Quizás muchos síntomas que atribuimos al autismo se relacionen con el trauma complejo. Y que ese trauma complejo tenga más que ver con el mundo neurotípico y con su falta de sensibilidad, que con la condición de las personas autistas. Qué sé yo.
Ayer estuve viendo un caso con una compañera y llegamos a una reflexión sobre la especial vulnerabilidad de de las niñas y niños con TEA al trauma simple y, especialmente, al trauma complejo.
Antes de nada, diré que soy un ignorante en este tema. Tomaros el articulo como una pregunta gorda que hago desde la curiosidad.
Simplificando mucho, sabemos que hay algunos factores que median en la génesis y fijación del trauma, a saber:
La intensidad del estímulo potencialmente traumático. Las niñas y niños con TEA son especialmente sensibles a estímulos que, para las personas neurotípicas, pueden parecernos irrelevantes. Esto nos lleva pensar si estímulos que, para nosotros, no implican nada, pueden tener un potencial traumatizante o retraumatizante para los niños con esta condición.
Su permanencia a lo largo del tiempo. Es conocida la tendencia de algunas niñas y niños con TEA a la rumiación, es decir, a entrar en bucles que se reflejan en su comportamiento, pero que también tienen un correlato en su mente. Esta realidad podría implicar que tengan más facilidad para quedar fijados en la experiencia traumática, en un revivirla en la mente y en el cuerpo que les lleve a estar más expuestos a la retraumatización.
El tipo de respuesta ante la amenaza. Hoy sabemos que respuestas del tipo lucha, huída o “pedir ayuda” (llorar), son protectoras, porque permiten liberar la tensión del sistema, a la par de permitir que se elabore una narrativa coherente, en la que la persona se protege eficazmente de la amenaza con los recursos a su disposición. Pero, para las niñas y niños con TEA, es muy difícil recurrir a estas estrategias. La lucha implica que la amenaza permanezca en el deseo de venganza del presunto agresor. Además, no sería aceptada como una respuesta válida en un entorno que no concibe el estímulo como amenazante. La huída, les expone a una revictimización porque, si además de ser el raro, huye, se expone más si cabe al señalamiento y la agresión de los demás. Y, por último, pedir ayuda no es una opción. Porque la sobreestimulación de la amenaza difícilmente les llevará a regularse con el contacto interpersonal, ya de por sí confuso y fuente de estrés, mucho más, si los adultos se ponen nerviosos y tienden a caotizar.
Quizás aquí toque revisar esa tendencia del mundo adulto neurotípico a tratar de evitar por todos los medios esas respuestas de huída o agresivas, que no podemos soportar.
La capacidad narrativa. O la habilidad para estructurar nuestra historia en un todo coherente, en el que no haya disrupciones que no podamos integrar. Para las niñas y niños con TEA, cuya capacidad verbal muchas veces está comprometida, es muy difícil contarse una historia de lo que pasó, en la que ellas y ellos son los protagonistas y tenían buenos motivos para reaccionar y actuar así.
La mirada hacia uno mismo. La experiencia traumática implica, casi siempre, una mirada hostil hacia uno mismo. Porque, al protegerse contra el peligro, el sujeto reacciona de manera impulsiva, devolviéndose a sí mismo la imagen de una persona quien no se quiere parecer. En las niñas y niños con TEA, quizás más tendentes a utilizar estrategias disociativas, el estrés les devuelve una percepción del “self” como un sujeto vulnerable, incompetente, y alejado de lo que el contexto valora y entiende como funcional.
La reacción [protectora o no] del entorno. La realidad es que las personas adultas que acompañan a las niñas y niños TEA, por mucha formación que tengan, a menudo no se relacionan con ellas y ellos de la forma que necesitan. El motivo es que estas niñas y niños, como las y los afectados por trauma complejo, generan en las personas que les acompañar reacciones contrarias a lo que pueden necesitar. Porque, si bien necesitan la misma conexión y cuidados que las niñas y niños neurotípicos, muestran indiferencia e incluso rechazo hacia el contacto interpersonal. Esto dificulta mucho, si cabe, que obtengan por parte de su contexto la respuesta empática, cercana y reparadora que necesitan en los [muchos] momentos de intenso estrés.
La posibilidad de acceder a la reparación en un contexto terapéutico. Reparar el trauma requiere de profesionales formados para ello, que no sólo atiendan al niño, sino a todo el contexto familiar, y al mesosistema (colegio, servicios de atención temprana, y otros servicios de la comunidad) que además estén sensibilidados y se sientan seguros en el trato con niñas y niños que no funcionan con los mismos códigos de sensibilidad o percepción. Y, lamentablemente, existen pocos profesionales que tengan esta formación y se sientan seguros en el trato con estas niñas y niños, que lo están pasando especialmente mal.
Quizás muchos síntomas que atribuimos al autismo se relacionen con el trauma complejo. Y que ese trauma complejo tenga más que ver con el mundo neurotípico y con su falta de sensibilidad, que con la condición de las personas con autismo. Qué sé yo.
Yo me incluyo. Me falta criterio y formación.
Por eso os quiero preguntar, ¿qué pensáis de lo que he dicho? ¿he metido la pata?
Si es así, por favor, hacédmelo saber.
Me quedo para aprender.
Un saludo y gracias.
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com
Se me ocurren tres cosas:
1. Existe un personaje de una serie de ficción que tiene diagnosticado Asperger (un tipo de TEA) y muestra además trastorno de estres porstraumático complejo (por su historia de vida y familia de origen): el personaje protagonista de la serie «the good doctor».
2. Este articulo me resulta interesante porque en muchas ocasieones de mi vida he oido calificar informalmente como «autistas» a personas que una persona entrenada como tu podría ver sintomas de estres postraumático complejo.
3. Este análisis también lleva a ver, con cada párrafo, que hay rasgos de personalidad (especialmente la sensibilidad) que hacen que algunas personas sean especialmemte vulnerables y proclives a sufrir estrrs postraumático.
Como siempre, gracias.
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Muchas gracias, compañera, por contribuir con un comentario de calidad a este blog. Saludos!
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Disculpa las erratas… Es lo que tiene escribir desde el movil. 😉
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Tranki. A mí también me pasa… todo el rato.
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Bueno, creo que series como the good doctor hacen flaco favor a las personas con TEA y a sus familiares. También el hecho de buscar traumas donde puede no haberlos (si no es suficiente trauma tener una condición diferente que implica una comprensión del mundo distinta e intensamente desestabilizante). Si alguien ve autismo donde hay un estrés post traumático, en mi humilde opinión debería revisar profundamente su formación , también quien ante un TEA busca traumas que estén o no, no van a revertir el autismo de la persona que tiene delante . Existirán por supuesto personas con TEA que, además de tener esta condición , habrán sufrido trauma pero igualmente existen y en gran cantidad, personas con TEA y sin una condición traumática específica más allá del propio autismo. Creo que es importante la prudencia para que el despliegue conductual de una persona con TEA no confunda el diagnóstico o la intervención. Por mi limitado conocimiento de las personas con esta condición y por sus familias, a veces pienso que haríamos bien en desterrar ese concepto -trauma- al intervenir con ellos/as , salvo que tengamos muy claro que realmente ha existido una experiencia traumática con un resultado traumatizante y que la intervención puede ser integrada por esta persona. Se avanza mucho más con ellos/as.
Me gustaría recomendaros Especiales, film basado en hechos reales y que refleja con una dosis de realidad brutal lo que implica tener TEA y el diferente correlato conductual, cognitvo, emocional y socio familiar según el grado de afectación. También refleja bastante bien qué intervenciones son quizá las más apropiadas para esta condición.
Menudo rollo me ha quedado…
Buen artículo, invita a la reflexión!
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Gracias. Me quedo un poco con la sensación de que no manejamos la misma definición de «trauma» pero, de todas formas, muchas gracias por aportar contenido de calidad a este blog. Saludos.
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El articulo invita a una buena reflexión y me ha gustado mucho como reflexionas sobre cada una de las «características» conductuales y personales de las personas TEA. Estoy de acuerdo con Yolanda con el cuidado que debemos tener en relacionar TEA con trauma porque las familias, de por si, tienden mucho a la autoculpabilización y esto tampoco ayuda a avanzar en como necesitan ser acompañados estos niños.
En mi experiencia como madre de un niño con diagnóstico de TEA y a la vez educadora familiar, me ha preocupado más que se confundan conductas que pueden explicarse por un TEA con temas conductuales consecuencia del trauma complejo. También he sido muy consciente que el entorno familiar y social en el que va creciendo un niño o niña con TEA es crucial. Por desgracia, en determinados entornos sociales, antes pensaremos en desestructuración familiar y posible trauma que en TEA, cuando si es un tema neurológico, lo que pasa es que el entorno lo agrava pero siento que el trato desde los recursos no es el mismo.
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Muchas gracias. Estoy muy de acuerdo con lo que planteas, pero me surge decir una cosa. Cuando hablamos de «trauma» no estamos hablando necesariamente de negligencia o desprotección infantil, por lo que reconocer el trauma no debería estimular el sentimiento de culpa de las familias. En mi experiencia, cuando se conoce el trauma estamos más preparados para proteger a los niños y niñas del daño que pueden sufrir por su condición. Saludos.
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