[…] Porque, amigas y amigos, una víctima es, por encima de otras cosas, una persona que ha sufrido mucho y que no deja de sufrir. No alguien que quiere fastidiarnos con su actitud. Una actitud que, por otro lado, tiene todo el derecho del mundo a tener, porque es lo que le ha ayudado a mantener cierta integridad y sobrevivir. […]
«Las víctimas son muy peligrosas. Alguien que se queja todo el tiempo de lo mal que le trata el mundo no trata de arreglar su situación, trata de arrastrarte a su estado. Quienes no estén de acuerdo con su queja, serán tachados de malvados. Cuídate de las víctimas, porque necesitan convertir a todos en culpables».
Circula por redes sociales esta frase, supuestamente del polémico y afamado Bert Hellinger. Y es el vivo ejemplo de, como dice mi compañera Ade Navaridas, esa “frase [de mierda] que te puedes ahorrar”.
El “de mierda” lo pongo yo. Y con cierta mala hostia, como te puedes imaginar.
Porque vale, a todos nos jode un poco que no coloquen en el lugar de los agresores, pero hay que tener muy mala baba —o ser un poco narcisista— para hablar sobre las personas que sufren así.
Porque, amigas y amigos, una víctima es, por encima de otras cosas, una persona que ha sufrido mucho y que no deja de sufrir. No alguien que quiere fastidiarnos con su actitud. Una actitud que, por otro lado, tiene todo el derecho del mundo a tener, porque es lo que le ha ayudado a mantener cierta integridad y sobrevivir.
Que nos fastidie al resto no cambia un ápice de la historia, ni nos debería dar ningún permiso para revictimizar a la persona colocándole justo en el lugar en el que no debe estar, a saber, el de las agresoras y los agresores.
«A Joxe, de 16 años, le han rechazado sus amigos de siempre. En corrillo dicen de él que ya no es el de antes, y que les mira mal. Por eso, Jokin pasa los días sólo en el recreo, esperando el comentario jocoso o la burla del típico brabucón que le agrede para sentirse mal. En su soledad, Jokin rumia el odio hacia los colegas que le han dejado así, expuesto a la humillación, pero, sobre todo, se recuerda a sí mismo que es un mierda, porque no se puede defender.»
Como puede verse más o menos claro aquí, una víctima es sólo una persona cuyo dolor ha sobrepasado tanto su ventana de tolerancia, que ha perdido por completo la capacidad de mentalizar al agresor, esto es, de verlo como un interlocutor válido, con sus propios pensamientos, historia, emociones y —aunque pueda parecer extraño— buenos motivos para comportarse así. Es decir que lo ha reducido a un ser de mierda, un despojo moral, para salvaguarda lo poco que le quedaba de orgullo e integridad.
Coño, que no es tan difícil de ver. Entre otras cosas, porque todas y todos hemos asumido esa actitud de víctima alguna vez y, si nos situamos en esa vivencia y en los recursos que teníamos entonces con un mínimo de empatía, veremos que fue bastante inteligente protegernos aquí.
Por eso, más allá de consumir estas frases basura, podríamos dedicar algo de nuestro tiempo a pensar qué necesita esa persona que se victimiza para salir de ahí. Porque si en algo estoy de acuerdo con el amigo Bert es que esa actitud no le viene bien a ella, ni a las personas de su alrededor. A ella, porque le devuelve a sí misma una imagen de impotencia, absoluta vulnerabilidad y desprotección; y al resto, porque nadie puede tolerar por mucho tiempo que se le niegue la mente, imponiéndole el rol de agresor.
Por ejemplo, Joxe lo que puede necesitar es que se le diga que, hostia tú, lo que le ha pasado es una putada, y que efectivamente sus colegas le han tratado mal, malinterpretando sus estados mentales y negándole la protección y una compañía cuando más la necesitaba. Y que nadie tiene derecho a sufrir la vergüenza y las humillaciones que está teniendo que afrontar él. Que, por ello, el mundo adulto debe actuar, le guste o no, porque se están vulnerando sus derechos más básicos; y que hasta cierto punto podemos negociar cómo hacerlo, pero no que se vaya a hacer. Porque lo que le está pasando le está causando un daño que no son imaginaciones suyas, sino que es real; y que, a partir de ahora, vamos a garantizarle que no estará sólo para enfrentar esa situación. Porque poder o no poder no tiene tanto que ver con lo que somos o nuestras características personales, sino con el apoyo del que podemos disfrutar.
Quizás así —con los debidos matices— Joxe pueda salir de ese círculo vicioso, en el que el mundo se ha convertido en un lugar peligroso y en el que, por tanto, sus procesos de neurocepción le llevan a ver señales se amenaza donde las hay y donde no las hay, en un esfuerzo sobrehumano de su cerebro para protegerle del daño que terceros le puedan causar; no por capricho, oye, sino porque ese daño ha existido y persistido de verdad. Un mundo en el que, además, las personas que deberían servirle de apoyo le rechazan, porque no entienden ni toleran su actitud.
Qué jodido es.
Porque la forma de salir del victimismo no es otra que sentir el apoyo social. Un apoyo real y sin fisuras que se pueda sostener. Y no escuchar a gurús de mierda cargando desde su púlpito contra lo único razonable que una persona, en sus circunstancias, ha podido hacer. Porque ese tipo de mensajes no son más que una forma de maltrato que hace leña del árbol cáido, dando la carroña a la audiencia que desea consumir.
Una audiencia falta de empatía, porque se ha situado, precisamente, en el rol de víctima que gusta criticar, porque, como buena víctima, no puede tolerar conectar con esa niña o niño herido que tuvo que aferrarse a su propio victimismo llorón para poder subsistir.
Así que nada. Un poco de cuidado también hacia las víctimas, empezando por nuestro propio dolor. Porque todas y todos tenemos una víctima dentro que sigue esperando —con mejor o peor suerte— el buen trato que entonces le faltó, y que todavía espera que llegue desde las y los demás.
Así es como la víctima pasa a sentirse —como escuché decir a Jorge Barudy— una persona afectada, y ése es el primer paso para hacerse cargo del propio dolor y, en consecuencia, del daño que se ha podido infligir a los demás.
No, Bert Hellinger, si de verdad has escrito eso, aquí el único peligroso eres tú.
¿Se ve?
Gorka Saitua | educacion-familiar.com
Me quedo con esta frase Gorka:» Porque poder o no poder no tiene tanto que ver con lo que somos o nuestras características personales, sino con el apoyo del que podemos disfrutar».
Qué importante no vivir en soledad y sin ser vistos las cosas que nos pasen
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Eso es. Muchas gracias, Ana.
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Yo dudaría de la autoría de esa frase por Bert Hellinger, la verdad.
He leído algo sobre él y de él y me formé hace muchos años en constelaciones y, no sé, dudo que sea suya, pero bueno ahí está tu reflexión al respecto.
Su filosofía es digna de revisar, creo que estarías más de acuerdo con él, respecto al funcionamiento de los sistemas familiares, por todo lo que te he leído, de lo que te parece a priori si lo juzgas por esa frase.
Un abrazo.
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Te confieso que tengo muchos prejuicios relacionados con las constelaciones familiares. No he leído a Bert Hellinger y, la verdad, no me apetece demasiado ir por allí, tanto por lo que he leído por parte de gente en quien confío, y por lo que he visto publicado de gente que sigue ese paradigma de intervención. No obstante, tengo que reconocer que son sólo eso, prejuicios, y que me puedo equivocar.
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