esté de acuerdo en estas líneas básicas para enfrentar el problema. Es muy importante que todos los adultos que cuidan de tu hija (tu pareja, los profesores, tu familia, tus amigos, etc.) sepan cómo enfrentar eficazmente esta situación. Invítales los antes posible a leer este artículo, y conversa con ellos. Así irás creando aliados que te apoyen en este proceso tan complicado, y lo que es más importante, que puedan ofrecer a tu hija una respuesta contingente con sus vivencias que es lo que realmente más necesita.
- Afronta mediante el juego las posibles regresiones. Los niños y niñas de 5 años son muy vulnerables a un mecanismo de defensa que se llama “regresión”, que consiste en perder aparentemente habilidades que ya habían adquirido, o desarrollar comportamientos propios de niños y niñas más pequeños. No te asustes si ocurre algo parecido. Esta es la manera que tienen nuestros hijos e hijas de decirnos que se sienten más vulnerables que nunca y que necesitan más cuidados. Si sientes que tu hija pierde aparentemente habilidades que ya tenía, te aconsejamos que juegues con ella a que es una niña más pequeña, y que la alimentas y la tratas con todo el mimo del mundo. En el contexto del juego tu hija podrá ir satisfaciendo paulatinamente esa necesidad especial de sentirse cuidada y segura. Así podrá ir recargando las pilas y abriéndose de nuevo al mundo, esta vez con la seguridad reforzada de que cuando algo preocupante ocurra puede recurrir a ti para sentirse calentita, a gusto y sobre todo y por encima de todo, tranquila y segura.
- Pon en marcha lo antes posible nuestra actividad de El Extintor. Si practicas la actividad con cierta regularidad, estarás normalizando la expresión de los afectos, y además, ofreciendo a tu hija la posibilidad de que te diga qué es lo que necesita para sentirse mejor en cada momento. Recuerda que para que se calme y se sienta mejor es mucho mejor seguir los consejos que ella misma te dé, que las cosas que nosotros podamos presuponer de antemano.
De todas formas, recuerda que en este blog dispones de muchas actividades que puedes poner en práctica con tu hija. Si te gusta alguna especialmente, no lo dudes, nosotros nos curamos en salud y sólo ponemos materiales con garantía de que no pueden hacer ningún daño.
Antes de terminar, permítenos que te recomendemos esta guía. Es probable que te ayude leerla con detenimiento. Nosotros lo hemos hecho, y nos parece un material excelente. En tu caso, te recomendamos sobre todo que leas el apartado que comienza en la página 41, donde se explica cómo perciben la enfermedad y la muerte los niños y niñas de edad preescolar. Conciso, eficaz, ameno y muy bien explicado.
Finalmente, nos despedimos, no sin antes mandaros nuestros mejores deseos, y que podáis afrontar esta situación tan difícil de la mejor manera posible. Un abrazo muy, pero que muy fuerte de todo el equipo de Indartzen. Y recordad… estamos a vuestra entera disposición todo lo que podáis necesitar. No dudéis en volver a escribirnos, si consideráis que podemos ayudar en lo que sea.
Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, ponte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com