[…] Porque, en una sociedad de guerreras y guerreros, en la que se ensalzan valores como la obediencia, el valor, la lealtad al grupo y el gregarismo, ser altamente sensible es un factor de riesgo en relación al sufrimiento psicosocial. […]
«Cuéntame, por favor, qué ha pasado. Tú puedes percibir cosas que son muy importantes para todos, y que el resto no puede ver.»
Si observamos a los mamíferos (y mamíferas) que viven en manada, vemos que suele haber una diferenciación de funciones. Está el líder, cuya misión es servir de guía al grupo; están los guerreros, que sirven para defenderlo; y están, también, los vigías, que son los encargados de detectar el peligro y avisar a los demás de los riesgos (inmediatos o previstos) que los podrían poner en peligro o amenazar.
Todos estos roles tienen una dotación biológica que les predispone a cumplir una determinada función. Lo líderes o aspirantes a serlo, suelen ser fuertes, decididos, y muy sensibles a todas las amenazas que puedan poner en cuestión su poder. Los guerreros son muy buenos siguiendo órdenes, son especialmente gregarios y son capaces de anular su miedo cuando hacen grupo con los suyos y es la hora de actuar. Y los vigías suelen tener una amígdala como un balón de fútbol, que les permite procesar la información del entorno rápida y sabiamente, a nivel de neurocepción.
Imagino que dependerá de la especie. Pero los líderes o aspirantes a serlo no suelen ser más del 10% —lo digo a ojo, y mi ojo no es famoso por acertar con los números—, los guerreros son un 85%, y los vigías un escaso 5%. Y estos porcentajes parecen repetirse con los humanos: hay muchos más guerreros que vigías, y esto a los segundos les pasa una factura brutal.
Porque, en una sociedad de guerreras y guerreros, en la que se ensalzan valores como la obediencia, el valor, la lealtad al grupo y el gregarismo, ser altamente sensible es un factor de riesgo en relación al sufrimiento psicosocial. Especialmente en el entorno escolar, un entorno esencialmente violento, que promueve la competencia y las agresiones entre pares, colocando a las niñas y niños altamente sensibles frente a situaciones que, sencillamente, no pueden tolerar.
Estás siendo sobreprotector con la infancia, Gorka, ñiñiñiñi, las niñas y niños necesitan exponerse a este tipo de situaciones para crecer y evolucionar.
No te digo que no, tontodelculo, pero siempre y cuando se den las condiciones para que las puedan enfrentar. Y eso pasa no sólo por estar debidamente acompañados, sino por sentirse, también personas con un valor suficientemente sólido como para que no flaquee por no poder enfrentarse a cosas que al resto se la pelan que es un primor. Y esas 2 condiciones no están garantizadas, para nada, en el contexto escolar que a muchas niñas y niños les resulta habitual.
Un contexto escolar que identifica este rasgo que predispone a respuestas que alarman y no resultan indiferentes —coño, para eso son— como el llanto (el cuerpo pidiendo ayuda, movilización y cohesión) o el bloqueo (algo natural cuando uno percibe un peligro y le dejan en soledad), como un síntoma a erradicar, entre otras cosas, porque expone y obliga a actuar sobre la violencia cotidiana e institucional.
«Es una niña mimada.»
«Tiene que aprender a defenderse.»
«Necesita ser más asertivo, si no le va a ir muy mal.»
«Su familia es sobreprotectora y lo hace mal.»
Vamos, que hay algo EN ELLAS Y ELLOS que está mal. Ojo al tomate.
Formas, todas ellas, de violencia orientada a las niñas y niños más sensibles para que dejen de dar por culo y de recordar a las figuras adultas que algo debe cambiar.
Porque, amigas y amigos, responder de manera intensa a cualquier tipo de violencia no es un síntoma, no habla mal de nadie, sino que es la consecuencia lógica de formar parte de ese 5% que en la naturaleza puede cumplir funciones esenciales para el grupo, y en nuestro mundo actual también.
Formas de violencia que sitúan, más si cabe, a estas niñas y niños en una situación de desprotección. Porque pocas cosas hay más jodidas que ser sancionado por la reacción que uno tiene a formas de violencia reales, palpables y que amenazan la propia integridad moral.
Repito, en este mundo de mierda, hecho a imagen y semejanza de la mayoría de guerreras y guerreros obedientes, insensibles, productivos, sumisos ante el poder, también.
Sería una pena que el 5% de las personas capaces de sentir diferente, de pensar fuera de la caja, se percibir los peligros que a todas y todos nos amenazan, enmascaren su virtud para no ser rechazados o quedar mal. Y todo por una infancia infeliz en la que tanto sus iguales como sus personas adultas significativas —profesionales incluidos— les dijeron, cada vez que se expresaba su rasgo, que había algo en ellos que no estaba bien. Algo que debían ocultar o cambiar, bajo la amenaza de la más cruda exclusión social.
O el paternalismo patológico, qué más da.
Pero, Gorka, no te sobres, nunca se dice eso.
Claro que no, idiota, pero estás hablando con amígdalas, hipocampos y lóbulos orbitofrontales con especial capacidad. No hace falta decir nada para que capten lo que sientes o lo que piensas en sus momentos de máxima vulnerabilidad.
No puedes entenderlo porque careces de su superpoder. Y, por eso, te resulta tan complicado empatizar.
Yo fui uno de esos niños. Aprendí a simular ser un guerrero para caer bien. Me tragué las lágrimas, intenté con todas mis fuerzas parecer fuerte y valiente. Y, cada vez que lo intentaba, me demostraba a mí mismo que había algo muy mío, aquí dentro, que estaba mal.
Es muy jodido vivir como un impostor, porque el mundo te dice y te repite que, en lo más profundo, eres un ciudadano de segunda, sin valor. Y al final uno se lo acaba repitiendo, también.
Nunca, nadie, me dijo que lo que yo sentía o percibía era real, y estaba bien. Entre otras cosas, porque me puse demasiado temprano una máscara que impedía verlo. Pero no me la puse porque fuera estúpido, sino porque necesitaba per-te-ne-cer.
«Cuéntame, por favor, qué ha pasado. Tú puedes percibir cosas que son muy importantes para todos, y que el resto no puede ver.»
«Qué interesante. Esto es bueno para todos. Ya me encargo yo.»
«Escribe lo que sientes, es importante. Luego lo vemos juntos y miramos qué se puede hacer.»
«Menos mal que formas parte de este grupo. Gracias por estar aquí.»
Eso es, justo, lo que me hubiera gustado sentir, al menos, una maldita vez.
¿Se ve?
Pues que se vea, joder.
Que la infancia sensible tenga otra respuesta a la que yo pude tener.
Dejemos de tratar como problemas a las personas que tienen la llave de un cambio a mejor en esta maldita humanidad.
Valoremos lo que otras percepciones y otras miradas pueden ver… Y conseguir.
La alta sensibilidad es un superpoder en beneficio de todos, y lo estamos perdiendo por no saberlo cuidar.
Por nuestra esencia guerrera, ya sabes, insensibilidad, falta de empatía y estupidez.
Gorka Saitua | educacion-familiar.com

Hola, por si lo queréis leer… https://www.academia.edu/110855577/HISTORIA_Y_PREHISTORIA_DE_LAS_PERSONAS_SOBRE_EL_TRAUMA
Un saludo, L.K.
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