En una realidad paralela 

[…] Porque, amigas y amigos, por mucho que nos pese, las escuelas, a fecha de hoy, están a años luz de interpretar los síntomas o el sufrimiento infantil desde una perspectiva vincular o relacional. Sencillamente, el personal docente, e incluso las orientadoras y orientadores —a menudo conductistas— no tienen suficiente formación para hacerlo. […] 

Las familias con niñas y niños diferentes o con dificultades, suelen vivir en una REALIDAD PARALELA.  

El motivo es que prácticamente toda la información que reciben por parte de la escuela va orientada a alimentar su preocupación y su angustia, a través de mensajes que les sugieren actuar, pero en los que no se específica ni hacia dónde, ni de qué manera. 

No es extraño que estas madres y estos padres sientan que no están haciendo lo suficiente para las personas a las que más quieren, y que se reprochen a sí mismos que deberían saber más, hacer más o manejar la situación de diferente manera.  

Pero, lo más chungo de todo, es que ésta sobrepreocupación de los progenitores, acaba provocando que las niñas y niños acaben sintiendo que no son suficientes, ni en la escuela, no en casa. A fin de cuentas, el primer mensaje que les llega a los más pequeños suele provenir de las “tripas” de sus referentes, y si estos se preocupan por mí, ¿qué dice eso de lo que soy y de lo que puedo?  

Ya es hora de señalar que esos mensajes que preocupan a las familias no sólo omiten la información que es clave, sino que, además, habla más de la incompetencia de los profesionales, que de las carencias de la infancia y sus familias.  

Omiten la información más valiosa porque lo que realmente ayuda a superar las posibles dificultades, no es prestar atención al síntoma ni a lo que lo motiva, sino a las excepciones en las que los problemas no están presentes.  

Y habla de incompetencia profesional, porque cuando una o uno no sabe qué hacer o ha perdido la esperanza, lo habitual es que active las soluciones que pasan por identificar un chivo expiatorio, muchas veces señalando las supuestas dificultades orgánicas que presentan las niñas y niños (etiquetas, diagnósticos…) o las supuestas carencias de sus familias.  

Porque, amigas y amigos, por mucho que nos pese, las escuelas, a fecha de hoy, están a años luz de interpretar los síntomas o el sufrimiento infantil desde una perspectiva vincular o relacional. Sencillamente, el personal docente, e incluso las orientadoras y orientadores —a menudo conductistas— no tienen suficiente formación para hacerlo.  

Por eso, desde aquí me comprometo a esforzarme por dar la vuelta a la tortilla, demostrando, que el sufrimiento de la infancia está íntimamente relacionado con lo que acontece en los patios y en las aulas.  

Paradójicamente, las escuelas necesitan sentirse parte del sufrimiento que padece la infancia, para retomar la esperanza. Porque si uno se siente parte, también puede confiar en que cuenta con recursos para hacer algo, descargando a las familias. 

Porque no es justo que haya familias pensando que todo está mal, siempre, con sus hijas y con sus hijos. Que todo son dificultades y carencias.  

Pronto, un nuevo curso para docentes: “Análisis RELACIONAL de la sintomatología que presentan las niñas y niños en la escuela”. 

Hace demasiada falta.  


Gorka Saitua | educacion-familiar.com 

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