[…] Todo comienza cuando un entorno capacitista —profesionales incluídas e incluídos— etiqueta tempranamente a una niña como “incapaz” porque presenta evidentes diferencias respecto al comportamiento de sus iguales en el área cognitiva, afectiva o social, y a la que automáticamente se le atribuyen determinadas carencias, en un atajo heurístico garrafal. […]
[…] Bajo brevemente la barbilla y la vuelvo a subir, en señal de respeto. Y te pregunto, con verdadera curiosidad, sobre todos los esfuerzos que has hecho para que se me reconozca el valor que tengo como persona. Porque estoy seguro de que has hecho un montón, muy intensos y durante mucho tiempo. […]
¿Cómo reconocer como una historia de dignidad, protagonismo y esperanza las microinteracciones que se producen a través del cuerpo?
¿Cómo unir nuestra propia historia de dolor y la de las personas a las que acompañamos en una narrativa de esperanza?
¿Cómo sostener una mejor relación con los síntomas de sufrimiento?
¿Qué pasaría si aceptásemos que formamos parte de la secuencia de interacciones que sostiene el síntoma?
¿Y qué hostias podemos hacer con eso?
Ni puta idea. Aquí no hay gurús, ni pollas en vinagre. Pero sí podemos crear un espacio que nos permita sentir más curiosidad hacia lo que acontece, maravillosa y mágicamente, en ese gran olvidado que es el sistema nervioso autónomo.
Somos un cuerpo que se protege, unido a una mente que da un sentido narrativo a esa experiencia.
2. Haz un ingreso de 60 euros en la cuenta que te facilitaremos tras dar a «enviar» a este formulario. Pon tu nombre y apellido en el concepto del ingreso.
[…] Cuando una persona se mete en tu mente, con la supuesta promesa de eliminar o acompañar el dolor, lo normal es que uno permanezca en un estado alterado de conciencia, en el que la promesa de dejar de sufrir invalida el espíritu crítico o cualquier atisbo de rebelión. […]
[…] Entonces, en comparación con esa mujer desamparada, maltratada por la vida, enferma, que apenas podía hacerse cargo de las tareas más sencillas, me sentí una verdadera mierda. Fui una verdadera mierda. Porque en lo importante, amigas y amigos, había demostrado mucha más integridad, sensibilidad y bondad que yo. […]
[…] Por eso, nuestra función no puede ser nunca basar nuestra intervención en una narrativa alternativa, por mucho que no mole o nos cuadre bien. Es más bien hacer explícitos los significados de los relatos en juego e invitar a mirarlos con compasión y curiosidad. […]
[…] Pero la tragedia de la narrativa del héroe es, amigas y amigos, que pese a todo su esfuerzo y los logros, nunca, repito, nunca, sentirá que se ha restablecido esa dignidad perdida con la herida primaria. Porque esa herida está en otro lugar y otro tiempo al que no se puede acceder. […]
[…] Me refiero a todas esas personas que no tienen una función educativa o terapéutica asignada y que, en cambio, nutren más que las y los profesionales que asumimos liderar esos procesos. […]
Debe estar conectado para enviar un comentario.