Las niñas y los niños necesitan que se atienda a los miedos que nos parecen tontos, porque así sienten la presencia y la protección de las personas adultas que los cuidan.
En el techo de nuestra cocina hay una banda de led que titila. Es una cosa muy leve, apenas imperceptible, que no molesta y de la que pasamos.
Un día, Amara nos dijo:
—Hay chispazos, ¡hay chispazos! —señalando hacia allí.
—Sí, es la luz que está un poco estropeada —creo que le explicamos, percibiendo su preocupación—. Todo está bien. No pasa nada.
—Sí… Hay chispazos, pero no pasa nada —dijo, como tratando de convencerse a sí misma.
Creo que fue su madre quien la tomó en brazos y la acercó al evento que la preocupaba, dedicándole todo el cuidado y el cariño que necesitaba.
—Ves, no tienes que preocuparte por eso —le explicó—, ya lo arreglaremos.
Desde entonces, Amara está muy pendiente de “los chispazos”. Hay chispazos en la cocina, pero también en el columpio cuando entra a ráfagas en sol por la ventana.
—Hay chispazos —dice—. Y nosotros le cogemos en brazos y le hacemos mucho casito.
En este punto, algún o alguna conductista de la vieja escuela se habrá echado las manos a la cabeza. Estás reforzando su conducta, dirán, en menuda te estás metiendo.
Anda calla.
Las niñas y los niños, sobre todo los más pequeños, necesitan chequear que están seguros. Es decir, que su madre y su padre permanecen atentos a ellas y ellos.
Y no es un capricho, sino una cuestión de SUPERVIVENCIA. Como son especialmente vulnerables e inmaduros, NECESITAN una figura adulta que se haga cargo, es decir, que sea sensible a sus necesidades REALES o FICTICIAS. Porque es precisamente eso —es decir, tener a alguien pendiente— lo que les permite explorar enfrentando sus miedos.
Así que, aunque ella lo disfrute, nuestra respuesta no va a alimentar sus miedos, sino su coraje y valentía. Es decir, la SENSACIÓN SENTIDA o la CONFIANZA EPISTÉMICA en que todo puede salir bien, por mucho que se tuerzan las cosas.
«Sólo puedo lanzarme a explorar si tengo claro que alguien me protege y el camino de vuelta.»
Eso es lo que queremos que quede codificado en su cuerpo.
Por eso —y porque somos humanos—, seguimos prestando atención a sus “chispazos”. Porque prenden la confianza en nosotros y, de paso, en sí misma.
Referencias:
BERASTEGI, A. y PITILLAS, C. (2018). Primera alianza: fortalecer y reparar los vínculos tempranos. Barcelona: Gedisa
CRITTENDEN, P.M. (2002). Nuevas implicaciones clínicas de la teoría del apego. Valencia: Promolibro
SIEGUEL, D. (2012). El cerebro del niño. Barcelona: Alba Editorial
WALLIN, D. (2012). El apego en psicoterapia. Bilbao: Descleé de Brouwer
En este blog «caminamos a hombros de gigantes». La mayor parte de las ideas expuestas se basan en nuestra bibliografía de referencia.

Autor: Gorka Saitua. Soy pedagogo y educador familiar. Trabajo desde el año 2002 en el ámbito de protección de menores de Bizkaia. Mi marco de referencia es la teoría sistémica estructural-narrativa, la teoría del apego y la neurobiología interpersonal. Para lo que quieras, puedes ponerte en contacto conmigo: educacion.familiar.blog@gmail.com